El diablo está sentado en nuestra sala
Francisco Rodríguez lunes 1, Abr 2019Índice político
Francisco Rodríguez
“Vanidad de vanidades, todo es vanidad”, expresó el rey Salomón en uno de los más grandes escritos que haya conocido la humanidad, el celebrado Eclesiastés —libro del Antiguo Testamento de la Biblia, y también del Tanaj— es una joya de una docena de cuartillas redactada por mano humana, rindiendo un gran tributo al poder del diablo y de la muerte.
El reconocimiento a lo inexistente, el doblegarse ante los fenómenos naturales indetectables e inextricables viene desde los tiempos totémicos del hombre. A ellos les atribuyó Luis Feuerbach, el maestro de Marx en la Universidad de Berlín gran parte de culpa acerca de las elaboraciones teóricas espirituales… desafortunadamente utilizadas para construir y apoyar cualquier enfoque conservador.
Como el hombre era incapaz de saber cuándo llegaban los desastres naturales y se sentía reducido e impotente ante las catástrofes de las tormentas, los rayos, terremotos, inundaciones, diluvios e inclemencias de la Tierra, optó por la única razón que lo confortaba, el refugio con los dioses, el ruego ante los glifos, las inscripciones cavernarias, los tótems que erigió para rendir su culto.
De ahí derivaba Feuerbach la pasión religiosa. Era un bálsamo para la desdicha, la ultima ratio de la vida, la esperanza de mantenerse en pie. Gracias a esa especulación teórica del romanticismo alemán nació la interpretación dialéctica de la vida y el método materialista histórico, asentado sobre bases agnósticas del conocimiento. Se cambió la clave del conocimiento de la vida.
Sin embargo, nadie pudo refutar las bases gnoseológicas de Feuerbach. Desde entonces, el ateísmo es el fundamento del conocimiento empírico, las sólidas razones para descifrar la realidad con apoyo sólo en lo que existe, lo que se ve, se comprueba y se puede casi tocar, en el relajamiento y la sensibilidad del ser.
No quiere decir que la otra interpretación haya sido defenestrada. Al contrario, desde lo insondable de los tiempos, la humanidad se divide entre los que profesan dogmas de fe y quienes analizan con frialdad y objetividad lo que sucede en el entorno, sea mágico o científico.
México necesita fuerte dosis de energía fina, audaz y comprometida de sus mejores talentos sociales y de su enorme luminosidad para sortear las catástrofes que se avecinan después de las graves experiencias telúricas del reacomodo de la placa de Cocos y, ahora, de la actividad desplegada por el Popocatépetl. La imaginación, la honradez y la resolución colectiva pueden evitar un daño irreparable que acabe por arrasar lo muy poco que ya nos queda.
No que se apueste por el triunfo de una especulación egoísta y vanidosa. Se juega el resto en favor de un afán de sobrevivencia y reparación de la armonía, la paz, la convivencia civilizada, el orden y la instauración de la vida democrática, en éste, que puede ser uno de los últimos llamados, antes de que nos agarremos a pedradas.
Antes de que la ultraderecha que se cierne sobre el mundo se apoye en el escepticismo de los sistemas para afrontar el futuro, antes de volvamos a caer en las fauces de una claque aún más vengativa y corrupta que la de los infames de Atlacomulco, que ya demasiado daño hicieron a México. Es mucho decir, pero es posible.
Y ahí sí, cualquier ruego a los dioses sería de carcajada. Porque hasta ellos deben estar cansados de la catatonia mexicana ante la impotencia, ante la corrupción y el saqueo de los gobiernitos neoliberales de perfumados e ignorantes que sólo Dios sabe por qué hemos soportado. Los dioses están cansados de nuestra pasividad y auto conmiseración.
Sólo el diablo lo sabe. Una mole informe de una energía diferente nos ha hecho reflexionar sobre lo bueno y lo malo. Quizá la escultura que se encuentra en la colina de Rennes-le-Château, Aix de Provence, en la iglesia del mediodía francés donde está enterrada María Magdalena —que representa lo positivo y negativo— quiere decirnos que todo depende de la cantidad de energía que dediquemos a cada causa, para saber cuál es la que triunfa.
Entre los campesinos irlandeses existe un refrán que se aplica para desear a un conocido que su triquiñuela no sea descubierta, que pueda ocultarse para el resto de los tiempos. Dice: “Ojalá que el diablo se entere de lo que hiciste, diez minutos después de que hayas muerto”. Para ellos es un augurio digno de ser recompensado entre júbilos y carcajadas.
Y entre los profesionales, corredores de bolsa y litigantes estadounidenses, acostumbrados a caer siempre sobre la doliente humanidad, los jefes de despacho aconsejan a los novatos que “como al diablo, la víctima nunca los vea llegar”, para así poder asestar el golpe seco y letal que los impulse hacia el éxito absoluto.
