Habitantes de San Gregorio se levantan de los escombros
Nacional martes 26, Sep 2017
“El temblor fue muy cruel. Casi termina con mi familia, porque que mi esposa acababa de salir del súper Neto, que se desplomó por completo y mi hijo caminaba con mis nietos cerca del mercado donde se cayó una barda que mató a varios”.
Pedro Aguilar, de 70 años de edad, hace el recuento de daños sentado en una banca frente a la Iglesia de San Gregorio Atlapulco, en la delegación Xochimilco, cuya cúpula se cayó con el movimiento telúrico.
Aún no puede creer que este pueblo se encuentre entre ruinas, entre escombros y que él haya estado a punto de perder a toda su familia.
“Fue un milagro. Mi esposa -María Ifigenia Pérez- iba saliendo del súper Neto. Tenía unos 10 minutos y curiosamente había ido a comprar una despensa para donarla a los damnificados del temblor en Chiapas y Oaxaca. Apenas había llegado a la casa cuando empezó a temblar. Pensamos que la casa se iba a caer”.
Poco después llegó su hijo con sus dos nietos. Una barda había caído por el lugar donde pasaron.
Don Pedro es originario de Morelia, Michoacán, pero vive en Xochimilco desde hace 40 años; apenas ayer abrió su negocio, una tintorería. “Ni modo, la vida sigue, hay que chambear”.
En día pasados no abrimos porque todo era un caos, pero hay que seguirle”.
En la zona chinampera, por el Barrio de La Conchita, donde el sismo destruyó decenas de casas, Francisco Hernández, camina rumbo a la chinampa donde tiene sembradas flores de cempasúchil y calabazas.
“Aquí el temblor se sintió muy fuerte, como son islotes flotantes se mueven mucho. Yo no había sentido nunca un temblor así, por un momento pensé que la tierra se iba a abrir. Se hicieron olas de unos dos metros que golpeaban la tierra”, indicó el jornalero de 74 años de edad.
“Hoy ya regrese a trabajar, hay que darle. La chinampa no es mía, es de un doctor al que le trabajo, pero había que venir a deshierbar los cempasúchil porque ya pronto es Día de Muertos y tenemos que cortar por esos días la flores”, narró mientras remueve la tierra con un azadón de madera y metal.
Francisco, junto con otros jornaleros, ayudó al rescate de varias personas que vivían en una cañada, una especie de falla geológica que atraviesa San Gregorio y en donde había varias casas que se destruyeron.
“Llegamos corriendo a sacar unas señoras de sus casitas que se derrumbaron. Afortunadamente todas sobrevivieron, sólo con alguna heridas y llenas de polvo y cascajo”.
En el centro de San Gregorio, la zona cero del sismo en Xochimilco, la presencia de voluntarios que en los días posteriores al sismo se contaban por miles, ya es prácticamente nula.
Sólo personal de las secretarías de Marina, de la Defensa Nacional (Sedena), de Salud, la Policía Federal, y del gobierno de la Ciudad de México realizan labores médicas, de remoción de escombros y entrega de despensas y agua.