Economía humanista
Alberto Vieyra G. jueves 19, Dic 2019De pe a pa
Alberto Vieyra G.
En agosto de 2013, el economista francés Thomas Piketty publicó su libro “El Capital en el Siglo XXI” con el que provocó una revolución entre las élites del poder económico y político global. En su best seller, Piketty advierte que el enorme abismo de la desigualdad entre ricos y pobres presagia peligrosos estallidos sociales en el mundo.
La tesis central del libro es que cuando la tasa de retorno de la inversión en capital (r) es mayor que la tasa de crecimiento económico (g) en el largo plazo, el resultado es la concentración de la riqueza, y esta desigual distribución de la riqueza causa inestabilidad social y económica de nefastas consecuencias.
Para muchos magnates que se han se han enriquecido escandalosamente bajo la cobija del esclavista modelo económico neoliberal, el libro “El Capital en el Siglo XXI” provocaría que con miras a la próxima reunión de Davos en enero de’ 2020, más de 150 potentados firmaron ya un manifiesto que, con el título de El propósito universal de las empresas en la Cuarta Revolución Industrial, pretende instituir un nuevo modelo económico socialmente compartido, que en términos llanos del sencillo castellano, nos habla de una economía humanista o circular que beneficie a empresas, empleados y consumidores.
¿Qué nos dice semejante manifiesto? Pues que la economía neoliberal, calificada por el Papa Francisco como “la economía de la muerte”, ya dio todo lo que tenía que dar y ahora hay que cambiarle hasta el modito de andar para evitar estallidos sociales del bronco mundo, como lo advierte Piketty.
En esencia el modelo económico neoliberal está sufriendo ya una metamorfosis después de que Estados Unidos con el lunático Donald Trump le apostó a una economía proteccionista con serías restricciones al libre mercado, así como el florecimiento de sociedades y gobierno de izquierda, tanto en Europa, como en América Latina.
En México, por ejemplo, los empresarios, el gobierno y los dirigentes obreros entendieron ya, que es urgente reducir esa abismal brecha del reparto de la riqueza, ¿cómo?… la única forma de que ello ocurra es mediante el otorgamiento de salarios que pongan fin a la era de las precepciones de hambre, cuando los salarios mínimos jamás rebasaban los índices inflacionarios y el esclavismo laboral se dejaba sentir. Recuerdo que allá por 1984 fui a cubrir el anuncio anual del incremento a los salarios mínimos. Fue del 4 por ciento. Indignado, pregunte a los funcionarios de la Secretaría del Trabajo: “¿Por qué no lo hacen rollito y se lo meten por el…?” Eran los tiempos en que los pactos obrero patronales y gobierno mantenían a la clase trabajadora de México maniatada con incrementos a los mínimos que no alcanzaban ni para comprar un kilo de tortillas y unos cuantos chiles con sal.
En 2019, el aumento a los mínimos ha sido del 20 por ciento y con ello en el centro de la república el salario mínimo será de 123 pesos con 40 centavos, diarios, es decir a razón de 15 pesos con 40 centavos por hora. Todavía estamos bien fritos y refritos, pero eso sí bien “contentotes” con el gobierno engañifas de la “cuarta trasformación”.
Y dijo engañifas, porque el engaño del gobierno de López es monumental, pues creé México ya es “pejelandia”, cuando desde hace dos décadas, la COPARMEX se había pronunciado por acabar con los salarios de hambre que para ellos no eran negocio porque a los trabajadores no les alcazaba para comprar nada y porque Estados Unidos exige equipar los salarios de México, a los de Estados Unidos para acabar con el fenómeno del sueño americano y la silenciosa reconquista de los territorios mexicanos que nos arrebató el tío Sam en 1848.
Se da usted cuenta, ¿cómo los gobernantes se cuelgan medallas que sirven para dar atole con el dedo?