En México a lo largo de nuestra historia, siempre hemos convivido con el diablo y sus perversas artes… casi lo sentimos miembro de nuestra familia… nunca se ha ido, siempre ha estado tomando café en nuestra sala. No nos abandona porque siempre hemos vivido en su compañía y a lo mejor nunca nos hemos dado cuenta.
Se disfraza de cacique atrabiliario, poderoso coyote, constructor inmobiliario, funcionario mexiquita, señor de horca y cuchillo, dueño de vidas y haciendas, funcionario vendepatrias, confesor religioso vendido al mejor postor, funcionario de la 4T que no sabe ni qué onda, periodista taimado, arrastrado y mendaz. Vivimos en un estado catatónico, influenciados por la confusión e impotencia que provoca la distracción informativa, la ignorancia y nuestra proverbial tradición de pueblo aguantador, expulsor de migrantes, vejado y abandonado.
Para nosotros, pactar con el diablo es lo mismo que pactar con la muerte. Si a esta última la hemos agasajado con la fina cortesía con la que apapachamos a La Catrina, la huesuda y la calaca, si la inmortalizamos en los grabados de José Guadalupe Posada, si le brindamos…… su lugar en las festividades de Todos los Santos y en los jolgorios que montamos en los panteones con flores de cempasúchil, sahumerios de eróticos olores y altares de tepejilote, si brindamos hasta el fondo por los muertos de nuestra felicidad, el convivio con el diablo y con la muerte nunca nos ha tomado por sorpresa.
Siempre interactuamos con la mancuerna cuando le pedimos a “las ánimas que no amanezca, porque estoy como quería”, agarrando la jarra con xtabentún, sotol, marrascapache, rascabuche, mezcal o tequila. Nunca han dejado de acompañarnos durante nuestra apretada vida, ni en los momentos miserables de la muerte, cuando empeñamos hasta los retratos de la familia para comprar el cajón y la fosa para enterrar o quemar a nuestros seres queridos en su última morada.
Pero hoy es diferente. La catástrofe física se hizo cómplice del desdén y desidia de los gobiernos anteriores. Aún hay damnificados del sismo de 1985. Muchas más de los del 2017. Tuvimos que reaccionar el 1 de julio de hace ya casi un año ante el embate de la corrupción panpriísta por dejarnos hasta sin chamarra. Ya no era posible seguir aguantando las burlas del sistema, porque son peores que el diablo y que la muerte juntas.
Si en ésta 4T no reaccionamos con el proverbial valor del mexicano, que Dios nos agarre confesados. No tendríamos remedio. Ya basta de rendir tributo al diablo y a la muerte, a las perversas artes de los engañabobos. Si fuimos heroicos ante la tragedia, debemos serlo más para encarar las vicisitudes y las pruebas de la vida.
Hagamos hoy todo por la sobrevivencia, por el último intersticio que nos queda, No permitamos que regresen aquellos desgraciados que levantaron el santo y las limosnas… y hoy siguen impunes.Las trampas de la fe deben ser inferiores a la construcción colectiva de la esperanza en un México mejor, más informado, libre e independiente.¿No cree usted?
Índice Flamígero: Desde Torreón, Coahuila, escribe don Miguel Ramírez a los lectores del Índice Político: “Algo de lo que más nos ha perjudicado a los mexicanos es ignorar nuestra propia historia. Si tuviéramos un conocimiento medianamente aceptable de ella, muchas cosas no nos habrían sucedido y otras se habrían corregido. La petición que AMLO hizo a España para que pidiera perdón por lo que realizó durante la conquista de nuestro país, de manera automática e inmediata fue rechazada por ciertos sectores. Son los que cotidianamente critican al tabasqueño por lo que dice o calla, lo que hace o deja de hacer, inclusive por lo que piensa. Gracias a una columna de Francisco Rodríguez en la que se hizo referencia al libro “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, que el fraile dominico español Fray Bartolomé de las Casas escribió en 1552, recordamos el comportamiento de los conquistadores españoles. El prólogo de este libro menciona “la barbarie de los conquistadores hacia los indios, que llegaron como lobos y tigres y leones crudelísimos de muchos días hambrientos, y a las ovejas mansas, los indígenas, los despedazaron, mataron, angustiaron, afligieron, atormentaron y destruyeron”. Lo anterior demuestra que López Obrador no está equivocado, más aún si consideramos que varios presidentes han pedido el perdón de algunos países a quienes sus naciones sometieron con violencia. La reacción de algunos españoles a la proposición de AMLO hace suponer que algunos de ellos aún se sienten conquistadores. Es el caso de Arturo Pérez-Reverte Gutiérrez, de escasa calidad moral dados los frecuentes plagios que ha hecho. Otro que hizo gran escándalo fue Mario Vargas Llosa, español de nuevo cuño que renunció a su ciudadanía peruana. En realidad, referirse a lo dicho por él es perder el tiempo.”
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