Quieren anular la elección… y generalizar el desastre
Francisco Rodríguez miércoles 16, May 2018Índice político
Francisco Rodríguez
El gobierno de Peña Nieto no entiende que la población ha descubierto su verdadero juego: utilizar los debates de campaña como simples pretextos para manipular las encuestas que cada operador político manda a pagar a modo. Muy pocas mediciones revelan lo que pasa en los mítines a lo largo y ancho del país: la decisión ya tomada del cambio de régimen. La mayoría juega a tomar el pelo del respetable.
Ya no caben gesticulaciones ni pruritos de miedo a lo que acontece. Este año el pueblo ya decidió. No queda más que aceptar el veredicto.
Y quienes “no entienden que no entienden” apuestan por la anulación de la elección y por la guerra civil que ello desataría. Ellos apuestan por el sistema económico y financiero que sostiene a Donald Trump.
Esos personeros del sistema se resisten a aceptar que ya murió el viejo régimen. Fueron demasiadas las oportunidades que la población otorgó como cheque en blanco para los hegemónicos priístas y sus palafreneros panistas de las últimas décadas. La gente grita a pecho abierto sus preferencias y arriba hacen como que oyen algo diferente. Insisten en el fraude o, cuando menos, en la anulación de las elecciones.
Si en las encuestas de opinión serias el puntero aventaja con más de 20 puntos a su segundo lugar y con más de 30 puntos al tercero, esto ya no tiene caso ni dudarlo: la población ha optado por entregar la banda presidencial a alguien diferente. No sólo eso, también la mayoría en las cámaras federales, los congresos locales y las gubernaturas en juego.
Estamos ante lo ineludible: el cambio no sólo es de presidente, lo es del Poder Legislativo, de los poderes locales y del régimen en su conjunto. Es otra manera de abordar los problemas del país. Presidencialismo, sí, pero de otro color, de otra textura, con fuerza popular, con afanes nacionalistas, con visión de futuro, con distinta moralidad.
Pretender la anulación es jugar con fuego, sí. Es mucho más que eso. Es generar batallas de baja intensidad para ocultar la verdadera guerra civil y política que México sufre desde que los descastados optaron por entregarse al exterior y subastar los bienes del pueblo, en aras de su enriquecimiento personal e insondable. El voto les estorba. Ellos ya decidieron, con sus amos neoyorquinos y aún creen que aquí sólo nos toca apechugar.
Ellos quieren seguir robando. No es una frase hueca, ni consigna de campaña. Es la realidad. El pueblo está harto de simulaciones y estafas. Quiere saber si hay una luz al final del camino. Quiere oír de valores, de intentos esperanzadores, de otra forma de ser.
Nadie cree en las cifras ñoñas que rondan en los parámetros de veinte o treinta puntos para el más adelantado y con una mega cifra de 75% de indecisos inexistentes que sólo sirve para hacer el caldo gordo de los candidatos imposibles, aquéllos que ya jamás podrán repuntar su condición de perdedores ante un pueblo miserable que ya quiere soluciones efectivas y distintas a las acostumbradas durante medio siglo.
El fantasma de la anulación electoral, en manos del Tribunal Federal Electoral y del INE, ambos órganos ilegítimos, es la amenaza para cualquier esperanza popular. Lo peor es que no hay remedio. Ante una decisión de ese tamaño, los legisladores procuraron, y las autoridades decidieron que sigamos siendo agachados, sin posibilidad de impugnación jurídica.
Es la verdadera espada de Damocles. La que los encuestadores pagados creen que pueden usar a su antojo ante cualquier reclamo. Si no, todavía está la otra: la fuerza de la represión y el salvajismo que ordenan la Ley de Seguridad Interior, la imposición de la sospecha razonable y las reformas al 1916 del Código Civil que equipara a la mentira con la verdad para castigar a los informadores y periodistas críticos e incómodos, todos estos ordenamientos decretaros desde los Estados Unidos para seguir imponiendo todos los caprichos. Al precio que sea.
Los temas del segundo debate se asemejan más a una discusión bizantina frente a lo que la población clama en las calles, los pueblos y las ciudades. La gente se pregunta si aún es tiempo de perder las oportunidades de acción ante marquesinas de neón que sólo aplazan los ánimos. No es posible tanta estulticia.
