Ganar y perder
Alberto Vieyra G. miércoles 18, Dic 2019De pe a pa
Alberto Vieyra G.
“México salió ganando”, eso se leía en la nota principal del periódico norteamericano The Washington Post en diciembre de 1994, tras la firma y ratificación de los tres congresos del TLCAN.
Un cuarto de siglo después, el mismo rotativo publicó, en su edición del pasado viernes 13 de diciembre: “México salió perdiendo”. La realidad es que México nunca ha ganado en el TLC. El primer tratado, firmado por Carlos Salinas, fue tan desigual que no pocos analistas llegarían a afirmar que dicho tratado fue como “haber metido en un gallinero, hambrientos coyotes”.
El primer TLC significó para México la muerte de la pequeña y mediana empresa mexicana, la gran generación de empleo y la absoluta dependencia alimentaria de los principales cárteles de granos, tanto de Estados Unidos como de Inglaterra. De pilón, México entregó su sistema financiero a voraces “coyotes” extranjeros, entre muchas otras calamidades. Las grandes empresas beneficiadas con dicho tratado serían las de la gran industria automotriz y de autopartes, pero con una clase laboral reducida a la esclavitud con sueldos miserables, pues mientras en Estados Unidos se pagan entre 16 y 20 dólares por hora a empleados capacitados en ese sector, en México ganan apenas unos 400 pesos diarios un empleado capacitado. Donald Trump diría que fue el peor tratado firmado por Estados Unidos.
Antes, durante la campaña electoral, Barack Obama y Hilary Clinton dirían que el TLC con México y Canadá no se había traducido en “bienestar para los trabajadores de Estados Unidos” y que, de llegar a La Casa Blanca, lo daría por terminado. Todo quedó en una promesa electorera.
En el 2006, cuando la clase política en México no hallaba como sentar en la silla presidencial al borrachín, Felipe Calderón en momentos en que Andrés Manuel López Obrador se quejaba amargamente de que “se la robaron” la silla presidencial y se declaraba presidente legítimo de México, año en el que la nación azteca llegó a tener hasta 3 presidentes de la república, igual que en 1858. Por otro lado, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, en su reunión anual de fines de noviembre en Boston declararían que “al TLC con México, se le acabó lo bonito”. ¿Alguna vez tuvo algo bonito para que la clase trabajadora de México saliera de jodida? …
El pasado viernes, en este espacio le hablé de dónde estaba el gato encerrado en el nuevo tratado que sospechosamente fue reabierto cuando ya estaba firmado por las 3 naciones y ratificado por el Senado de México y revelaba que AMLO resultó más vendepatria, que priistas y panistas, porque fue presionado por la bestia trumpiana a reabrir el T-MEC que por lo visto firmaron a ciegas después de que Donald Trump exigió que saliera de México el comunista Evo Morales, que la nación azteca aceptara que policías encubiertos del FBI, la DEA y la CIA investiguen a capos del crimen organizado, pero lo que más ha causado indignación es que López Obrador aceptó que haya inspectores gringos para que vigilen con lupa a empresas mexicanas que violen Derechos Humanos y no paguen lo que deben pagar. Hoy, confirmo plenamente lo dicho el viernes y le informo que dichos inspectores se desplazaran por todo México bajo la figura de agregados laborales, hecho que ha enardecido al empresariado nacional.
El negociador estrella de AMLO, Jesús Seade, dice que no se dio cuenta del madruguete gringo y que en el T-MEC “no hay letras chiquitas”. ¿Creerá que los mexicanos nos chupamos el dedo, AMLO y los 111 senadores que sospechosamente lo ratificaron por la vía del fast-track y sin saber lo que aprobaban también sufrirán de miopía? Lo malo es que ya fueron a Dallas y desgraciadamente no hay forma de echar reversa y así, como dice el periódico The Washington Post ,“México salió perdiendo”.