Censura a Mark Twain
¬ Humberto Matalí Hernández viernes 2, Dic 2011Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
Es muy difícil comprender la
naturaleza del Dios de la Biblia, tal
es la confusión de sus contradicciones…
Mark Twain. | Cartas de la tierra.
No es nada oculta la doble moral, hipócrita sobre todo, de los habitantes y autoridades de Estados Unidos. Pero cometen un abuso y atentado a la literatura. De pronto decidieron que Mark Twain en sus obras es discriminador y racista. Por lo tanto, es necesario censurar sus novelas y cuentos. Eso es peor que lo escrito por el genial novelista.
A esos falsos liberadores no tardarán mucho en pedir que la obra de Edgar Allan Poe también será sometida a la censura en narraciones como “El escarabajo de oro” y los protectores de animales reclamaran la destrucción del poema “El cuervo”, una de las joyas de la Humanidad. Desde luego “Tarzán” de Edgar Rice Burroughs, será quemado en la hoguera por los fundamentalistas de la modernidad.
Hay una novela, muy breve, escrita por Mark Twain (1835-1910), que seguro todos los grupos y organizaciones religiosas pedirán sea destruida, porque convierte a Luzbel, en un benefactor del hombre al enfrentarse a Dios.
El propio autor de este breve relato, afirmó que nunca se publicaría, ya que el tema no nada fácil y sobre todo ofende a las mentes de buenas costumbres, a los fanáticos creyentes del cristianismo y catolicismo. Fundamentalistas capaces de negar la Teoría la Evolución de Darwin y la igualdad de las razas de los cinco continentes, violentos partidarios de la supremacía blanca, criollos latinos, que condenan la libertad de sexo y el derecho al aborto, junto con la igualdad de las mujeres.
Tiene razón el humorista Twain, que volvería a fallecer de vergüenza y de risa al enterarse que hay un jefe de Estado mexicano, que cita el nombre Dios en vano, al distribuir culpas entre la juventud por su falta de creencia divina, como el motivo para consumir drogas. Muestra de que los intolerantes y fundamentalistas (sic por el pleonasmo) se disfrazan de líderes tecnócratas y globalizadores, y poco disimulan lo conservadores y creyentes en un Estado laico.
Consciente de la difícil publicación del texto, Mark Twain casi destruyó su manuscrito, que por fortuna se salvo, para unos 30 años después de la broma a la Divinidad, aparece el editor que da a conocer las cartas enviadas por Luzbel a sus hermanos arcángeles, sobre la vida en un pequeño planeta llamado Tierra, del universo invento del Creador, a donde fue enviado, en castigo por desobediente, unos años de tiempo celestial. No menciona ningún castigo eterno.
Con extraordinario sentido del humor, el autor de “Tom Sawyer” y de “Las aventuras de Huckleberry Finn” y “Un yanqui en la corte del rey Arturo”, y más de 50 novelas, relatos y cuentos, algunos de excelente humor como “Diario de Adán y Eva”, escribe las cartas de Luzbel o Satán a sus hermanos celestiales, para definir la creación de Dios, llamada hombre: “Por ejemplo: Ha imaginado un paraíso, y dejó fuera del mismo el más supremo de los deleites, el éxtasis único que ocupa el primerísimo lugar en el corazón de todos los individuos de su raza -y de la nuestra: ¡el contacto sexual!”.
Y el juicio de lo divino y de lo humano desde el punto de vista del más estricto y humorista juez, como es Satán llega al extremo de describir las inconsciencias y torpezas cometidas en la limpieza que fue el diluvio, donde Noé tenía la orden de proteger por encima de todas las especies a una en especial, la causa del mayor orgullo divino: las moscas, pero por encima de esos insectos están los microbios y bacterias. Hechas por la mano creadora con el único objetivo de enfermedad, molestar y asesinar al hombre, que en su torpeza y estupidez se considera la máxima creación de Dios, porque lo reinventa y adora siempre y nada más le cambia el nombre y la forma. Pero es el torpe e irresponsable creador, al que los hombres adoran y nunca culpan.
El personaje satánico de Mark Twain se transforma en benevolente defensor de la especie humana creada por Dios, pero duro y soberbio al juzgar el trabajo del Divino. Lo hace para marcar las imperfecciones y torpezas incorporadas al hombre por su Creador.
Llega al extremo de presentar a Jesús como víctima de los juegos del Creador, que más que pretender salvar a la humanidad, lo único que intenta es divertirse con los conceptos religiosos. Situación a la que agrega como ejemplo el diluvio universal, donde Twain hace descripciones extraordinarias de los errores físicos, zoológicos, en ingeniería y navegación cometidos por Noé y sus huestes al construir el arca.
Respecto condena al hombre y al creador por boca de Luzbel: “La historia humana está enrojecida de sangre en todas sus épocas, y cargada de odio, y manchada de crueldad; pero después de los tiempos bíblicos estos rasgos no han dejado de tener límites de alguna clase. Aún la Iglesia, que se dice derramó más sangre inocente desde el principio de su supremacía, que todas las guerras políticas juntas, observa el límite. Pero notan ustedes que cuando el Señor, Dios de Cielos y Tierra, Padre Adorado del Hombre, está en guerra, no hay límite. Él es totalmente inmisericorde…”.
En la última parte del pequeño libro, que apenas sobrepasa el centenar de páginas, Twain lleva a juicio, “Las Bienaventuranzas” y las califica de “inmensos sarcasmos”, a las que no hacen caso ni el Divino Creador y menos la especie que se autonombra la máxima creación de Dios.
Es difícil encontrar este texto del humorista Mark Twain, porque como pronosticó en vida: “Este libro no se publicará nunca, hacerlo sería una fechoría”. Lo escribió en 1909, un año antes de su muerte, pero sometido a la censura, se prohibió su publicación hasta 1940. La primera edición en español es de 1968, hecha en Argentina. Hay ediciones españolas recientes que llegan a México.
De continuar la estupidez gringa, que es copiada por todos los gobiernos, no tardaremos situaciones similares mientras gobiernen los panistas y la ultraderecha yunquista, en actuar con estulticia similar con éstas y muchas obras literarias y poéticas más.