Los candidatos apergaminados se pasan los tiempos que deberían ser de campaña ensayando sus poses y palmitos ante los asesores de imagen, cual si fueran pruebas de casting para telenovelas, respondiendo a cada pregunta de los asesores y amanuenses con argumentos previamente aprobados por su padrinos.
Es un espectáculo ñoño que no responde en manera alguna a lo que está pasando en este país, urgido de medidas radicales y profundas contra el hambre y la miseria. Un espectáculo a la medida del circo mediático de las preferencias manipuladas, de las campañas de beneficios monetarios para periódicos y periodistas dizque profesionales. Un escenario para merolicos.
Cualquier observador con dos dedos de frente que visite los campamentos políticos de los adversarios en campaña se da cuenta de inmediato de qué lado están las voluntades, hacia donde apunta la necesidad del cambio del país. El México profundo está decidido a hacerse respetar por cualquier medio.
El cambio de régimen político empieza necesariamente por desterrar la corrupción y la impunidad política, verdadera causa de todas las desgracias que han sumido al país en una guerra civil insoslayable. El maridaje del sistema con los cárteles delincuenciales del trasiego de la droga ha sido aceptado por tirios y troyanos.
Hasta un informe reciente de la DEA da cuenta de que las rutas de los camiones repletos de amapola guerrerense tenían como destino las bodegas de Chicago, donde los distribuidores gabachos iban a regarla por todo su territorio. Los únicos que se niegan a aceptarlo son los cómplices del narcotráfico, los mismos que mandan desde Los Pinos. Ellos, los supuestamente poderosos se conforman con seguir matando a los periodistas que lo descubren.
Y es que ya no es posible ocultar la participación de las fuerzas armadas en la que seguro fue una masacre en Iguala con víctimas de la Normal de Ayotzinapa, tampoco en la de Tlatlaya, ni en la de Tanhuato o todas las que usted recuerde. Es un hecho comprobado que usted y este escribidor lo comentamos desde el día que los sucesos se desencadenaron. Era evidente y macabro.
Pero para combatir el cáncer de la corrupción, para aminorar las tendencias de la masacre civil que se ejecuta a diario contra nuestro pueblo es preciso cambiar de régimen político. Es necesario enfrentarse con toda la vergüenza a las causas que la originaron. Quitarnos la venda de los ojos. Pasar página a la historia.
¿Esperar que esto lo hagan los panistas y priístas comprometidos con los sucesos? Es ilógico y descomunal. Ofende sólo pensarlo. La receta de anular la elección en curso es altamente peligrosa. Constituye un suicidio colectivo sin nombre. Esperar otros 250 mil muertos o quizá más. ¿Estaría usted dispuesto a que sucediera?
No hay de otra que tomar la boleta y ordenar el cambio de sistema político. Apostemos por el cambio, por la política y por la paz. Cerremos las puertas a la masacre. Es la hora. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: Las instrucciones que recibieron los textoservidores y los loros del espectro radioeléctrico se siguieron al pie de letra. Garrapatearon unos, vociferaron otros: ¡El puntero es el culpable de que el dólar haya subido de precio! ¡Que vaya adelante en las encuestas es la razón de que el peso se haya devaluado (otra vez)! Pero no. Los responsables en realidad fueron Ildefonso Guajardo y Wilbur Ross, quienes el lunes prácticamente se dieron por vencidos en la renegociación del TLCAN, pese a la reunión que ese mismo día sostuvieran Donald Trump y Justin Trudeau —sin la presencia de EPN— en un intento de concretar los acuerdos. La revaluación de la moneda estadounidense también pesó. Todo esto con información seria de financieros serios quienes también dieron a conocer que, ayer, el dólar abrió e la jornada al alza frente a divisas emergentes, en particular contra la lira turca que está en mínimos, el efecto en otras monedas de este tipo es generalizado con lo que el peso ya se ubica nuevamente cerca de las 19.90 unidades al mayoreo. Al término de la jornada bursátil cerró en 20 pesos con 20 centavos. + + + Para que la cuña apriete… fue Enrique Fayad quien organizó las tumultuarias recepciones ofrecidas al puntero en las Huastecas. La hidalguense fue la más nutrida. Quienes saben atribuyen el éxito de tales concentraciones al ex gobernador y ex titular de la Secretaría de Gobernación peñista, Miguel Ángel Osorio Chong. Sigue enojado, pues.
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