Ningún fraude valdrá contra la indignación popular
Francisco Rodríguez miércoles 13, Jun 2018Índice político
Francisco Rodríguez
La inmensa mayoría ya entendió el mensaje. En el momento en que Ricardo Anaya declinará a su campaña presidencial —igual que hiciera Margarita Zavala Gómez del Campo de Calderón— para favorecer al candidote José A. Meade, simplemente abandonaría a su suerte a su coalición y sus integrantes votarían por López Obrador. Y ahí sí, los partidos coaligados y las franquicias independientes, se convertirán en cascarones. Lo que nunca debieron dejar de ser.
Quienes promueven la caída de Anaya no han entendido que los mexicanos desean un gobierno serio, que siquiera exista. Porque es lamentable lo que hemos visto hasta ahora, surgido de las catacumbas del PAN, del PRD y del PRI más su fauna de compañía. Han producido en las últimas décadas regímenes que no ejercen, ni controlan nada. Y así, tampoco sirven para nada.
Les falta lo que al carrizo: alma. Les falta sentido, rumbo, objetivo y mando. No son un gobierno, sino un club de ambiciosos, depredadores y aferrados a un poder prestado. Gente mantenida por el pueblo que están ahí porque sencillamente no saben hacer otra cosa. El ejemplo es Enrique Peña Nieto.
Si acaso algunos tratan de desquitar los sueldos, desmedidamente altos para una población en la quiebra económica, son los mandos medios que se sientan frente a la computadora para monitorear lo que esperan que hayan hecho los que están más abajo, y reportarlo a sus jefes, para cuando éstos tengan tiempo de verlo.
En eso se han gastado los miles de millones del presupuesto y de la deuda externa, contraída para sufragar los estipendios de escándalo y las reclamaciones salariales de sus favoritos sentimentales, mientras sus verdaderos jefes, los ciudadanos de a pie, exigen una respuesta a sus insatisfechas necesidades apremiantes.
Después de décadas de simulación y gesticulación la inmensa mayoría se ha dado cuenta que nunca han controlado nada. Todo les pasa desapercibido, no tienen interés alguno en interponerse ante los poderosos que avasallan, sólo consienten en silencio y omisión, a cambio del pago de esos favores.
Han convertido a México en el país de la selva. No hay controles sobre la alimentación chatarra, ni sobre el comercio abusivo, ni la salud, ni el transporte, la rendición de cuentas ni el trasiego de narcóticos. Sólo un gobierno patrimonialista que extiende su corrupción hasta dónde llegue, hasta dónde encuentre algo mal acomodado que se pueda robar.
Un gobierno a control remoto, que es testimonial, por decirlo de algún modo, sobre los precios de productos del campo y de las mercancías consumibles, de los carburantes, de los servicios educativos, de los expedientes judiciales que se venden al mejor postor, de las cámaras legislativas que se han convertido en un auténtico garito.
Omiso y alcahuete en los salarios de hambre, en las contrataciones outsourcing que violan los derechos laborales, en la seguridad privada de los empresarios que superan el número de guardias de la seguridad pública, de los que los dirigentes máximos del sector privado, en complicidad con la Primera Gaviota, son los coyotes, como es el caso del líder del Consejo Coordinador Empresarial.
Han atiborrado, por la vía de la representación proporcional las cámaras de Diputados y Senadores con tipos de la peor ralea. Defraudadores y delincuentes de todos los fueros que sólo están ahí para evadir la acción de la justicia, para blindarse de la venganza de sus víctimas. Para sostener verdades históricas, que más bien son farsas ridículas y altamente punibles.
Protegen los actos proditorios, los intereses más bajos, las consignas más pueriles. Todo lo que atente contra el decoro, la dignidad y la coexistencia pacífica de los ciudadanos. Se han convertido en el enemigo público número uno de la decencia. Por eso, irán para afuera, por mucho tiempo.
