A rendir cuentas
Freddy Sánchez jueves 22, Jun 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
No es lo mismo Morena, que López Obrador.
Como tampoco lo es el PRI y sus figuras emblemáticas, el PAN y sus dirigentes y principales personajes y naturalmente, el PRD y sus líderes y comandantes de sus tribus.
Definitivamente, no es lo mismo, aunque mucha gente piense y crea lo contrario.
De ahí, que lo que ocurra al interior de las organizaciones partidistas (justa o injustamente), seguirá manchando la reputación, no sólo de los que se cobijan tras esas siglas, sino que tales hechos (la descarada corrupción ventilada en foros públicos), afectará cada día más la imagen de los partidos políticos, de la política y los políticos en general.
Tanto se sabe de la doble moral imperante entre los practicantes del ejercicio político (legisladores y ex legisladores, gobernadores y ex gobernadores, funcionarios y ex funcionarios), que la sociedad difícilmente podría ignorar y dejar de repudiar toda esa podredumbre que parece emanar a borbotones en torno a las prácticas deshonestas y tramposas de hombres y mujeres de uno y otro partido, exhibido a cada rato por sus corruptelas internas.
Lo cual inevitablemente desprestigia la lucha por el poder en México, a grado tal que se antoja una gran temeridad meter las manos al fuego para salir en defensa de la reputación de cualquier personaje dedicado a la política.
El descrédito de quienes están dedicados a esta actividad, cunde como las epidemias fuera de control.
De ello, se han encargado de dar cuenta todo tipo de encuestas de opinión en las que regularmente a los responsables de hacer política se lo coloca en el último lugar de confianza y credibilidad.
Las fuerzas armadas y el clero, no libres de críticas y suspicacias, están mejor posicionadas en la aceptación pública que los partidos políticos, que prácticamente se disputan el primer lugar en mala fama con los cuerpos de seguridad.
Y aun así, las guerras entre partidos, cada vez son más intensas con el único propósito de señalar a sus adversarios como declarados y cínicos ejecutores de una amplia gama de pillerías, abusos y desviaciones de poder.
Todo ello, obviamente, encubriendo el afán de perpetuarse en los cargos electorales o lograr ocupar los espacios de aquellos que la mala fama condena a perder elecciones ante el hartazgo social de ver y seguir viendo a políticos corruptos por doquier en tanto que otros saltan como “chapulines” cada que surge a la opinión pública una nueva denuncia por corrupción y muchos brincan procurando hacerse a un lado del acusado o los acusados.
El caso es que se han dicho tantas cosas de tantos políticos, que no parece haber quien se escape al señalamiento social de que es corrupto, pertenece a un grupo político que lo es o bien a un partido en cuyas filas lo común y corriente es practicar y solapar la corrupción de sus militantes si estos tienen buenas migas con los que mandan.
Por eso, es que aunque no sea lo mismo “El Peje” que su partido, los priístas en altos cargos de gobierno que su instituto político, los panistas y el suyo, además de los dirigentes del PRD y este organismo partidista, definitivamente todos han quedado expuestos a la satanización, dadas las evidentes connivencias que a lo largo de los últimos años (si no es que desde siempre), se han venido dando en los partidos políticos, a los que hoy por hoy la sociedad los conmina con molestia e indignación a rendir cuentas.