La prueba del sabor de la desgracia
¬ Augusto Corro lunes 9, Oct 2017Punto por punto
Augusto Corro
Nos llevará tiempo recuperarnos anímicamente de la muerte y destrucción sembrada por los terremotos… pero no imposible. Sí se puede.
Superaremos estos tiempos de desolación. Tenemos el deseo de hacerlo y el apoyo de una sociedad madura a fuerza del infortunio.
Contamos con miles de jóvenes que no se rinden ante la adversidad. Representan nuestro verdadero apoyo. Se multiplicaron para estar presentes en los rescates, en la recolección y distribución de despensas, en las calles en la agilización del tránsito, en las colas para la donación de sangre, etc.
La juventud no escatimó esfuerzos para brindar su ayuda desinteresada a una sociedad afectada por las pérdidas de vida y los daños materiales.
Ahora, debemos cuidar que ese entusiasmo de unidad, de conciencia colectiva, positiva, se canalice para alcanzar mejores condiciones de justicia social.
Los jóvenes de diferentes colonias acudieron al unísono a auxiliar a las víctimas de los sismos. La mayoría experimentaron, por primera vez, el sabor amargo de la desgracia.
Nada los detuvo en su intención de participar en los rescates, hasta que el cansancio físico los obligaba a descansar. Y luego regresar a darle con la pala o mano limpia a remover escombros.
A continuar con el empeño incansable de encontrar a alguna persona con vida en el corazón del derrumbe. A arrebatarle a la muerte a su presa.
Así transcurrió el tiempo para los jóvenes que vivieron en carne propio el infortunio colectivo; pero supieron responderle a México llenos de valentía, voluntad y decisión.
Será difícil recuperar el ánimo ante la dimensión de la tragedia, pero lo lograremos. Ojalá y quienes perdieron a sus seres queridos encuentren una pronta resignación.
LOS DAÑOS MATERIALES
Fueron mayúsculos los daños materiales provocados por los sismos del 7 y 19 de septiembre. El segundo terremoto se encargó de complementar la destrucción. Varios estados fueron afectados por la fuerza descomunal de la naturaleza.
A los estados de Chiapas, Oaxaca, Puebla, Morelos, Estado de México, Ciudad de México, etc., les afectó directamente. Son miles de damnificados en las diferentes zonas geográficas quienes esperan la atención y la ayuda necesarias para reanudar sus actividades cotidianas. Volver su vida a la normalidad. Esa ayuda tiene que ser rápida, oportuna. La llamada sociedad civil tendrá que involucrarse completamente para superar el burocratismo oficial que se tarda en la entrega de despensas, por ejemplo.
Urge el censo de viviendas destruidas o colapsadas para empezar los trabajos de construcción o reconstrucción. Los miles de damnificados así lo exigen porque lo necesitan.
No tienen ningún pretexto las autoridades de todos los niveles para echar a andar la máquina de la reconstrucción. Debe continuar también el esfuerzo de las dependencias, que como el Ejército y la Marina brindaron ayuda oportuna a la población.
APLICACIÓN DE LA LEY
En la Ciudad de México los encargados de impartir justicia deberán investigar hasta donde llegaron los daños de los terremotos y cuál fue la responsabilidad de constructoras, ingenieros, arquitectos, etc., en levantar inmuebles sin tomar en cuenta los códigos de la construcción.
Por ejemplo, las autoridades delegaciones dijeron que se trabajará a fondo para conocer las causas del derrumbe del colegio Enrique Rébsamen, en el que perdieron la vida 21 niños.
Será saludable deslindar responsabilidades y si hay culpables castigarlos con la aplicación severa de la ley. Ya no es posible que en una zona sísmica se construya sin atender los reglamentos que exigen viviendas seguras.
Las autoridades no deben esperar a que una nueva tragedia los obligue a cumplir con su trabajo. El cumplimiento de la ley debe ser estricto. Nada de mordidas para cambiar el uso del suelo, ni construir sin la autorización de autoridades honestas.
Por lo menos en el asunto de la construcción debe erradicarse la corrupción. Y en el presente, sí debe castigarse a aquellos que planearon o proyectaron mal los inmuebles dañados por el sismo.
En el terremoto del 85 a nadie se castigó por los edificios que se derrumbaron debido a su mala construcción. No se investigó a nadie. Nadie fue encarcelado. ¿En esta nueva situación que vivimos va a ocurrir lo mismo? Creo que ahora debe ser diferente. Se deben deslindar responsabilidades y castigar a los culpables. Basta de corrupción e impunidad.