El caos inexistente
¬ Edgar Gómez Flores martes 19, May 2020Con mi mano izquierda…
Edgar Gómez Flores
Leo a diario a los columnistas de medios de comunicación y a las benditas y hoy adormiladas redes sociales y me queda claro que no han podido asimilar el proceso político y económico que vive nuestro país con la llegada de la Cuarta Transformación mexicana. Se juzgan las decisiones de gobierno como si estuviéramos en una lógica política tradicional y no es así. No tenemos funcionarios públicos incompetentes que no saben lo que hacen. Por el contrario, saben exactamente lo que hacen y a esto, me viene a la mente una frase que José Saramago incluye en su novela “El hombre Duplicado” y que, en diversas ocasiones ocupo en mi vida diaria y en mi análisis político, cuando no encuentro una razón lógica (como es este caso). El protagonista, el historiado Tertuliano Máximo Afonso, al hablar del trabajo de su esposa, quien labora en un banco y revisa información financiera, que para él es inentendible, sentencia: “el caos es un orden aún por descifrar”. Es decir, aquello que a la vista es caótico tiene un orden que requiere ser descifrado y / o explicado.
Para el caso de México, la cancelación del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, a principios del sexenio (en realidad al final del sexenio anterior), la construcción, a como dé lugar, del Tren Maya y de la Refinería de Dos Bocas, la decisión del Centro Nacional de Control de Energía (el Cenace) de no permitir entrar en operación a las plantas de generación eólica y solar desarrolladas por la iniciativa privada; así como el comunicado emitido por el dirigente del partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, donde deja ver que se solicitarán facultades constitucionales (en pro del “bienestar”) para que el Inegi pueda entrar casa por casa a evaluar el patrimonio de cada familia; son hechos que parecen absurdos y fuera de cualquier lógica jurídica. Sin embargo, en un país que se ve caer en pedazos, producto de una recesión económica que fue empujada a una depresión por una pandemia, una cancelación de una cervecera y más de 5 mil millones de dólares de inversión (la mayoría extranjera) cancelados o diferidos, de manera indefinida, el optimismo tiene una razón; el plan de país es otro al que nos imaginamos.
Cuando el bienestar y la igualdad retumban en cada discurso oficial y una pandemia cae “como anillo al dedo” en un dirigente de un país de más de 120 millones de personas, el desastre no es casualidad o consecuencia de malas decisiones; el desastre y el caos han sido inducidos. Y es así como debemos evaluar a los nuevos funcionarios del gobierno, no sobre el impacto momentáneo en la economía y en nuestro bolsillo, sino sobre el impacto sobre nuestras libertades y aspiraciones, las cuales (ahora sí coincido con este gobierno) deben ser también colectivas.
El siguiente paso, pueden encontrarlo en manuales apócrifos del Foro de Sao Paulo o en la historia chavista venezonala. Sin embargo, la idea es muy clara; someter a las personas a una ayuda gubernamental, eliminar la independencia de profesiones y actividades empresariales; para dictar las nuevas actividades prioritarias del Estado. México podría generar 10 millones de pobres más al terminar este año, producto de la pandemia. En ese momento el “Estado solidario” con su brazos benditos nos tomará y nos dará el medicamento que no nos aliviará; pero nos dará la fuerza necesaria para hacer lo que nos dicte este nuevo gobierno quien, en un brazo, traerá una nueva ley y en la otra una cartilla moral.
El ejercicio de crítica en las redes sociales y en los medios de comunicación ya no debe enfocarse en los gobernantes, locales y federales, de este país (quienes tienen muy claro lo que quieren); ahora, tienen que dirigirse hacia los opositores oficiales del régimen, quienes están esperando un milagro o un sigiloso ataque que nunca llegará. Queremos ver cómo están votando y los discursos que dejan en sus participaciones, tanto los congresistas, como los ministros de la Suprema Corte.
Las ideas de este gobierno no cambiarán. Están en el momento histórico esperado de su lucha. Algunos se entrenaron en los libros que fueron base del régimen socialista de mediados del siglo XX, otros en las prácticas modernas venezolanas, otros en los panfletos que repartieron en calles y universidades. Sin embargo, lo único que podemos estar seguros es que quieren camuflar a la democracia para establecer un régimen totalitario. Así como el paciente suicida debe tratarse con argumentos de choque, distintos al valor de la vida; así la Cuarta Transformación debe tratarse y medirse con argumentos distintos a la democracia y el bien común para concentrarse en la instauración de un régimen y la igualdad, aun cuando se fundamente en la pobreza.
Como lo planteó Saramago; el caos está presente, dejemos de pensar que no existe. Al contrario, busquemos el hilo que nos permita descifrarlo y actuar en consecuencia.