Congruencia, la mejor aliada del poder popular
Francisco Rodríguez miércoles 3, Oct 2018Índice político
Francisco Rodríguez
Dice el escritor catalán Vicens Castellano que ser congruente no es una alternativa de fin de semana, no se trata de ser congruente de vez en cuando; es un estilo de vida. Ser congruente significa estar 24 horas del día y siete días a la semana, haciendo aquello que debe llevarte adonde quieres ir.
Pero no se trata de hacer cualquier cosa… sino más bien de emprender aquel conjunto de acciones que van a llevarte hacia adelante. Tampoco se trata de hacerlas una vez y olvidarse para siempre… sino más bien de hacerlas de forma regular y sistemática. De no cesar hasta haber alcanzado el objetivo.
Emprender la acción por sí misma no garantiza el éxito. Podrías estar haciendo toda la vida la acción equivocada y no conseguir llegar adónde quieres. Por ello, es importante evaluar periódicamente si te estás acercando o no a tus objetivos. Si es así, sigue en el empeño y, si no, busca una forma alternativa.
La congruencia de un hombre está en relación directa con el tamaño de su empresa vital. Es muy común que en el curso del camino desfallezca, se desista o se maree al alcanzar la altura de un ladrillo. La mente humana es demasiado voluble, está sujeta a todos los caprichos y lisonjas. Es difícil ser congruente, sobre todo en la política.
Cuando alguien ha perseguido toda su vida el objetivo de dirigir un país como el nuestro, sabe a qué toro se enfrenta. Conoce casi todos los obstáculos que tendrá que sortear, se prepara a conciencia para todos los peligros y sinrazones. Calcula día con día lo que será el espacio de su mandato. Tiene soluciones prácticas.
Ha observado detenidamente a todos los actores y las feligresías políticas que le han llenado su vida de estorbos. Sabe cómo piensan y, en todo caso, cómo reaccionarán ante la eventualidad de ser derrotados. Ha experimentado todos los peligros y las capacidades atroces de los aparatos de represión.
Su única aliada es la congruencia. Esa capacidad del espíritu para adaptarse a los retos desconocidos y descifrarlos con la ayuda de una forma de ser y de conducirse. Es difícil que alguien le enseñe algo nuevo. Sobre todo, alguien de los que se han portado exactamente igual a todos sus adversarios.
La congruencia es un ave rara. Es difícil de encontrar entre los que se dedican a la cosa pública, por lo general acostumbrados al disimulo, la gesticulación y la mentira, arropados por aparatos publicitarios y de represión que hasta hace muy poco tiempo eran efectivos. La congruencia acaba con lo obsoleto. Es epónima, inaugura y define una época.
En todos lados, la gente se pregunta por qué las decisiones políticas han llegado a tal grado de imprecisión y locura. Las pasiones personales por encima de cualquier razón. Los intereses monetarios de las camarillas, por encima del Estado.
Los favores, coronando las ambiciones de los insaciables, del tipo cercano a la depredación. Los amigos íntimos, cabalgando sobre las debilidades personales de quienes ostentan la mayor responsabilidad, traicionando la confianza de los electores, si de verdad existieron, si su voluntad fue efectivamente cierta.
Ahí es donde la congruencia hace la abismal diferencia. Regida por los avatares de la sensibilidad y la moralidad, la política es la más celosa y trágica de las profesiones. Exige de los que la emprenden todos los sacrificios, la entrega, la disciplina, la lealtad y el sentido de la proporción de las cosas.
En las tareas políticas es común que se pierda el mínimo sentido de la proporción y la justicia con los gobernados, y lo que es trágico, para sí mismos. Horacio lo llegó a decir: el político es el principal homicida de sí mismo, porque no muere sólo una vez, sino varias veces en el día.
Los poderosos sin preparación de la voluntad de poder llegan a entender las verdades como agravios, y se llevan entre las patas a quién se encuentre a su paso. La política y su correlato, el poder omnímodo, no está eximida de ser el escenario de historias de odio y de locura, de vida y de muerte. A menudo las lágrimas son la última sonrisa del poder perdido.
El poder presidencial, el que debería ser el custodio de la armonía social, el responsable del orden, la barrera del respeto, el límite de la truculencia, el desdoro, la corrupción y los abusos, la última instancia de la justicia, la varita mágica de las negociaciones ha quedado reducido a escombros.
Formados en un ejercicio unidimensional del poder, los presidentes mexicanos han sido criados para robar, reprimir y asesinar, complicitados con las peores claques de la delincuencia han roto todo precedente de delitos para aferrarse a su concepto muy especial del poder. Amos y señores del prevaricato, el peculado, el chantaje y la muerte, se han pasado de la raya.
Así como nunca se había visto en México un aparato gubernamental tan incompetente y voraz, ignorante y rupestre como el actual, que ha tenido como insignia una maleta ensangrentada, repleta de dinero sucio, carente de razón. Dispuestos a repartir la copa entre los de la peor ralea, hoy deben enfrentar el juicio de la historia.
