La Revolución Mexicana
Alberto Vieyra G. miércoles 20, Nov 2019De pe a pa
Alberto Vieyra G.
“La Sucesión Presidencial de 1910”, era el título del único libro escrito por el llamado apóstol de la democracia, Francisco Indalecio Madero en el que sustentaba su célebre tesis del “El sufragio electivo no reelección”.
Apenas le habían entregado al señor Madero los primeros ejemplares de dicho libro y se fue de volada a Palacio Nacional, donde pidió hablar con el presidente José de la Cruz Porfirio Díaz Mori quien estaba de buenas y recibió de inmediato al chaparrito coahuilense que media escasamente un metro con 57 centímetros de estatura. La entrevista fue breve, y cuando Madero salió del despacho presidencial, el archicondecorado general comentaría a su secretario particular: “Vaya que le parece señor licenciado ya nos salió otro chiflado”. Y sabe que Madero se chifló a Porfirio.
El 26 de junio de ese 1910 se llevarían a cabo las elecciones primarias para Presidente de la República y la segunda vuelta ocurriría el 10 de julio de ese año. Se anotarían 3 gallos para la grande: Porfirio Díaz, Ramón Corral Verdugo y Francisco I. Madero. Don Porfirio que iba por su séptima reelección convenció a Ramón Corral que declinara sus votos en su favor y se armó la gorda.
Francisco I. Madero lanzaría el Plan de San Luis convocando a la Revolución Mexicana y hasta le puso fecha y hora: 20 de noviembre de 1010 a las 6 de la tarde y se vino la bola… La Revolución Mexicana para cavar con el mal gobierno tendría como escenario principal las vías del ferrocarril en Chihuahua.
Después de algunas escaramuzas en Nuevo Casas Grandes entre el viejo ejército porfirista y las huestes revolucionarias, encabezadas por Pascual Orozco y Francisco Villa, el Centauro del Norte urdiría una estrategia maestra para tomar Ciudad Juárez que era un punto fundamental no solo porque ahí se concentraba la mayor parte del ejército federal, sino porque su frontera con el paso del norte representaba un serio peligro internacional en caso de que las balas de los revolucionarios penetraran a territorio norteamericano.
Las huestes revolucionarias avanzaban por la sierra rumbo a Ciudad Juárez cuando de pronto un tren procedente de aquella ciudad fronteriza fue avistado por Pancho Villa y ordenó secuestrarlo. Los revolucionarios le cerraron el paso al tren. Pancho Villa y sus principales lugartenientes encañonaron al maquinista, ordenándole que de reversa se regresara a Ciudad Juárez. El maquinista obedecía las ordenes de Pancho Villa a cada minuto. El tren iba repleto de revolucionarios y así, sin soltar un solo tiro Pancho Villa y Pascual Orozco tomaron Ciudad Juárez que significó la caída del régimen porfirista el 11 de mayo de 1911. Así terminaba la primera parte de la Revolución Mexicana. Se creía que México transitaría de la revolución a la paz, pero los “gringos” y los científicos terratenientes mexicanos conspirarían para derrocar a Madero que en 1911 había llegado a la presidencial con una abultada votación de más de 19 mil votos.
Tras el asesinato de Madero y José María Pino Suárez, Pancho Villa que le fue extraordinariamente leal a Madero y una vez que se fugó de la cárcel de Tlatelolco, en la Ciudad de México tomó nuevamente las armas para vengar la muerte de Madero, en lo que sería la segunda etapa más macabra de la Revolución Mexicana, que se calcularon en 800 mil muertos los combates de Torreón, las refriegas de Chihuahua y Ojinaga hasta la toma de Zacatecas, que marcaría el derrocamiento de Victoriano Huerta el 23 de junio de 1914. Pancho Villa se había convertido en el alma de la Revolución Mexicana, era un torbellino, mientras Venustiano Carranza no era capaz de tomar un 30, 30 y solo figuraba como florero al frente del llamado ejército constitucionalista.
A mediados de 1915 y después de que los gringos le ofrecieron la presidencia de la república a Pancho Villa, pero este les contestó que no estaba preparado para ser presidente de México, los halcones de Washington reconocieron de facto a Carranza como presidente de la nación azteca y con toda la ayuda militar, incluyendo arsenales de parque con cianuro, los carrancistas y obregonistas destruyeron al ejército de la gloriosa División del Norte, comandado por el llamado bandolero divino en los combates de Celaya, con lo cual Pancho Villa volvería a su activismo de guerrillero y se daría el lujo de invadir con su diezmado ejército a Columbus, en una acción tan temeraria que ningún mortal se había atrevido hasta entonces a profanar suelo americano.