Otra ocurrencia electoral
Armando Ríos Ruiz lunes 12, Abr 2021Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Nuestro Presidente se queja constantemente de los periodistas que lo critican. Él mismo da la pauta todos los días, cada vez que habla de cualquier tema. La da con sus actitudes hacia el gremio, al que desde sus mañaneras descalifica un día sí y otro también. La da al pedir la cabeza de quienes rechaza por sus comentarios hacia su figura.
Desde que comenzó su administración, prácticamente no hay día que no diga algo digno de criticarse, por el peligro que anuncia. Por la ocurrencia que imagina. Por los constantes disparates y dislates Por las incomodidades que razona. Por muchísimas causas. Tal vez no lo sabe, pero la prensa vive de eso. De atisbar las cosas buenas y malas que hace la gente pública. Las segundas son las que más gustan al lector.
La prensa denuncia los malos actos de los que ostentan cargos públicos, con la finalidad de prevenir algo peor. También para corregirlos. Delata la insensatez, la ineficiencia, aunque también aplaude los aciertos. Cumple con muchas funciones, en bien de la colectividad.
Alguien inventó el famoso “embute” o “chayote” para controlarla. El primer soborno fue entregado por Gonzalo N. Santos. Cinco mil pesos oro. Se hizo costumbre hasta convertirse en un fenómeno institucional. Lo inventaron los que gobiernan. No los periodistas, que no lo hubieran imaginado jamás.
Hoy no es diferente. A pesar de que el primer mandatario habla constantemente de los periodistas “chayoteros”, él mismo está inmerso en la práctica. El mejor modelo es el diario La Jornada, a punto de dejar de publicarse durante el corrupto sexenio de Peña Nieto. No obstante, éste presidente le inyectó varios cientos de millones de pesos para evitar la quiebra.
Se sabe que actualmente es el que más recibe de la Presidencia de la República. Otros medios también. Pero hoy, personas que jamás se han dedicado al periodismo y que no tienen la menor idea de lo que significa, están en la nómina sin aportar más que preguntas cómodas en las conferencias. Ese es su trabajo. Individuos como “Lord Molécula” son hoy personajes distinguidos y otros, hasta candidatos a diputados plurinominales. Como el caso del tuerto Paul Velázquez, cuya profesión es tan falsa, como su falta de ojo.
Para variar, el viernes pasado, el Ejecutivo dijo que “está por verse si el pueblo va a querer que regresen los saqueadores, los rateros”. Estamos en campaña y el cuestionamiento es una invitación a la reflexión de los incondicionales. Pero la respuesta es demasiado sencilla. Los mexicanos no quieren que regrese ningún ratero. Ningún saqueador. Desean que se vayan definitivamente. Los anteriores ya se fueron. La pregunta resulta hasta ofensiva para cualquiera inteligencia que oscile entre los 80 y 120 de coeficiente.
Lo que muchísima gente desea con fuerza, es que se acaben las ocurrencias. Las mentiras que ya son una constante. Las iniciativas en las cámaras que suelen ser, sin variables, una amenaza, como las que urdía Santa Anna. Que el Congreso de la Unión y de los estados se nutran con personas calificadas y no con títeres obedientes a la voz del que manda.
Lo que la gente quiere es que la Presidencia deje de confrontar y que se gobierne para todos. Que se abandone la idea de conquistar la dictadura, que con mayor acento se vislumbra en las sentencias del que manda. Como enviar iniciativas con la consigna de aprobarlas sin quitarles una coma.
Los mexicanos desean vivir en paz. Que el gobierno se dedique a lo que tiene que dedicarse. Sin soslayar puntos tan graves, como la persecución a los delincuentes, a los que ahora se aconseja abrazar. Pero para recibir a cambio un balazo, porque se trata de gente sin palabra de honor, salvo entre ellos. Aunque esta circunstancia también falla.
Lo que los mexicanos quieren forma parte de una lista muy larga, de dos años. Como la que costó a otros gobiernos escribir en decenas de lustros.