PRI y PAN nos siguen faltando el respeto. Y si los dejamos…
Francisco Rodríguez martes 12, Jun 2018Índice político
Francisco Rodríguez
México debe echar al caño a los vendepatrias neoliberales que han entregado el país al extranjero. Ha sido muy alto el precio que hemos tenido que pagar por no cumplir con las elementales obligaciones cívicas consciente y decididamente. Debemos expulsar desde ya a los que le han faltado el respeto al pueblo. Nos han empinado a una vorágine mundial, donde no tenemos para dónde hacernos.
La desesperación de los halcones republicanos por gravar con excesivos aranceles todo el comercio exterior, grita por un Estado capitalista salvaje que está rompiendo los oídos de los países industrializados. Por ese camino, lleva el rumbo de ser expulsado de todos los organismos de comercio internacional. Los Estados Unidos ya no tienen cabida en el mundo.
Menos nosotros, pues en México los neoliberales criollos se ajustan a todas sus fórmulas, y estamos a la cola en las posibilidades de negociación. No estamos invitados y el tamaño de nuestra economía nos impide hasta defendernos. Nos han quebrado, con la condicionante de que tronaremos primero que ellos. Es la ley de la vida: el hilo re revienta por lo más delgado.
Trump ha enseñado el cobre ante el Organismo Mundial de Comercio, la Organización del Atlántico del Norte, la OCDE y el Grupo de los 7 países de mayor desarrollo económico del mundo. Y nos lleva entre las espuelas, porque estamos uncidos a ese cabús, gracias a la falta de pundonor y el abandono del crecimiento, en función de sus moche$ y del pago a su abdicación.
No tenemos cara para reclamarle a nadie. Somos víctimas de nuestra propia corrupción y de la ignorancia por elegir modelos de desarrollo acordes con nuestra condición de país subdesarrollado. Y todavía se atreven los mandarines a criticar a los competidores punteros en la liza presidencial por no estar preparados para la sumisión que según ellos se necesita. Como aquí se dice siempre, ¡hágame usted el refabrón cavor!
No tenemos viabilidad propia. El sistema hacendario, inequitativo y regresivo, es insultante e ineficaz. El mercado interno está destrozado por las ventajas comparativas de que goza cualquier empresita autorizada para llevar al baile a nuestra planta productiva. Los alientos económicos para crecer brillan por su ausencia. Los extranjeros y los ricos-ricos de aquí son tratados como reyes por el sistema fiscal, aduanero y comercial.
No tenemos una sola plataforma industrial que sea la base para intentar un modelo de desarrollo secundario. Todo gira alrededor de una economía de bajos salarios dentro del sector terciario, de servicios, que obedece a sistemas de comercialización extranjeros. Con remuneraciones indignas y capacitación inexistente.
Vivimos sometidos a un Imperio en caída libre al que, para colmo, le debemos hasta la risa. Ningún indicador económico se fragua en nuestra tierra. El valor de la moneda, el ritmo de la inflación, de los intereses crediticios y la devaluación constante son mediciones ajenas e insoslayables. Trabajamos para ser cada día más pobres.
Estados Unidos ya perdió la competitividad en las industrias robótica, automotriz, satelital, bélica terrestre y doméstica frente a Europa, Rusia, China y Japón. Los países europeos constituyen un contrapeso que opaca el proyecto monocorde y unipolar de Washington. Somos su única y real zona de influencia. Aquéllos a los que puede regañar y someter.
Fuimos los líderes latinoamericanos hasta antes de que los países del Cono Sur, destacadamente Brasil, se convirtiera en uno de los principales modelos de desarrollo agropecuario, uno de los tres graneros del mundo. Ya todos nos ven de arriba a abajo, y se burlan de nuestras tradiciones y de nuestra palmaria indefensión.
Después del ridículo de Trump ante los organismos internacionales, poco a poco asistiremos al aumento vertiginoso de las tasas de desempleo y de las constantes presiones inflacionarias en todas latitudes. En un entorno de constante descenso de los índices gabachos de producción, causa y reflejo de la saturación de los mercados…
…del encarecimiento galopante de los insumos productivos y la estrechez de los canales financieros… ante el derrumbe del dólar, se ubicará una cerrada lucha que se presentará en un mundo desesperado donde los viejos aliados serán los encarnizados enemigos. Para colmo, en donde las constantes fricciones provocarán involución, desempleo y desestabilidad en los países pobres, como el nuestro.
