Cuidado: de Gobernación salen los delatores
Francisco Rodríguez lunes 5, Feb 2018Índice político
Francisco Rodríguez
Días antes de su muerte, Richard Nixon solía decir —parafraseando al príncipe de Talleyrand— que Watergate había sido peor que un delito “fue una pendejada”, confesaba . En efecto, inicialmente el escándalo fue una jugada sucia de los fontaneros de la Casa Blanca, hecha a espaldas del presidente… y después fue el aquelarre .
Lo que llevó a Nixon al desastre fueron sus maniobras de encubrimiento y las reiteradas falsedades que transformaron poco a poco en hostilidad la inicial benevolencia de la opinión pública. La cohorte de falsos desmentidos y engaños puede convertirse ante la sociedad en una seria ofensa, mayor que la original que supuso la transgresión a las normas.
La verdad sale más rápidamente del error que de la confusión, solía decir Francis Bacon, el creador de la filosofía empírica en el siglo XVI. Hace 45 años dos jóvenes reporteros del rotativo The Washington Post, Bob Wodward y Carl Bernstein, destaparon una verdad de a kilo.
No por revelar la trama del caso Watergate, sino por relatarle al mundo en Todos los hombres del Presidente cómo las incidencias y delaciones que provocan la inestabilidad y la falta de control de un sistema tienen su origen en los mismos actores que deberían vigilar el funcionamiento correcto de sus indicadores.
Mark Felt, el lógico prospecto a sustituir a Edgar Hoover al frente del FBI, con una carrera de 30 años al lado de este truhán manipulador, fue repentinamente desplazado de la línea de sucesión, pues Nixon se decantó en favor de Pat Gray, un improvisado reclutado entre los soplones de su campaña presidencial.
La pendejada empezó ahí, en esa decisión descocada que no tomó en cuenta ni la experiencia en el manejo de las infidencias y las conjuras del régimen, guardadas desde siempre en el archivo confidencial del aparato delator por excelencia…… ni en la posibilidad de aprovechar los conocimientos de espionaje del llamado Garganta Profunda, Felt, un agente preparado entre las filas de infiltrados en la inteligencia nazi por la Marina estadunidense. La proverbial alineación del rotativo del lado de la ideología del Partido Demócrata hizo el resto.
Mark Felt era un hombre de carne y hueso, con todos los atributos que requiere un investigador de confidencias, de la vida privada de los actores políticos, se había formado al lado del “maestro” Hoover, aquél afeminado que conocía los resortes del sistema político, y las vulnerabilidades que como autodefensa investigaba en todos los demás, como freno de mano, para que no se aprovecharan de las suyas.
Las emotividades de Garganta Profunda fueron revolucionadas al sentir el desprecio del régimen nixoniano en carne propia. Ser desplazado de la posibilidad inminente del nombramiento al frente del FBI desató su ira, sus seres inferiores que lo llevaron a decidir que el mundo se ahogara antes que él, que se sentía el mejor para tal función.
Las habilidades reporteriles de Woodward y Bernstein, dos prospectos irremplazables de The Washington Post movieron a otear lo que ocurre en todos los sistemas, aún en los pedestres, cuando las emotividades de los actores, siempre pretensos de reconocimiento y fama, ocurren cuando se ven amenazados sus intereses.
Y así pasó la revelación de uno de los escándalos proverbiales que dieron vida al juicio público sobre la delación, un fenómeno que ocurre en las entrañas de cualquier aparato de gobierno que basa su estabilidad y las formas de control político en la información sobre los favoritos de la gloria.
Acá, desde el régimen de Miguel de la Madrid hasta la fecha, ése es el papel jugado por los secretarios de Gobernación mexicanos. Manuel Bartlett, al sentirse desplazado por el Presidente en turno, que había decidido por Salinas de Gortari, dedicó sus esfuerzos de control político a revelar lo corrupto e ingrato del sistema que le daba de comer.
Se dedicó a dejar que los conflictos explotaran, para demostrar que su participación al cuarto para las doce era tan necesaria como imprescindible. Nunca pudo lograrlo. Optó por expedir cuantas patentes de corso fueran necesarias al trasiego. Reveló la parte más oscura del aparato público.
Y es que la vendetta política tiene sus orígenes en la deserción de la lealtad, el abandono a toda catadura, el rechazo a la función que lo ha empeñado de por vida a servir a esos propósitos sin posibilidad de llegar a la cumbre. Dicen ellos, los delatores confesos, a brindar por la encomienda y a vengar la falta del premio. Y así ha sido siempre. Los custodios de la información privilegiada tienen siempre a la mano la posibilidad de utilizar lo que tienen documentado para asestar el golpe final a quienes los desprecian. Abandonar su papel institucional por las heridas causadas a su lastimado ego, al fondo de sus debilidades esenciales.
Entre los mastines de un aparato priísta y blanquiazul que compartió el pastel presidencial los últimos 35 años, la posición asumida por Manuel Bartlett hizo escuela. Los detentadores de la información jugaron a la política con las armas que tenían a la mano.
Cuando la gente no sepa dónde se originó la información privilegiada que se hace del conocimiento público, y provoca la falta de estabilidad de un régimen, debe voltear de inmediato a las fuentes del espionaje, a los archivos de la mendacidad, y de seguro encontrará lo que busca. Es una regla infalible.
