Un reciclado
Alberto Vieyra G. jueves 28, May 2020De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Durante la pandemia del H1N1, es decir la fiebre porcina de 2009, el epidemiólogo Hugo López-Gatell fue arrumbado por el régimen de Felipe Calderón, pero en el régimen de la trasformación de cuarta, López-Gatell fue reciclado como subsecretario de Salud del gobierno federal y después nombrado vocero oficial de la pandemia del coronavirus.
Durante sus primeras apariciones en sociedad, a través de los medios de comunicación, mucha raza pensó que estábamos ante un funcionario digno de confianza y credibilidad, pues manejaba la información con tecnicismos que nadie le entendía, pero se trataba de una nueva voz que inspiraba al mismo tiempo confianza.
Todo iba bien, hasta que un día en los idus de marzo López-Gatell metería las cuatro, acabando con una supuesta independencia del presidente de la república, al que comenzó adulando como muy pocos funcionarios lo han hecho y el haberse puesto de tapete acabo con efímera la credibilidad y confianza que de él teníamos los mexicanos. Estaba en su mero apogeo la polémica de que Andrés manuel López Obrador andaba en campaña electoral como chivo en cristalería abrazando y saludando a la gente como si no pasará nada en México y se negaba terminantemente a dar por terminados sus mítines por todo el país, en momentos en que los contagios por el Covid-19 brotaban como hongos. Lógico, los periodistas lo cuestionaron sobre el activismo del Presidente y sin ambages cometería la lambisconería más garrafal de su vida asegurando que: “el Presidente tiene una fuerza moral y no de contagio del coronavirus, porque él goza de buena salud” y “bueno sería que se contaminará para que logrará inmunidad”.
La barba de López-Gatell haría que López Obrador lo mirará con estupefacción y al final de la mañanera lo saludaría con un fuerte apretón de manos. Ahí comenzó apagarse la estrella de López-Gatell, quien ya no tuvo la calidad moral para decirle al Presidente “aquí tiene un cubrebocas señor Presidente, ¡úselo!”
A partir de ahí, López-Gatell sería rabiosamente atacado por los medios de comunicación que querían saber cifras exactas y no matemáticas confusas que ni Pitágoras entendería con eso del modelo Centinela que multiplica ocho por no sé cuántos, más no sé cuántos y el resultado eran cifras engañifas. Un conocido conductor de noticias de TV-Azteca se daría el lujo de decir públicamente “ya no le crean a López-Gatell”.
La mala fama del reciclado epidemiólogo traspasaría las fronteras y en la primera semana de mayo, los periódicos The Washington Post, The New York Times de la artillería pesada de la prensa gringa sentaría a López-Gatell en el banquillo de los acusados advirtiendo que el gobierno de López Obrador miente y manipula las cifras de contagiados y muertos por el coronavirus, hecho que purgó al Presidente quien salió en defensa de López-Gatell diciendo que “El New York Times es muy famosos, pero no conoce de ética”. la realidad es que la estrella del López-Gatell se apaga y su trabajo sucio hará que México jamás conozca la realidad sobre cuántos muertos y contagiados arrojará la pandemia del coronavirus en territorio azteca.