Después de los osos internacionales del mamarracho Trump, los intercambios comerciales entre los países industriales ya no podrán sostener su propia expansión. Y la cooperación entre los países pobres estará más estratificada y determinada por el grado de desarrollo relativo, la ausencia de ventajas comparativas y la posesión de recursos naturales que sólo respondan a algunas estrategias de mercado furtivo.
En ese escenario se impondrá al fin la necesaria uniformidad de criterios para solucionar una megacrisis mundial desterrando el salvajismo capitalista. De ello depende que sigamos o esquivemos en conjunto el camino de la regresión económica, hacia la agudización del hambre, la sed y el desierto. Mejor vamos empezando ya.
En México, por lo pronto, es inaceptable que el sector terciario de la economía, el de servicios, registre el mayor índice relativo y absoluto de empleo. Los gruesos flujos del presupuesto, los subsidios públicos y las deudas contraídas con el gabacho financiero han ido a parar al barril sin fondo de la ineficiencia, la baja productividad y la distorsión de la economía.
Sobre todo, cuando los dueños locales y los prestanombres de las firmas comerciales extranjeras argumentan que las inversiones para el desarrollo social no son redituables. Para ellos sólo existe un camino: liberación de precios y devaluación monetaria como condición sine qua non para la abundancia de oferta.
La próxima llegada de un gobierno popular y democrático debe impulsar la participación política, acatar la voluntad de la mayoría, disminuir efectivamente los índices de pobreza, desempleo y lograr un reparto equitativo de la riqueza pública con una orientación invariablemente nacionalista, aunque se quejen los intelectuales —por cuales— proclives a la globalización.
Lamentablemente, los teóricos del neoliberalismo de petate fueron los mismos que ayudaron al aparato público a desmantelar el Estado y el campo, junto con todas las actividades primarias, pesqueras, mineras y de transformación. En cuarenta años cambiaron la faz del país, produciendo millones de mexicanos errantes y extraños en su propia tierra, sin patrimonio ni destino. Llegaron para arrasar.
En el terreno político y social se creyó poder echar a andar sin consecuencias históricas una maquinaria de totalitarismo político para reducir al adversario a su mínima expresión. Crearon instituciones contrapuestas, entorpeciendo la solución de las necesidades apremiantes del pueblo.
Llegaron al extremo de polarizar la sociedad, centralizando las funciones estatales más insignificantes pero provechosas para apartar del sistema a los dirigentes de las comunidades indígenas y rurales. Creyeron que la simple modernización horizontal significaba cumplir con los mandatos constitucionales de equidad.
Copiaron modelos extranjeros creyendo que por sí mismos resolverían cuestiones que emergen de nuestras propias raíces. Despreciaron la cultura, la alfabetización y el amor entrañable por la tierra, rasgo fundamental del mexicano.
Se entronizo un pequeño grupo social que pospuso de forma sistemática el papel y la acción del Estado nacionalista, con raíces populares y democráticas. Eso tendrán que pagarlo. Pero en cautiverio. Desde ahí podrán ver con sus propios ojos cómo se equivocaron y cómo le faltaron el respeto al pueblo. ¡Todos a votar el primero de julio!
Índice Flamígero: Nuevamente, el maestro universitario Jaime Pérez Dávila, como coordinador de sus estudiantes de Comunicación en la ENEP-Acatlán, recupera en un libro la investigación que llevaron a cabo. AMLOfobia se titula. Y como dice su portada, es un manifiesto contra la intolerancia. Esto, a partir de que los simpatizantes de López Obrador “han sido llamados feligresía irracional… medida de la miseria humana… perrada… pejechairos… pejezombis… legión de idiotas… chavistas… populistas...” y otras linduras. Es un estudio serio, donde se analiza detalladamente la polarización que vivimos en el país.
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