La tolucopachucracia ha demolido las bases del Estado. Lo han convertido en una fosa inmunda, en una caricatura ridícula de su propia sombra. Los actuales palurdos del sistema naufragan el barco y rematan los saldos de la catástrofe entre mercachifles locales y extranjeros, entre buitres revestidos de fruncionarios.
Los periódicos y las opiniones radioeléctricas, sobornadas, compradas y chantajeadas, realmente complicitadas, mercan sus primeras planas, y sus líderes de opinión por grandes sumas para cantar loas a los insurgentes del estiércol, a los deturpadores de la honestidad, a los bombarderos y represores de las conciencias.
Y todavía preparan toneladas de inmundicias para cubrir la retirada de quienes quieren irse de rositas. No quieren darse cuenta de que el estado de la opinión pública de la gran mayoría de los mexicanos ya no vive en las cuevas de la mentira fácil, de la extorsión, de la venta de huachicoleo informativo.
Así como todo lo descrito, los mexicanos menores de noventa años de edad, jamás hemos presenciado la llegada al poder de un hombre congruente con su pensamiento y sus acciones. De alguien que no le tema a los aparatos de poder y que no sucumba ante las lisonjas. De alguien que ha sido investigado hasta el tuétano para encontrarle alguna falla que desencante a los ciudadanos.
En el corte de caja de la presente administración, de alguna manera hay que llamarle, los que se van y quieren llevarse hasta los clips, deberán ser cuidadosos en reservar los presupuestos destinados a la entrada y el arranque del nuevo régimen. Podrían caer fácilmente en ésta, que puede ser su última tentación.
Y entonces sí, ¡adiós Nicanor! Deben entender que están jugando con fuego y recordar que la congruencia es la mejor aliada del poder popular.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: En plena retirada, el altivo Luis Videgaray reconoció que el sexenio de EPN fracasó en materia de seguridad pública, pero omitió el enorme fracaso de las políticas neoliberales que él condujo a rajatabla, sin la menor emoción social. También autocrítico reconoció la derrota del PRI –dicen los corresponsales en Madrid, España—, pero omitió aceptar que, entre otros, él metió varias veces el pie a José Antonio Meade, pues no digería que él no hubiese sido el “dedeado” por EPN para ocupar la candidatura presidencial priísta. Se va a la iniciativa privada, pero no porque él así lo desee, sino porque ya no tiene cabida en el nuevo esquema de Nación por el cual votamos 30 millones de mexicanos. Si por él fuera, seguiría mamando de la ubre presupuestal. ¿Será de los llamados a cuentas por la justicia? + + + Es casi seguro que al iniciar este 3 de octubre los pilotos de Aeroméxico se hayan ido a huelga. La tozudez de la empresa —que reporta enormes ganancias a sus accionistas— y las políticas de contención salarial de las autoridades a las que representa Roberto Hampa, fue mayor que el justo reclamo de la Asociación Sindical de Pilotos de Aviación. Los ciudadanos son, como siempre, quienes pagan el pato. + + + A propósito del acuerdo comercial EU-México-Canadá, Bibi Villavicencio dice no entender –aunque en realidad comprende mejor que muchos— “¿cómo quedamos con China y el TTP? Estados Unidos no está en el Tratado Transpacífico, y supuestamente China es un país proscrito comercialmente.” Un experto en temas comerciales responde: “Todo está en la base de que Trump quería cambiar las reglas de la Organización Mundial de Comercio, del TTP, del TLCAN y, claro, con China. El gobierno de México es rehén de sus propias urgencias. Canadá consiguió mantener una gran parte de los lácteos a salvo, pero cedió en parte de las controversias. El tema TPP es delicado porque habrá que ver que lo que entra vía TPP no es mexicano y eso impactará en los porcentajes del nuevo USMCA, al que equiparo con los Marine Corps. Parece que nos dicen que si no cumplimos nos mandan a los marines… Pero creo que dejar fuera el aluminio y el acero también es gran victoria de Trump porque los coches están hechos de eso en gran parte. Adicionalmente es importante ver que el tema de tipo de cambio puede ser una moneda para aplicar sanciones por dumping de terceros países. Con Corea Trump presionará a Japón por el tema nuclear. Y con Europa a China. ¡Ah! y con Rusia a Europa. En fin ajedrez geopolítico muy interesante…. Que el líder del Partido Demócrata en el Senado haya dicho que nunca le gusto el TLCAN y que apoyaba la modificación hecha por DT, te da la idea de que ni Hilaria ni Trump nos habrían perdonado nuestros amores con China y con Asia o, mejor dicho, los amores del equipo de Herminio Blanco y Emilio Gamboa. Lo peor es que, cuando teníamos la posibilidad de haber arreglado a los migrantes, los dejamos solos. ¿Dónde están los migrantes que juraron defender en este Acuerdo? La nación esta donde están los nacionales, pero para estos la nación esta donde están sus cuentas de banco. Y deja que se vean los famosos acuerdos y cartas paralelas… te apuesto que el tema de seguridad nos dejara fríos.”
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