Vigilados noche y día
Armando Ríos Ruiz miércoles 21, Abr 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Es evidente que el presidente López Obrador está diseñado para causar el mayor daño posible a sus semejantes. En su biografía hay muchos datos que así lo revelan. Hoy como Presidente, esos datos han aparecido de manera abundante desde sus conferencias mañaneras, que lo obligan a anunciar acciones en contra de la ciudadanía, de las instituciones, de las leyes, de la verdad, que cualquier mandatario tiene obligación de anteponer como prioridad.
El inicio de su destrucción comenzó antes de tomar posesión, cuando anunció la cancelación del aeropuerto de Texcoco por el simple hecho de haberlo iniciado la administración anterior, sin importar en absoluto el avance que llevaba. El lugar en donde se construía cercano de la Ciudad de México. La pérdida de cientos de miles de millones de pesos que ocasionaba. Dejar sin empleo a miles de mexicanos. Todo mediante una consulta mentirosa.
No voy a repetir la estela de daños porque no se trata de escribir un libro.
Desde que inició su mandato, se ha mostrado reacio a aceptar la realidad moderna. Sus acciones han estado encaminadas a regresar al pasado. A épocas remotas. En unos casos parece empeñado en volver a los días de Luis Echeverría, a quien parece admirar. En otros, quisiera ir más atrás. Anunció al principio que instalaría un gabinete como el de Benito Juárez, o mejor.
Obviamente, sus funcionarios, todos doctores en entredicho, distan mucho de parecerse a los peores de esos días, en capacidad y en inteligencia. Lo único que ha logrado en comparación, es dividir a los mexicanos en chairos y en conservadores, aunque en un contexto muy distinto.
Ha bautizado como conservadores, no a quienes presentan una ideología como los contrarios a los liberales de aquella época. Sino a quienes lo critican porque da lugar. Sus señalamientos han provocado un abismo entre los que le creen a ciegas, como si fuera dios y los que se dan cuenta oportunamente de su notoria incapacidad para gobernar y su enorme disposición para destruir.
Empecinado en el pasado, como el hecho de volver a la era del carbón como elemento para crear energía, cuando hoy existen otros que no contaminan, de pronto da un viraje y decide implementar una forma de vigilar a los mexicanos, que entraña el uso de la más moderna tecnología.
Ésta es sólo válida mientras aporte mecanismos para mantener a raya a sus gobernados. Por cierto, ¿sus admiradores, sus chairos también estarán dispuestos a aplaudir una aberración más? ¿La que coloca a los habitantes de este país en calidad de espiados las 24 horas del día? Ellos mismos no se salvarán. Serán también objeto del peor espionaje ideado hasta hoy.
Es cierto que muchos países han adoptado esta medida. Pero se trata precisamente de naciones caracterizadas por la clase de gobierno que tienen, en donde la dictadura es el sello predominante. Como China, Venezuela (hoy modelo para México), Arabia Saudita, Afganistán y otros.
Expertos en el tema han dicho hasta el cansancio, que obligar a los mexicanos a proporcionar sus datos biométricos en el Padrón Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil para fines de identificación de la población, representaría grandes riesgos para la protección de datos personales.
Pero además, el crimen, que no duerme, encontrará la forma de evadir la obligación de proporcionar los suyos y de aprovechar los de otros para cometer toda clase de delitos. Se ha puesto el ejemplo de que si un teléfono se perdiera y cayera en manos de un criminal, quien pagaría por sus crímenes sería el dueño.
Se ha dicho que es mentira que serviría para combatir la delincuencia (abrazos, no balazos). Más bien serviría para lo contrario, para convertir a los mexicanos en víctimas de los malhechores y de equivocaciones del gobierno, mediante las cuales se multiplicarían los delincuentes inocentes.
Nadie. Ni los chairos, tienen una patente que los exonere, por el solo hecho de creer ciegamente en su redentor.