Honestidad y justicia, antes de que nos matemos a pedradas
Francisco Rodríguez lunes 27, Ago 2018Índice político
Francisco Rodríguez
Menguado de sus escasas facultades, Enrique Peña Nieto comprobó en cadena nacional que es un individuo enfermo, azotado integralmente por el mal endémico de la corrupción. Dijo, para incrementar la capacidad de azoro, que el sistema es perfecto, sólo que Meade como candidato no funcionó.
La explicación esquemática del problema es producto de su ignorancia supina, del desconocimiento cabal de su paso por esta tierra, de su falta de merecimientos para haber ocupado el honroso cargo de dirigir a los mexicanos.
Jamás pudo aceptar que el rechazo y el hartazgo hacia su sistema de gobierno, junto con cualquier candidato de ese establo, fracasarían de igual y vergonzosa manera. La corrupción no es un fenómeno cultural de este país, sólo la muestra de que el ejemplo del todopoderoso gobernante atiza sus efectos proditorios. De la deshonra que hemos padecido los mexicanos.
Cual contraste, Macarita Elizondo Gasparín recordaba en días pasados el portentoso caso de aquel gobernador de Tamaulipas, Magdaleno Aguilar Castillo, surgido de las luchas campesinas de Lucio Blanco, quien ejerció el poder de manera justa y honesta durante el período más convulso de la Patria. Sólo guiado por la intuición, la honradez y la ayuda de sus escribanos.
Y es verdad, según Ramón Durón, divulgador del Filósofo de Güemes, fue muy puntual: “Con los problemas, haz como los perros con los postes… Los olfatean, les dan una vuelta, los mean y se van”. En México, las facultades omnímodas que se conceden al gobernante deben funcionar también para poner el ejemplo.
El fenómeno cultural, que los toluquitas han explotado para justificar la codicia y la ambición de enriquecimiento en modo turbo jamás podrá explicar las aberraciones cometidas contra la soberanía nacional por un grupo de descastados que han paseado por el mundo nuestras vergüenzas más lastimosas.
Nos quedan demasiadas armas culturales para resistir el embate de los embaucadores de toda estofa. Puede ser la gran tarea del presente mexicano, amenazado por ignorantes de dentro y de fuera. Estamos llamados por la coyuntura histórica a refrescar el gran esfuerzo de construcción de este país.
Y es que todo intento de exaltación nacional ha sido un proceso de rebeldía anticolonial, que siempre ha disgustado a los favoritos y a las capas sociales que todavía insisten en preservar toda dependencia estructural. Eso es lo que hay que demoler. Recordar los formidables testimonios de nuestra cultura e identidad.
Las verdaderas hazañas de los ancestros próximos y lejanos y la conciencia de la tierra, que debemos plantar muy hondo para afirmar nuestra identidad frente al mundo de una vez por todas. Rescatar los insondables secretos de la cultura y las aristas de nuestra auténtica antropología.
Todos estamos obligados a ponernos la pila. La prensa, la radio, la televisión, las redes sociales deben constituir vehículos de la integración nacional y enaltecimiento de la vida en común y de sus valores. No es necesario hacer política ficción cuando existen infinidad de problemas que pueden ser resueltos con mínimos de ética y de imaginación.
Adecuar los argumentos a la realidad social, orientar al pueblo para que adquiera conciencia de la necesidad imperiosa de su transformación económica, social, laboral y cultural. Destacar los frentes de lucha primigenios: el campo, la fábrica, la escuela, el trabajo.
Propiciar desde el poder y estimular el estudio de la realidad nacional y de nuestra intrincada y generosa geografía. Contribuir a desarrollar la capacidad de organización, redistribución de los beneficios y aprendizaje de las tecnologías de punta entre las clases olvidadas. Porque todos vamos en el mismo barco.
Promover y difundir el conocimiento de los valores entrañables, folclóricos y artísticos del país, con objeto de estimular las expresiones auténticas de la cultura nacional y latinoamericana, como un primer paso para recuperar las raíces comunes, la solidaridad humana y dirigir la mirada hacia nuestros iguales.
