“Por enésima vez”
¬ Mauro Benites G. viernes 11, Oct 2019Municiones
Mauro Benites G.
A riesgo de repetirme, lo que si se logra el objeto buscado no tiene importancia, voy nuevamente a tocar la matanza del 2 de octubre porque el periodista Roberto Blanco Moheno logró el 3 de octubre del 68 algo muy importante cuando obtuvo del general Marcelino García Barragán una frase, al menos, que lo sintetiza todo: “El Ejército no inició la matanza de Tlatelolco”.
En esa frase, que rescató de muchas poco consistentes, y éste ha sido para mí un permanente misterio, por qué los militares han permitido que se calumnie durante tantos años al Ejército, está sintetizado todo el drama, en realidad la tragedia de la plaza de las 3 Culturas. Nadie puede confundirme, ni equivocarme, porque las cosas son brutalmente sencillas: se preparó, en una franca conspiración, la hecatombe. Se provocó deliberadamente.
Cuando, después de avanzar el general Hernández Toledo, desarmado cayó gravemente herido y su asistente quedó también en el suelo, muerto, a consecuencia de los disparos que salieron del rumbo del edificio “Chihuahua”, de sus ventanas o de su azotea, o de ambos emplazamientos, la tropa que había acudido como siempre silenciosa cargando sus pavorosos fusiles, una de cuyas balas atraviesa once cuerpos humanos, corrió inicialmente, realmente asustada. Después, la balacera, pero ninguno de los balazos había salido todavía de las armas del grupo de soldados, se generalizó SOBRE LA MULTITUD, INDISCRIMINADAMENTE.
Sólo entonces el grupo militar actúo de la manera para la que fue entrenado: disparando, pero también locamente, sin concierto alguno, un puro reflejo de rabia y temor.
Pero lo que dijo en su tiempo el general García Barragán queda firme: NO FUE EL EJÉRCITO EL QUE PRIMERO QUE DISPARÓ.
Está claro, pues, que se trató de una conspiración durante muchas semanas dirigida en las sombras, un constante y creciente agitar de adolescentes que al verse inopinadamente “dueños de la calle” creyeron que habíaN alcanzado el poder inesperadamente, “de retache”, frase que oí allí mismo. Pero que quede claro para siempre: tampoco fueron los adolescentes, ninguno de los cuales estaba armado, quienes iniciaron el fuego.
Una conspiración nacida del rencor, nutrida con aportaciones, porque alguien tuvo que encargarse de los gastos, que fueron muy grandes, y con el trabajo de los agitadores que vieron la ocasión de cumplir con el compromiso que habían hecho en La Habana en la reunión Tricontinental, de impedir la celebración de los Juego Olímpicos, desembocó así, porque los primeros disparos provocadores alcanzaron su objetivo de desencadenar la violencia, de crear el río revuelto para la ganancia de los consabidos pecadores, que en régimen siguiente, encabezado por el hombre que el 2 de octubre era Secretario de Gobernación, de donde forzosamente partió la orden de atacar para todos los cuerpos paramilitares y policiacos, alcanzaron muchos cargos importantes y, sobre todo ,muy bien remunerados… de un modo o de otro.
El Ejército Mexicano fue arteramente sorprendido. Y el gran calumniado, don Gustavo Díaz Ordaz, fue totalmente ajeno a esa infamia.
Después de tantos años de los trágicos y tristes sucesos los líderes “sesentayocheros”, han tenido tiempo más que suficiente para decir que es lo que buscaban, que plan, que idea, que ideario tuvieron como bandera y no han podido encontrarlo por la sencilla razón que nunca existió.