Los partidos… la prevaricación de la política
Francisco Rodríguez martes 28, Ago 2018Índice político
Francisco Rodríguez
En sus ratos lúcidos, los comentócratas se quejan de que hayan desaparecido las franquicias políticas de oposición. Es cierto. Sólo quedó lo que tenía que quedar de acuerdo con el mandato popular del voto masivo en favor de todos los candidatos de Morena a cargos de representación popular. Es una mayoría legítima, aplastante y esperanzadora. No lo pueden creer ni los elegidos.
La realidad mexicana de los últimos noventa años habla de un sistema de partidos políticos diseñados desde el poder o desde los conciliábulos de la oligarquía. Cuando el gobierno empezó a vislumbrarse como un aparato de reivindicación, surgieron de inmediato los opositores, a gusto de los reclamantes de mayores tajadas.
Los clanes de la revolufia pensaron de inmediato (1929) en crear el PNR callista, una organización al servicio de los mandatarios y financiada y apoyada por todos los clanes. Tuvieron que desaparecer 800 partidos políticos locales de otros tantos caciques armados, para erigir una sola voluntad a cargo del oso y el pandero.
Obviamente, la respuesta no se hizo esperar. Los industriales de Monterrey —utilizados por los políticos sonorenses para afianzar las reformas frente a los gabachos— renuentes a reconocer la facción triunfante en la Revolución, forzaron no sólo a la firma de los Tratados de Bucareli, sino a la creación del Partido Acción Nacional en 1939, para funcionar como contrapeso al poder omnímodo de los jefes.
La agrupación partidista de la derecha no surgió como un reclamo de ningún sector popular lastimado por las acciones revolucionarias, sino como un aparato al servicio de los potentados regiomontanos. Recuérdese si no el apoyo del PAN al general Juan Andrew Almazán en su intento por hacerse del poder máximo.
Como la idea tuvo éxito, pronto el país se llenó de franquicias y de grupos de interés, cada quién con su partido. Empezaron a desfilar el PARM, los sinarquistas, los socialistas populares, los de afirmación mexicana, los del clero católico y todos los que usted pueda imaginarse. Todos chocaron con la maquinaria estatal que, a partir de ahí, no volvió a dejar títere con cabeza.
El milagro mexicano de la estabilidad, el crecimiento y la gobernanta tuvo como puntal protagónico a una estela de partidos comparsa del oficial que sabían muy bien de qué lado tenía que mascar la iguana. Los acuerdos sólidos, los candidatos comunes, los objetivos orgánicos, todo, en beneficio de la facción triunfante.
En la era moderna, los partidos que surgieron a la palestra, así como los candidatos de muchedumbres surgieron de desgajamientos de las franquicias principales. El PMT, PST, PFCRN y PRD, de dislocaciones de organizaciones de izquierda espartaquistas, laborales, socialistas campesinas, y priístas inconformes con el modelo neoliberal de la tríada De la Madrid – Córdoba -Salinas, dispuesta a desaparecer todas las funciones reivindicadoras del Estado. Los movimientos ciudadanos, lamentables.
Todos los partidos políticos que han existido en México a lo largo de un siglo de obediencia, sumisión y manipulación patriotera han sido formados a contrapelo del ciudadano. No hay uno solo que no haya tenido la bendición o el sursum corda del aparato de poder y de los grupos financieros en boga.
El remoquete de “entidades de interés público” es un apodo de moda. En el fondo no hemos avanzado un milímetro. Aparte de que toda organización ha tenido mandos verticales, toda organización se ha dudado sobre el capricho o la necesidad del hombre fuerte. La oligarquía partidaria, dice Michels, acaba por destruir las posibilidades de la democracia.
Desde el libro La idea del rey patriota, escrito en 1738 por Henry St. John, vizconde de Bolingbroke, afanoso miembro del partido Tory, los partidos estaban destinados a ser antisistémicos y a promover fracturas irreparables en los Estados. O se ponían al servicio del rey, o no servían para nada, apuntó el vizconde.
Manuel García Pelayo, el creador del concepto “Estado de partidos”, lo justificó argumentando que sólo ellos podían proporcionar los inputs, o elementos activadores, la movilización electoral, la gestión y canalización de las orientaciones ideológicas y la sistematización de las demandas sociales.