Difundir los valores universales de la cultura hacia todos los sectores, clases y regiones, a través de permanente interacción como una labor principal, dentro de la larga cadena de perfeccionamiento democrático y de olvido de los enclaves enajenantes que nos condicionaron e indujeron a la sumisión.
Todo país emergente requiere de la participación de los ciudadanos en los procesos de producción y en la toma de decisiones políticas, máxime cuando han sido masacrados por una guerra civil no declarada oficialmente de 300 mil muertos.
Debemos detener a todo costo la cifra de analfabetas, de desnutridos y de hambrientos que pululan sin destino por el territorio… establecer la presencia de mejores oportunidades de trabajo, de una más justa distribución de los ingresos, de una mayor afluencia a las fuentes formativas de la cultura popular.
La cultura es un derecho político por excelencia, no el origen de la corrupción. La libertad cultural debe ser entendida como el reforzamiento de la cultura colectiva sobre la problemática del país en que se vive. Si no es así, se trata sólo de una apariencia, de un decorado en el rincón de la sala. Dinero tirado al caño.
Los grupos que sustentan el poder deben defender y respetar la conciencia política del pueblo. Es quizá el primer paso para salvarnos del naufragio. El ejemplo del gobernante es clave en estos momentos de México, puede ser sin duda el catalizador del progreso. Impactar e todas las áreas y quehaceres del desarrollo nacional con justicia y paz.
A los mexicanos nos agobia la corrupción endémica. Un sistema de complicidades dirigido por un puñado de ignorantes en el poder, un macabro don de convertir en detrito todo lo que tocan. Un ejercicio sistemático por desaparecer la conciencia nacional de todo un pueblo, que hoy se encuentra en pie de lucha.
Acabemos con el producto descastado de una trama de intereses y complicidades que se nutren de la desinformación y el abandono cultural de la población más necesitada. Poner un alto definitivo a una manera de ser que definitivamente no es nuestra.
La bandera de la honestidad puede ser el buen comienzo que los mexicanos esperan del nuevo gobierno. Sea por el bien de todos, antes de que nos agarremos a pedradas. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: ¡Ouch! Esa declaración del Presidente electo sobre la ineficiencia de la Policía Federal es otro golpe directo a Miguel Ángel Osorio Chong y a los poco más de cinco años que estuvo encargado de dizque atacar a la inseguridad que cada vez más asuela al país. ¿Qué hizo el hidalguense en esa y en otras áreas que le correspondía atender? Nada. Osorio dedicó más tiempo a permanecer en su casita de placer —Campos Elíseos y Rubén Darío— y a hacer cuentas con su hombre de los dineros, Jorge Márquez Montes, que a llevar a cabo las tareas para los que fue contratado. Lo peor es que lo dicho por AMLO es consecuencia directa de su charla con los aún titulares de la Defensa y Marina, quienes deben tener al ahora pastor senatorial de la menguada fracción parlamentaria priísta en el peor de los conceptos. + + + ¿Cómo está eso de que el gobernador chiapaneco no va a dejar la gubernatura de Chiapas antes del 1 de septiembre? El hijo de mami, Leticia Coello, fue electo senador plurinominal por el Verde y, en consecuencia, no puede tener dos cargos de acuerdo al 62 constitucional que a la letra dice: “Los diputados y senadores propietarios durante el período de su encargo, no podrán desempeñar ninguna otra comisión o empleo de la Federación o de las entidades federativas por los cuales se disfrute sueldo, sin licencia previa de la Cámara respectiva; pero entonces cesarán en sus funciones representativas, mientras dure la nueva ocupación. La misma regla se observará con los diputados y senadores suplentes, cuando estuviesen en ejercicio. La infracción de esta disposición será castigada con la pérdida del carácter de diputado o senador.” + + + Lo dicho: EPN es un individuo enfermo, ajeno a la realidad. Apenas twitteó: “Me voy con la satisfacción de que el México que entregamos hoy es mejor que el de hace seis años. ¡Gracias!” Lo único cierto del aserto es que, sí, ya se va.
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