Candidaturas que hacen pensar en que #YaSabesQuién no quiere ganar
Francisco Rodríguez jueves 22, Feb 2018Índice político
Francisco Rodríguez
Cuando las cosas se tomaban en serio, las discusiones que armaban los clásicos republicanos alrededor de una mesa del Café Tupinamba, en las calles de Bolívar del Centro Histórico de la CDMX eran reveladoras. De ahí salieron auténticas joyas de la expresión, como aquélla de que la política era eso que sólo interesaba a los políticos.
El problema se presentó en su cruda dimensión cuando los políticos codiciosos empezaron a tocar las fibras sensibles del tejido social. La política dejó de ser un arte para la discusión y se convirtió en un tema indeclinable de la miseria, la corrupción y el desenfreno de la clase en el poder.
¿Quién no se va a interesar en todo lo que sucede en la política cuando de sus hervores y de sus canastos surgen los atracos endemoniados contra la gente? Nadie puede dejar de lado su preocupación sobre lo que acontece alrededor de ella, máxime cuando las decisiones afectan en lo esencial la vida de más de cien millones de mexicanos.
Todos estamos de acuerdo en recordar a los mártires mineros de Pasta de Conchos después de 16 años de una masacre de trabajadores que además arrasó con la organización y la producción nacional, y que tuvo como principal chivo expiatorio en lo político, al rehabilitado Napoleón Gómez Urrutia.
Pero pocos podemos estar de acuerdo en que para olvidarlos, para zanjar el asunto y para hacer borrón y cuenta nueva, se convoque al principal culpable de esa desgracia, Germán Larrea, a hacer un nuevo Pacto por México para sacar a este pobre país del atolladero en que se encuentra. La memoria histórica de los mexicanos obliga primero a hacer justicia.
Nadie puede estar conforme, sobre todo en esta hora de desasosiego y abandono jurídico, a que para lograr la unidad del país se convoque a los principales miembros de la mafia explotadora a participar en las recetas de un nuevo guisado, cuando la única fórmula que conocen ya hizo escuela, ya consolidó el nicho de la infección nacional.
Llamar a Alberto Baillères, principal prestanombres y verdugo de las concesiones petroleras de las rondas subastadoras de esta riqueza nacional, que ha dejado tirones de soberanía en su loca carrera de ambiciones, es mentar la soga en la casa del ahorcado, ¿no cree usted?
Significa llamar al verdugo para que nos enseñe nuevas formas y procedimientos para acabar de cuajo con la esperanza de vida, para no dejar ni el pasto. Estas experiencias de reuniones tripartitas, gobierno, empresarios y trabajadores, han sido ancestralmente la fuente de todas las displicencias. El aparentar que se hace, para hacer lo contrario.
Están obligando al ciudadano a pensar en emitir su voto no como una reflexión sobre el futuro del país, sino como un verdadero acto de fe, un salto al vacío de lo desconocido, apoyado en la sola esperanza de que el que venga no sea igual que el que se va. Pero no tiene un sustento sano, no tiene un clavo sólido ese enganche a una esperanza inexistente.
El ánimo bonapartista para encontrar la unidad de los mexicanos no debe basarse en una oferta o en una ocurrencia de precampaña para subir el saldo de las simpatías. Necesitamos ser serios. México exige justicia para enjuiciar y procesar a los que se van, pero también cautela para seleccionar a los que llegan, cargados de ambiciones y otras codicias.
No quiere decir ni de lejos que más valga bueno por conocido. Tampoco que por no conocer a alguien, tenga que ser mejor que los que se van de rositas, después de su aquelarre mexicano. La gente está cansada de una esgrima política que jamás ha dejado algo bueno. Quiere hechos palpables, y de éstos, los mejores son la indicación precisa de que se castigará a los culpables de la desgracia.
La gente sabe bien que ellos y Peña Nieto están en primerisísimo lugar de las butacas. De la misma forma en que recuerda la actuación reciente y pasada de los nuevos mandarines que enseñan en la fila de los pretendientes al hueso público. A muchos su pasado los condena, a casi todos los que nos han mostrado, los actos recientes los anulan.
Postulación de Germán Martínez, realmente abominable
Y es que en todos los frentes se están cociendo habas. De nada sirve saber quiénes serán los encargados de operar un supuesto gobierno de Meade. Los conocemos de sobra. Serán los que vengan a darle la última palada a la tumba de este cadáver político priísta… y nacional. Para qué nos los enseñan, si ya sabemos quiénes son.
