La mentira
Armando Ríos Ruiz lunes 4, Nov 2019Perfiles de México
Armando Ríos Ruiz
Dicen que para ser mentiroso, hay que tener excelente memoria. También dicen que la mendacidad es una enfermedad que dura para siempre. Se vuelve costumbre y luego se miente hasta sin intención.
Hay quienes llevan una contabilidad meticulosa de las conferencias matutinas, en las que, aseguran, se dicen muchas mentiras. Un día se afirma alguna situación y al siguiente se comenta al revés de lo mismo y aún más: al que sigue, las dos versiones anteriores quedan descalificadas y se habla de algo nuevo, que no está en la mente de nadie.
Lo que ocurrió el 17 del mes pasado en Culiacán, cuando atraparon a Ovidio Guzmán López, hijo del Joaquín “El Chapo” y luego lo soltaron “para evitar muertes innecesarias”, se convirtió en una maraña de exposiciones. El gobierno parece empecinado en encontrar una que cuaje, que convenza de golpe.
En esa insistencia se atropella todo lo que ha tenido que ver con el asunto, incluida la Prensa, que “ya enseñó el cobre”, por hablar de lo acontecido, precisamente en momentos en que no existía ninguna información emitida por la autoridad.
Es cierto que no hay periodista que no busque la de ocho. Pero también lo es que antes que eso, existe la premisa principal que se convierte en preocupación por informar con la mayor veracidad posible.
Si la nota es la de ocho o no, lo decidirá el director. Si la misma autoridad no comunica con absoluta veracidad, sin titubeos, entonces deja el campo abierto a la imaginación razonada con lógica.
Después de la versión primaria de los hechos, surgieron otras, de diferentes funcionarios y muchas incoherencias, al grado de que lo único que se logró fue confundir más a la sociedad pendiente, que ha acabado por ya no creer, por más que se asegura que lo que se dijo se entendió mal y que ha creado su propia exégesis, guiada por sus razonamientos.
La matutina del fin de semana puso un nuevo ingrediente al guiso. Se pidió al general Luis Crescencio Sandoval, secretario de la Defensa, decir el nombre del responsable de operativo fallido.
No tuvo empacho en mencionar al director del Grupo de Análisis de Información del Narcotráfico, de la Sedena.
Aunque no se necesita mucho conocimiento para condenar la acción, los expertos en el tema, los medios y otras personas señalaron el inmenso riesgo en el que la revelación coloca al militar y a su familia. Hay casos recientes similares.
Primero, el Presidente López Obrador dijo que no recibirá protección especial. “Somos servidores y todos corremos un riesgo”. Mentira. Hay quienes tienen siempre todo un aparato de seguridad que cuida hasta sus sueños y hay quienes no cuentan ni con la protección del cielo.
Después hubo un intento por rescatarlo, al decir que se entendió mal, pues el funcionario señalado no estuvo en el operativo. Es el encargado del grupo de análisis del combate contra el narcotráfico, pero ese día permaneció en la ciudad de México.
Los expertos manifestaron que no existe militar que actúe por cuenta propia. Menos en un caso tan delicado por riesgoso, como el de Culiacán. Por mínimo que sea el asunto, debe ordenarlo un superior.
Un soldado del rango que sea, no puede dirigirse por ningún concepto a un superior. En los medios castrenses se dice “correr conductos”. El de grado inferior debe comunicar al jefe inmediato y este al que sigue, hasta llegar al máximo jefe, de acuerdo con la gravedad del caso.
Echar la culpa a cualquier funcionario, en temas como el que comentamos, es, efectivamente, poner su vida y la de sus familiares, en inminente peligro.