Fin a los privilegios de los “fruncionarios” públicos
Francisco Rodríguez viernes 21, Sep 2018Índice político
Francisco Rodríguez
Dentro de la chusca lista de los “mitos geniales” —Pedro Aspe dixit— deben subrayarse no sólo el combate al desempleo y a la pobreza, también la transparencia, el acceso a la información, la rendición de cuentas y el servicio civil de carrera, entre muchos más. Meros sonsonetes de la caterva de pillos que asolaron la administración pública los últimos decenios pripanistas.
Los efectos perniciosos de la burocracia dorada no sólo se limitan a las grandes tajadas presupuestales destinadas al fagocito de esa nata de inservibles, se extienden al daño causado en la eficiencia y la pérdida de tiempo infligida a la población en su conjunto. Había que parar esta sangría de inútiles. Ya era tiempo.
Como en México todo se pierde en la bruma de los intereses, de la “inteligencia” para medrar, y de las “buscas” de la burocracia de cuello duro, independientemente de sus sindicatos, se ha formado una gruesa capa de favoritos que es necesario y urgente despedir con tambores de piojito.
La alta burocracia no está bien comprendida. Es un mayúsculo y variopinto tejido de motivaciones, formado por personajes igual de cansados, igual de inanes, de imparables. Los dinteles de la gloria le parecen poco a esa camarilla, así como a sus suplicantes y gestores. Es casi inabarcable la cuenta bufa de los impostores.
Los efebos de Echeverría y los churumbeles de López Portillo inauguraron la época de los indeseables. Carlos Salinas de Gortari llegó a la cima de estos mentirosos y farsantes, Zedillo remató y el panismo priísta arrasó. Peña Nieto ha sido realmente insuperable: los destrozos, incuantificables. Todos los excedentes presupuestales de la Nación se gastaron en sueldos de privilegiados, moches y embutes de cualquier género.
La cauda de doctores de pacotilla graduados en universidades patito del exterior, con tesis y exámenes a modo, acrecentó la cuenta de la infamia, todos formados en la ideología de Robert Lansing, quien siempre recomendó invadir nuestro país con la ayuda de esos mentecatos. Gruesas sumas de dinero de los fondos públicos en las becas de esa traición.
Marta Sahagún, Margarita Zavala, La Gaviota, cual más, cual menos, filtraron a sus familiares y favoritos en el contratismo gubernamental para el manejo de las nóminas y los favores de sus coletos. Crearon feudos, cotos exclusivos para su beneficio. El ejemplo cundió. Frente a eso, nadie pudo
Acudamos a la historia. En la etapa superior del Imperio Romano y durante todo el periodo del régimen bizantino, la burocracia operó como cuerpo autónomo, dotado de reglas propias para la elección del personal, el ascenso y la detención de cargos. La burocracia fue el contrapeso a los frecuentes y violentos cambios en la cúspide de la pirámide del poder.
Durante el feudalismo europeo, alrededor de la aristocracia, sacerdotes, burgueses y campesinos, se organizaron auténticos intereses de clase, superiores a los meros grupos de presión de diversa naturaleza. Así pasó en el Egipto de los faraones, en los Estados islámicos y también antes de la Restauración Meiji y del mandarinato chino.
Todos, detentadores informales del poder. Hasta estudiosos del tema como Karl Loewenstein se declararon incompetentes para descubrir el tejido impenetrable de esas oscuras cavernas de manipulación y enredos. La eminencia gris detrás de todos los tronos aparecía disfrazada como protegido del emperador, del gran visir del sultán, del shogun, del mandamás, del rana en el Nepal, de la amante del Rey Sol o del favorito del gerifalte de la tolucopachucracia.
Lo que pasó con el toluquismo no tuvo nombre: el Estado fue reducido a la administración y al monitoreo de los asuntos burocráticos. Todos los jefes monitorean lo que hacen los subalternos, y estos lo hacen hacia abajo. Gana el que logra hacer la grafiquita a colores del resultado de la pantalla para presentarla al jefe cuando llega de jugar al golf.
Cuando a alguien escogido entre los llegados de Toluca se le encargaba un asunto demasiado pesado de monitorear, siempre había un alma caritativa con minúsculo sueldo de jefe de oficina o departamento que se encargaba de aliviarle su preocupación inicial.
Se trataba de administrar los problemas. Así administraron la seguridad, el secuestro, el empleo, la inversión local y extranjera. Si en vez de utilizar la palabreja “administrar” se sustituyera por “monitorear”, se acertaría, tocaríamos la diana.
El titular del Ejecutivo hace como que observa los cuadritos y bolitas de los power points que los subalternos le enseñan, cuando tiene a bien recibirlos, no se les vaya a ocurrir buscarlo cuando está en otros menesteres. La consigna es: todo se arregla solito, para qué estorban. Atrás de ellos, la pesada burocracia, la que sí trabaja. La que reporta los embutes. Así fue siempre, argumentan.
