Si quitáramos el color
¬ Claudia Rodríguez jueves 9, Dic 2010Acta Pública
Claudia Rodríguez
Escuchar que los adultos de cualquier confín se refieran al color de la piel de las personas y de sí mismos, desde siempre me ha resultado entre incómodo e incomprensible.
Desde pequeña el dilema de referirse a los de tez oscura de diferente forma sin un consenso, me ha llevado a entender que se trata de un asunto de discriminación nata. Morenos, negros, oscuros y hasta afroamericanos, son las salidas para expresar una misma tesis en profundidad, la segregación y la humillación.
Éste es una asunto que se entiende entre cultural y económico, porque los blancos son los poderosos, los que en teoría tienen las puertas abiertas a un sin número de lugares y posiciones y que presupone el mismo color de la tez, una superioridad casi divina.
Discriminar por el color de la piel es un asunto mundial y que incluso se da entre individuos de una misma raza, aún cuando estos sean de piel de morena a oscura.
Cuando leí “La casa del silencio” del turco Orhan Pamuk -ganador del Premio Nobel del Literatura 2006-, entendí que eso de ponerle color a la discriminación es práctica común en cualquier confín de la Tierra y que al igual que yo, puede llegar a plantearse decenas de preguntas sin una respuesta mínimamente acordada.
Ahora que en Nueva York, allá en los Estados Unidos, los taxistas son conminados a discriminar a sus clientes por cuestiones raciales y sobre todo del color de sus pieles, se confirma que la tonalidad de la tez de la humanidad es un pretexto universal para denigrar y defender un coto económico.
Fernando Mateo, presidente de la Federación de Taxistas de Nueva York, de origen latino y cuyo padre es afroamericano -término moderno aplicado al negro-, señaló que a sus agremiados les aconsejaba no dar servicio a clientes negros e hispanos luego de que Trevor Bell, taxista asociado, recibiera seis disparos de un agresor que se identifica como latino.
Cuando por obvias razones políticas y de sensibilidad su mismo grupo racial y muchos de sus agremiados le tacharon de racista, él se defendió diciendo que está “…`pidiendo a los afroamericanos e hispanos discriminarse a sí mismos, entonces, ¿cómo puede llamarse a eso racismo?”. Y aterriza que reconoce que ellos mismos están cometiendo esos crímenes contra su misma comunidad.
Lo que tal vez tendría que entender el señor Fernando Mateo es que los problemas de pobreza, desigualdad y crimen se agravan cuando le ponemos les coloreamos.
Podríamos quitarle el color al lenguaje cuando de individuos se trate y nos evitaríamos muchas luchas y guerras absurdas y viscerales.
Acta Divina… La noche del 2 de julio y madrugada del 3 del año 2006, cuando el candidato panista Felipe Calderón se proclamó vencedor de la contienda presidencial, con base en las encuestas de salida que le ubican apenas por arriba del candidato perredista Andrés Manuel López Obrador; en la sede nacional del PAN, correligionarios y otros más como artistas y empresarios coreaban: “Felipe ya ganó” y “El que no brinque es negro”.