¿Un golpe de Estado en México?
Alberto Vieyra G. miércoles 2, Oct 2019De pe a pa
Alberto Vieyra G.
El último golpe de Estado, a manos de los trompudos militares al mando del huichol Victoriano Huerta Márquez, ocurrió en 1913 con la usurpación de la Presidencia de la República y el asesinato del presidente Francisco Indalecio Ignacio Madero González y el vicepresidente Jose María Pino Suárez.
Fue un golpe de Estado orquestado desde la embajada de Estados Unidos en México y por los llamados científicos, que no eran otra cosa que los terratenientes porfiristas. Todavía en ese entonces no nacía la ponzoñosa CIA norteamericana.
Esa Central de Inteligencia Norteamericana (CIA) nacería hasta 1947 convertida en un perro rabioso contra el comunismo y las democracias socialistas en todo el mundo.
La CIA gringa empujaría, a partir de entonces una cadena de golpes de Estado en América Latina y alrededor del mundo. El más emblemático en nuestro continente sería el de Chile en 1973 que costó la vida a Salvador Allende y encaramo en el poder por casi dos décadas al gorila Augusto Pinochet.
De acuerdo con información desclasificada por el departamento de Estado Norteamericano, la CIA operaba desde 1967 en México, planeando en primer término desatar una revolución comunista y, por ende, un golpe de Estado.
El movimiento estudiantil de 1968 se presentaba como escenario perfecto para llevar a cabo la desestabilización social y política de la nación azteca.
Así que la CIA puso manos a la obra y aprovecho 3 sucesos importantísimos en México para llevar a cabo el golpe de Estado: El Movimiento Estudiantil, la realización de los Juegos Olímpicos a cargo de una nación del tercer mundo y la sucesión presidencial en puerta para 1970.
Recordaré, que en 1968 había en el mundo 52 movimientos estudiantiles, caracterizados primordialmente por la desobediencia a todo lo establecido, principalmente a las leyes establecidas desde el seno familiar. Los movimientos estudiantiles de México y París serían los más representativos de esa inconformidad de los jóvenes que odiaban llegar a su casa a las 8 o 9 de la noche, querían vestir pantalones acampanados, cabelleras al estilo hippie, como las pelucas que hoy usa Enrique Peña Nieto y, en fin, que esos jóvenes querían vivir como les diera la gana.
El 2 de octubre de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, el Batallón Olimpia, un ejército de casi 2 mil militares vestidos de civil y con pañuelos y un guante blanco, infiltrados todos ellos por elementos de la CIA gringa masacraron a los estudiantes e hicieron que altos jefes militares se sublevaran contra el régimen del trompudo presidente Gustavo del Santísimo Sacramento Díaz Ordaz, quien después saldría con cara de madre afligida que su gobierno había sido el responsable de la muerte de no más de 40 estudiantes.
Un distinguido colega periodista que ahí salvó la vida guarecido bajo un automóvil casi 10 horas, me contó no hace mucho, que los muertos rebasaron fácilmente los 2 mil y todos eran llevados al campo militar número uno donde fueron quemados.
La mayoría de los líderes estudiantiles que permanecieron escondidos en el edificio Chihuahua de Tlatelolco serían prisioneros en el llamado Palacio Negro, de Lecumberri, donde fue asesinado Madero y Pino Suárez, y cuando dejaron la cárcel, casi todos aprendieron a estirar la mano ante un régimen político priista corrupto y corruptor.
En el Tlatelolcazo sería enterrada la genuina izquierda mexicana en la que había comunistas por toneladas, pero también el 2 de octubre marcaría el gran parteaguas en la vida contemporánea de México, pues a partir de ahí nada sería igual para el PRI, surgirían opositores reales al todo poderoso PRI que hoy tienen a México patas pa´rriba y en vías de que el México bronco vuelva a renacer y la CIA gringa busque perpetrar otro golpe de Estado en México.