Navarra a caballo • II
¬ José Antonio López Sosa jueves 1, Nov 2018Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
(Segunda parte)
Pamplona, España.- Cuando miramos al caballo como un simple animal o, una bestia de carga, casi siempre obedece a la cotidianeidad que la vida urbana nos regala un días tras el otro. Luego de andar por los caminos navarros, de cabalgar y trotar, pudimos comprender que el montar a caballo va por mucho más allá.
No sólo es el medio de transporte que los mongoles descubrieron en su tiempo, tampoco sólo la forma en que los conquistadores españoles recorrieron nuestro continente en el siglo XVI, es una instrínseca conexión entre el animal y el ser humano, parte de la historia de la humanidad ha sido escrita sobre el caballo. Así, entre senderos y montes, de pueblo en pueblo, el escenario navarro nos permite esa reflexión entre viñedos y castillos centenarios.
Pasamos por el pueblo de Javier, donde el legendario Francisco de Javier (luego San Francisco Javier) nació, creció y se hizo a la misión con destino a Asia. El castillo donde nació, de origen musulmán y tradición navarra castellana, se conserva intacto y la devoción de la gente por este buen amigo de San Ignacio de Loyola y, confundador de la Compañía de Jesús —la más irreverente de las órdenes católicas— es creciente.
Pernoctamos en el Monasterio de Leyre en Yesa, un legendario sitio que aún es ocupado por monjes el cual, en una parte ha sido transformado en hotel, permitiéndonos llegar a caballo y dormir dentro de una de estas edificaciones con toda la espiritualidad y mística que implican. Los monjes hacen cantos gregorianos por la mañana y por la noche, los visitantes podemos escucharlo y disfrutarlo.
Así debe haber sido la vida hace siglos, entre monasterios, castillos, pueblos andando a caballo de un lado al otro, teniendo el equino como amigo cercano, vaya, como un famiiar que acompaña el paso y establece una conexión con el jinete. Ese es el principal atractivo de la experiencia del turismo ecuestre, esa mística, ese sentido de pertenencia al pasado y esa oportunidad de imaginar todo lo que estos caminos, senderos y colinas han visto a lo largo de los siglos.
El dolor crece en las piernas por la inexperiencia, pero las ganas de seguir montando cada vez son más, el cariño a Menta, la hermosa yegua que nos lleva aumenta. Los mitos y leyendas entre España y México se diluyen y la vida pasa muy suavemente desde la silla del caballo.
Así llegamos a Pamplona, como lo hacían los caballeros hace siglos, de eso hablamos mañana…. (Continuará).