Pero el desasosiego surge cuando en las otras franquicias nos muestran las mismas fichas, muy jugadas, probadas y reprobadas. Puros tránsfugas de ocasión que estamos seguros llegarán a hacer lo mismo que hoy critican. Su pedigrí se formó en esa ruta. Enviar al Senado plurinominal de Morena a Germán Martínez Cázares, es realmente abominable.
Un tipejo formado por Carlos Castillo Peraza, que abjuró del recuerdo de su maestro para doblegarse al dedo de Calderón Hinojosa y llegar a ser el verdugo de su partido, que tronó en todas las tribunas posibles, columnas firmadas de antemano contra cualquier cosa que oliera a quien es hoy su protector, es realmente execrable. No puede esperarse nada bueno.
Lo mismo puede decirse de un ex gobernador pulquero de lo más rancio del salinismo en Tlaxcala, empujado toda su carrera por José Carreño Carlón, la mano de gato de la infiltración de Agualeguas, tampoco es para regocijarse al sonsonete de la unidad. Álvarez Lima representa algo de lo peor de nosotros mismos.
Creer que los artífices políticos van a ser los autoritarios de siempre, como Manuel Bartlett, creador de uno de los negocios más infames de la historia reciente en manos de las patentes de corso del trasiego. O que Marcelo Ebrard, bajo juicio popular por todos sus desmanes en favor de sus favoritos cubanos en Hollywood, es abusar de la paciencia y de la memoria de los mexicanos.
O que una dama, famosa por sus trastupijes como ministra de número en la Suprema Corte, sobornando y chantajeando a los derechosos tequileros emblemáticos de esa industria, sin alguna idea de cómo atender a los manifestantes campesinos de Bucareli, puede conciliar los problemas políticos del país, es creer que la luna es de queso.
Igual que pensar en que Ricardo Monreal, quien tuvo que declinar la candidatura a jefe de gobierno por la amenaza del video en poder de la PGR donde se muestra recibiendo los 200 millones de Javier Duarte de Ochoa para compensar al PRI en su carrera hacia la gubernatura, puede hoy tomar los bártulos de una nueva embarcación, es simplemente demencial.
Nadie puede estar de acuerdo con esas decisiones.¿ O es que quien las toma no quiere llegar otra vez y está haciendo todo lo posible por seguir pastoreando el gallo sin la lápida que significa la investidura presidencial cruzada sobre el pecho?
El pueblo está exhausto. No soporta ni que la política sea eso que sólo interesa a los políticos, ni que se tome como un juego de birlibirloque para calmar angustias pasionales. La política es aquello que hoy nos interesa a todos. Porque esos jueguitos de poder son los que nos tienen en coma. La Nación hambrienta y sedienta de justicia está de por medio.
¿No la han tomado en cuenta?
Índice Flamígero: Corrupción, corrupción y más corrupción. La percepción de que México es un país corrupto va en aumento en todo el mundo —gracias Enrique Peña Nieto— y es el país peor calificado en este rubro entre los países que conforman el G20 y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), de acuerdo con el Índice de Percepción de la Corrupción 2017, dado a conocer ayer. El índice realizado por Transparencia Mexicana y Transparencia Internacional reveló que la calificación de México empeoró por un punto, pasando de 30 a 29, en una escala que va de 0 a 100, donde 0 es el país peor evaluado en corrupción y 100 es el mejor evaluado en la materia. Esto ubica al país en la posición número 135 de 180 países evaluados en materia anticorrupción. A nivel regional, México se encuentra entre las peores posiciones de América Latina y el Caribe, por debajo de Brasil, Argentina, y Colombia; y ocupando la misma posición que Honduras y Paraguay. Es además el país peor evaluado tanto del G20 como de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Países como Chile o Uruguay, posicionados a más de cien lugares de distancia de México en el ranking, comprueban que la corrupción es un problema institucional en el país. Diversos organismos nacionales e internacionales han subrayado la ausencia de instituciones independientes para investigar y sancionar los grandes casos de corrupción en México. Los datos del Índice de Corrupción se suman a la reciente Evaluación Mutua del Grupo de Acción Financiera (GAFI), que señaló que en México el lavado de dinero aún no es un delito que se persiga de manera proactiva y sistemática, lo cual es un riesgo de impunidad y corrupción tanto para el sector público como el privado. Otra vez, gracias PRI, gracias PAN, ¡gracias!
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