Parroquia de San Patricio en San Diego, un ejemplo de altruismo
¬ José Antonio López Sosa lunes 7, Ago 2017Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
La ciudad de San Diego, al sur de California, es una de las que tiene mayor población hispana —y sobre todo mexicana—, al sur del estado.
Practicamente del otro lado de la frontera en la ciudad de Tijuana, miles de familias —documentadas e indocumentadas— trabajan para mantener la economía de la ciudad y del estado, sin embargo buena parte de esta gran minoría (que en breve seguramente dejará de serlo), sigue formando parte de una parte vulnerable de la población, tanto en el sentido económico como social, sobre todo si nos atenemos al número de indocumentados y a las políticas adoptadas desde el gobierno del presidente Trump.
En esta columna nos hemos caracterizado por mantenernos al margen de los temas religiosos, sin embargo la comunidad de la parroquia católica de San Patricio, en la zona de North Park en San Diego, ha hecho más allá de la divulgación religiosa, una labor altruista a lo largo de los años apoyando a la comunidad hispana en esta región de California.
En las últimas semanas —por ejemplo— diseñaron una suerte de curso de verano, donde albergaron a cientos de niños cuyos padres tienen que trabajar largas jornadas y que no tienen modo de cuidarles durante las vacaciones escolares. En sus instalaciones recibieron a estos niños con actividades lúdicas y extra curriculares para fomentar la convivencia y sobre todo, los valores de la comunidad latinoamericana en San Diego.
Destaco la labor de María Larios de Sosa, laica que colabora con esta parroquia desde hace décadas y fomenta, con recursos y tiempo propios, este tipo de proyectos, no solo dentro de esta parroquia sino también desde la Association Latino Americana, Inc., misma que preside allá en San Diego.
Pudimos convivir algunos minutos en esta labor, ver la gran cantidad de niños que estuvieron estas semanas fortaleciendo el tejido social latinoamericano, aprendiendo y aprehendiendo los valores familiares de nuestras comunidades en lugar de estar al estilo norteamericano, pasando las vacaciones frente al televisor y rodeados de juegos electrónicos.
Desde esta columna reconocemos el tiempo y dinero que dona la comunidad de esta parroquia, incluídos laicos y securales, para mejorar dentro de sus posibilidades a la comunidad, sobre todo a los niños que al final del día, son el futuro también de aquel país, qué mejor si tienen los valores de sus países de origen.
Este ejemplo del altruismo debiera ser tomado por cientos de parroquias en México.
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