No sólo han sido un gobierno de indeseables, de incompetentes e ignorantes, sino una casta de asesinos y narcotraficantes que traicionan repetidamente a la Nación y la han expuesto a una carnicería de opinión internacional, donde el nombre de México es motivo de sorna. Véase si no el reportaje de The New York Times, donde se acusa la complicidad de Peña Nieto con Odebrecht.
La complicidad con los enemigos de la patria, el encubrimiento a Lozoya, Meade y Videgaray, protagonistas estelares de ese chiquero, revelan un sistema más corrupto que cualquier régimen latinoamericano, donde los culpables, incluso presidentes, han sido llevados ante la justicia por escándalos insoportables de corrupción petrolera.
Y para detener los alaridos de los paniaguados espantados por la llegada al poder de López Obrador, las principales empresas de inversionistas extranjeros aclaran que sería mejor tratar con los funcionarios económicos del nuevo régimen que con los voraces actuales en el pandero. El país sufriría menos, afirman a los cuatro vientos.
El Bank of America, la inglesa Oxford Economics y la suiza UBS han reiterado su confianza a la elección del hombre de Tepetitán, así como la certeza de que podrán operar en óptimas condiciones con las mayorías legislativas de Morena en las cámaras de Diputados y Senadores. Digan lo que digan los loros radioeléctricos y los textoservidores de la letra impresa.
Porque si al interior del país ya estamos cansados de los crímenes, de la corrupción y de los dislates, en el extranjero están igual. Ya no ven el momento de sentarse a acordar con un gobierno serio, de auténtica transición democrática. Lo vienen diciendo desde siempre, pero aquí no lo sabíamos.
Nada de sobresaltos en el tipo de cambio, en la devaluación, en el alza en tasas de interés, en la fuga de capitales. Estos se darían, afirmaron si a Peña Nieto se le ocurre hacer fraude . Son sólo fantasmas creados por los grupos de interés que desde el extranjero hacen parlotear a los charlatanes, a los mandarines que en mala hora se empoderaron y amenazan con dejar el país en la cuarta pregunta.
Los regímenes pripanistas que hemos padecido han borrado el valor de la palabra, la fuerza de las promesas al futuro, para hacer prevalecer la corrupción, la apariencia y la mentira.
A pelearnos entre nosotros mismos por imponer sus caprichos, su voluntad y el dominio absurdo para manejar la incompetencia, el predominio sin sentido, sin brújula, sin destino.
Así que hagan lo que hagan en el INE y en el Trife, las machicuepas están cantadas. Ni la compra de credenciales de elector, ni el manipuleo del número de boletas electorales, ni la compra de representantes en casilla, los salvará del veredicto popular: este arroz ya se coció, pésele a quien le pese.
El mar de fondo, la marea incontenible de la indignación mexicana han de triunfar en contra de los mentecatos y abusivos pripanistas en el poder prestado.
¡Todos a votar el primero de julio!
Índice Flamígero: Rastrero, servil con el PRI, con EPN, con Videgaray y con Meade se mostró Ernesto Cordero, al acudir a la PGR a hacer la tarea que debieron realizar Nuño o cualquier otro “estratega” del war room tricolor. Dice que actuó como ciudadano al denunciar a Ricardo Anaya por lavado de dinero. Así, interpreta que su cargo de presidente del Senado de la República es intermitente. A veces sí. A veces no. Ante la indigna actuación del ex precandidato panista a la Presidencia cabría recordar al ya fallecido Pedro Zorrilla Martínez, quien alguna vez dijera a este escribidor que él no dejaba de ser gobernador de Nuevo León “ni bajo la regadera”. Lamentable. Muy lamentable. + + + Durante todo el día de ayer, previo al tercer debate presidencial, por todo el territorio corrió la versión de que, para evitar su encarcelamiento —y el de varios miembros de su familia— Anaya declinaría en favor de Meade. Que le maniobra en la que participó Cordero, representando al verdadero PRIAN habría tenido ese objeto. De haberse concretado, pues de hablaba de que tal se daría durante el encuentro de Mérida organizado por el IFE, ahí sí que tal sería la forma más canalla de encumbrar a Meade… al segundo lugar.
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