Adelgazar al Estado no es la respuesta por sí misma. Se corre el riesgo de que alguien confunda reducir por abdicar de sus funciones, como siempre ha ocurrido. No. Se trata de recortar al 70% de burócratas demasiado bien pagados, por encima de su capacidad. Y, además, exigirles a los sustitutos cuentas constantes sobre su desempeño. Se trata de adelgazar y eficientar. La gente está cansada de que sus impuestos se vayan por el caño de la corrupción y la indecencia.
Quitar a los ignorantes del timón. La actual parálisis judicial, legislativa y gubernamental deriva en los colapsos de los sistemas económicos, financieros, educativos, políticos, culturales, sociales y morales. No hemos salido del embrollo planteado por el liberalismo finisecular porfirista.
El tamaño de los burócratas favoritos del pripanismo es descomunal, fuera de toda lógica, fuera de toda proporción de eficacia y eficiencia. Pocos gobiernos pueden darse el lujo de tener ese colchón de paniaguados que dicen pretender dirigir un aparato pesado de diez millones de burócratas.
El mundo burocrático de los privilegiados escapa a toda comparación con el resto de la economía, se escurre ante cualquier medición real que se haga del mercado laboral y del índice de percepciones de ingresos. Acapara una derrama real de cientos de miles de millones de pesos que ahoga la prestación de servicios sociales, imprescindibles para el colectivo.
Los beneficiarios nominales son los empleados de cuello blanco. La alta y aristocrática burocracia de los megasueldos y prestaciones estrambóticos, de los viajes de placer, aquéllos que hacen realidad la maldición de Benjamín Franklin: han cometido el error de “consagrarse demasiado a los negocios públicos”.
El grueso de los burócratas vive al día, sufre para llegar al fin de quincena. Son miembros de una legión de seres que ocupan el basamento de la pirámide de inequidades, del monumento a la desigualdad perniciosa, corrupta y todoabarcante.
Improvisados, parientes, cercanos, confidentes y favoritos, nacieron para fagocitarse el presupuesto a como dé lugar. Requisito fundamental: no saber leer, hablar, escribir, pensar y ordenar. Divisa fundamental: obedecer, cobrar y callar. Negarse a cumplir con cualquier examen del servicio profesional de carrera.
Por eso, la burocracia mexicana está considerada en los primeros lugares de corrupción, ineficiencia y deshonestidad en el mundo. Y lo peor, es que la burocracia mal pagada no tiene la culpa.
Eso tenía que acabar.
Y está a punto de suceder, luego de que en la Cámara de Diputados se aprobara hace una semana la Ley Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos para regular sueldos y prohibir que cualquiera de ellos supere las percepciones del Presidente de la República, una de las promesas de campaña de Andrés Manuel López Obrador.
Bien. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: Sin autor visible, en WhatsApp circula el siguiente texto que da idea de los privilegios de la dorada (y ratera) clase burocrática: “Me estoy enterando que las pensiones que da Banxico a Zedillo, Carstens, Guillermo Ortiz, a Miguel Mancera y (a) 881 mexicanos más son aún más altas que las que perciben los ministros de la Corte, se les conoce como “Pensiones Doradas”. Banxico desembolsa mensualmente 68 millones 825 mil pesos tan solo en pensiones a economistas, actuarios y abogados entre otros, muchos de ellos por el simple hecho de haber trabajado eventualmente en esa institución… ahora entiendo por qué las declaraciones de ayer de AMLO acerca de que si llega a haber una crisis económica será por culpa de Banxico y no de su gobierno. Muy probablemente, hubo un desencuentro en la reunión que tuvieron la semana pasada AMLO y Alejandro Díaz de León, actual gobernador del Banco de México que, dicho sea de paso, gana alrededor de 400 mil pesos mensuales, mismo que se verá reducido por abajo de los 108 mil pesos, a raíz de la aprobación de la nueva Ley de Remuneraciones que Morena tuvo a bien aprobar en la Cámara de Diputados. Seguramente no llegaron a ningún acuerdo en dicha reunión y ahora se sabe que Banxico está conspirando en contubernio con la empresa Black Rock (ya hemos comentado aquí acerca de esta poderosísima empresa Black Rock y sólo para que se den una idea de su poderío, si Black Rock fuera país, sólo Estados Unidos y China estarían por arriba de ella económicamente hablando. Black Rock está enojada porque el rescate que hará AMLO de Pemex afecta enormemente a sus intereses), para crear miedo en los mercados financieros y la percepción en la opinión pública en general, difundiendo la idea de que cuando llegue Andrés Manuel al poder todo va a estar peor: caerá el empleo, habrá más inflación y caerá también el crecimiento económico del país… esta es tan sólo una muestra de las resistencias a las que se va a enfrentar Andrés una vez que asuma el poder y ahí es donde más presentes nos tendremos que hacer nosotros porque no va a ser ni remotamente fácil. Ya lo llevamos al poder, ahora hay que acompañarlo y no dejarlo morir solo. ¿Queríamos un Cambio Verdadero? Bueno, pues ahora hay que atorarle a los madrazos. AMLO nos está demostrando que él no se raja, nosotros tampoco.”
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