Tradicionalmente considerada como la fuente de todo lo oscuro, la fuerza indudable de las policías políticas y los centros de investigación de la Secretaría de Gobernación y ahora las secciones de inteligencia del Estado Mayor, de la Secretaría de la Defensa Nacional y de la Marina Armada de México deben estar siempre bajo la sospecha de la delación y la infidencia.
Máxime, cuando los responsables de esos aparatos se sienten agredidos por el sistema, que prefiere premiar a los favoritos de Palacio, a los perfumados de las finanzas, a los escogidos como miembros del primer círculo, antes que a los feroces guardianes de sus estropicios. Premian al mecate, nunca al perro.
El perro debe seguir siendo perro. El mecate tiene una función salvífica: la de convertirse en el mejor argumento para justificar la falta de lealtad de los custodiados con sus guardianes. Bartlett, igual que todos los cancerberos que le sucedieron en el cargo han sido las gargantas profundas de estos juegos de tenebra y desazón.
Osorio Chong juega también a esa especie de birlibirloque, que finalmente es un sinfín irresoluto. Jamás el régimen va a voltear hacia atrás en su carrera loca para agradecer a su fontanero que haya hecho el trabajo que se le encomendó con el premio de la Grande.
Es y siempre será el designado para atender las cañerías. De ahí a la infidencia delatora sólo hay un paso. Pero como también está involucrado en actividades delictivas que, como se comenta en los círculos de los corresponsales extranjeros acreditados en México, se saben en Washington, de donde salen las órdenes para toda sumisión y conducta de la Comisión Nacional de Seguridad, está en un enorme aprieto.
Las infidencias que ha deslizado la Secretaría de Gobernación y los aparatos militares de inteligencia se tienen bien calculadas en los centros de poder. Debido a su entreguismo demencial ya no se mandan solos. Inmediatamente después de colgar los bártulos, tendrán que responder ante una especie de Corte de los Milagros republicana que arremeterá con todos antes de reconocer sus propias faltas.
Mucha de la información que trajo Rex Tillerson hace unos días es producto de las cañerías que tienen sus válvulas de control en Bucareli.
Es el círculo cuadrado de los manipuladores manipulados. Jamás podrán eludir el golpe de La Voladora. Es su espada de Damocles.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Desde siempre, el gobernador quintanarroense estuvo enterado de las actividades ilícitas de su ex tesorero Juan Vergara. Lo sabía cuando éste financiaba sus actividades de campaña. Se lo decían en espacios periodísticos. Siempre fue la comidilla del día. Y ahora resulta que intenta quitarse cualquier tipo de responsabilidad, señalando que la reciente detención de Vergara fue por sus actividades privadas… las mismas con las que avitualló las aspiraciones políticas. + + + Escribe desde Coatepec, Veracruz, don Rafael Segura: “Gracias por recordar y homenajear al insuperable luchador y escritor José Revueltas. Es muy importante recordar a los verdaderos y valiosos representantes de este sufrido país. En el caso de José Revueltas es necesario hacer notar, especialmente para nuestros enajenados jóvenes, otra de sus obras maestras que crudamente describen las ‘delicias’ por las que pasan tantos presos en nuestras cárceles, en la mayoría de los casos inocentes. Modelo todas del trato respetando los ‘derechos e integridad humanos’. Me refiero a su desgarrador libro El Apando escrito cuando fue distinguido huésped del horrendo penal de Lecumberri. José Revueltas es, además, parte de un fenómeno muy especial de los próceres de nuestro país, pues formó parte de una familia de superdotados. Sus hermanos, todos artistas e intelectuales que nos legaron algo, los que ahora el sistema (Francisco Rodríguez dixit) ha sepultado siguiendo las tácticas del nazi fascismo, que aborreció toda manifestación artística que despertara las conciencias del populacho. Recordemos a Silvestre, para muchos el más destacado compositor de música seria de nuestro país. Fermín, otro destacado en las artes plásticas y Rosaura, gran artista cinematográfica que fue más valorada en el cine alemán de su época que en nuestro país. Todos ellos un orgullo para las artes mexicanas, ahora olvidados por haber cometido el delito de ser de izquierda. ¡Tremendo pecado! Una aclaración respecto a su artículo sobre los próceres de los años 60. Jan Palach, el mártir de la malograda primavera checa fue víctima de la opresión brutal soviética de Leonid Brezhnev, no de Nikita Krushev.” Gracias por la corrección, don Rafael. + + + También don Rubén Mújica Vélez se refiere a Revueltas: “Bien por la evocación de un impertérrito Revueltas. Ejemplo de honestidad quijotesca, capaz del sacrificio por México y su futuro. La verdad, desconcierta sobre Heberto Castillo. Pero excelente que ahora, en tiempos de ira y afanes de reconstrucción, traiga a la memoria colectiva el libro sobre el proletariado sin cabeza. Hoy, con muchos años encima, contemplo la esperanza de participar en el afán de transformar a México, con un liderazgo que, cuestionado pero respetado por su trayectoria, en ocasiones temo que camine con una militancia deseducada históricamente y con convicciones apenas frágiles. Pero con estos nuestros bladengues ‘ladrillos’ incluyéndonos, debemos dar la pelea por recuperar nuestra nación y nuestras esperanzas.”
www.indicepolitico.com
pacorodriguez@journalist.com
@pacorodriguez