Giuseppe de Vergottini, teórico lombardo del constitucionalismo, identificó la iniciativa popular, el plebiscito, la revocación del mandato, el referéndum legislativo y las candidaturas independientes como los instrumentos de contrapeso a la naciente partidocracia, allá por los veinte del siglo pasado.
La corrupción de la vida pública, la falsa orientación educativa de los ciudadanos, la regimentación innecesaria de la vida cívica, la exaltación de patrioterismos y nacionalismos rupestres han sido posibles debido a la influencia de los múltiples partidos y su dependencia umbilical con los dineros presupuestales.
Condiciones inequitativas de competencia, oficialización de preferencias partidarias, monopolios de la información política estatal, actitudes excluyentes y discriminatorias de intolerancia política han sido manipuladas ostentosamente por partidos y mecenas en busca del poder absoluto.
La desproporción en los modos de financiamiento para los partidos consentidos sobre los de oposición, el acceso preferente a los medios de comunicación masiva y la información adelantada de decisiones políticas cruciales de los altos mandos, fueron siempre decisivos para ganar todas las elecciones.
La fuente del financiamiento es nuestro bolsillo. Una cantidad espeluznante de fondos públicos que sostienen una burocracia parasitaria y demandante al interior de los partidos, con acceso preferente a todos los beneficios y concesiones de los negocios del Estado. Más el apoyo monetario de los órganos ejecutivos del aparato, así como de las arcas gubernamentales de las entidades, y ayuntamientos donde son mayoritarios.
Más los fondos de todos los ramos del gasto social del presupuesto que se aplican con absoluta inverecundia terminal a todos ellos. Bueno, lo que no entra previamente al peculio del mandatario. Un saqueo indiscriminado y letal. Para colmo de lo anterior, todavía nadie ha sido procesado por prevaricar con la política. Cosas veredes…
Mientras nosotros observamos ese saqueo inmisericorde en nuestros recursos, los próceres partidistas hacen un desgarriate en la feria de los repartos. En Monterrey y Guadalupe, Nuevo León, el PRI cometió el último asalto en despoblado de su infame existencia. Arrebató sin argumentos el triunfo de los candidatos panistas. Hizo cera y pabilo de la confianza ciudadana.
En el colmo, el PES y el PT, salvados de la desaparición por los morenistas, se han desgarrado las vestiduras para pedir, aun obstaculizando todo, mayores prebendas en registros perdidos y en candidaturas nylon que sirvan para acrecentar el presupuesto a demoler por los próceres de sus dirigencias.
En un sistema político como el mexicano, donde los partidos han sido hechos al capricho y el modito del hombre fuerte, sólo cabe esperar que éste respete la voluntad ciudadana, deje fluir libremente las expresiones de clases, regiones y sectores que quieran agruparse para funcionar como oposición responsable, y no imponga los criterios de Estado sobre las necesidades de la opinión pública.
Acompañemos siempre todos los pasos que se den para el empleo, la justicia, la redistribución del ingreso, la defensa de la soberanía y la independencia nacional.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: La legitimidad del triunfo de Andrés Manuel López Obrador fue el acelerador que llevó a que ayer se haya alcanzado la firma de un tratado comercial con los Estados Unidos. Las pláticas estaban estancadas, pero a partir de la copiosa votación a favor del hombre de Tepetitán, el 1 de julio, y de la actitud afectuosa de Donald Trump hacia el Presidente electo, cambiaron las cosas. Bastaba ver, ayer, una imagen del Ejecutivo estadounidense, sentado en el Despacho Oval frente a los negociadores mexicanos, para ver las caras de funeral que lucían Luis Videgaray e Ildefonso Guajardo, contrastando con la sonrisa del representante de AMLO en las negociaciones, Jesús Seade. Ahora, el Senado de la República, con mayoría de Morena, tendrá en sus manos la revisión punto por punto del instrumento. + + + El escribidor ve tantas críticas al próximo gobierno –por cuestiones baladíes, en la mayor parte de los casos— que se le antoja que hay quienes quieren que los cleptócratas toluquitas sigan indefinidamente en el poder. Eso se llama masoquismo. + + + Houston, we have a problem! La salud mental de Enrique Peña Nieto ya es altamente preocupante. Basta escuchar y ver sus spots más recientes para percatarse de que el pobre tipo vive en una realidad alterna, muy distinta a la que padecemos todos los mexicanos. Uno a uno, sus pretendidos “logros” son en realidad monumentales fracasos. Lo bueno es que ya se va. Dentro de 95 laaargos días.
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