El engaño del siglo
Alberto Vieyra G. jueves 8, Jun 2017De pe a pa
Alberto Vieyra G.
¿Es verdad que las elecciones en México son libres, democráticas y equitativas?
No, sin duda estamos ante el engaño electoral más vil y descarado del siglo. ¿Qué somos entonces los ciudadanos para la partidocracia y para los delincuentes gobernantes emanados de ella?
Ni más ni menos que usted y yo somos el botín electoral. Somos la escenografía electoral para legitimar en el poder a unas poderosas y oligárquicas familias que elección tras elección nos engañan, de que en México vivimos en una plena democracia, será acaso ¿la democracia de los poderosos?
No hay duda que ese enorme botín electoral, que somos usted y yo, ha sido reducido por la partidocracia a potenciales pagadores de impuestos y viles objetos de uso electoral.
Sí, la partidocracia nos usa cada tres y cada seis años para perpetuarse en el poder cada que nos necesitan, y desde ahí, ultraja nuestra dignidad recetándonos gobernantes tiranos y delincuentes, que lo menos que hacen es robarse nuestros dineros públicos para enriquecer aún más a esas poderosas familias, y a sus iguales y aliados de las oligarquías del dinero.
En mis 37 años de quehacer periodístico, durante los cuales he sido eco y ruiseñor de las desdichas, me ha tocado vivir los fraudes electorales más descarados en la historia del presidencialismo mexicano, y estudiado la llegada de cuando menos una docena de presidentes a la Casa Blanca en EU, por la vía del fraude electoral. En México todo comenzó mal.
Vicente Guerrero Saldaña surgió de una elección fraudulenta. Sí, la democracia aquí y en China, siempre es un traje a la medida para que las grandes élites puedan dominar a su antojo a las mayorías.
Se habla hasta el cansancio de que en 70 años del sistema político priísta, ese partido vivió de los fraudes electorales.
No es del todo verdad. El PRI era el partido único que formaba parte de la cultura de los mexicanos, era el gran aglutinador político de la sociedad. No había necesidad de fraude.
Podría afirmar que el primer fraude electoral lo cometió Carlos Salinas de Gortari, en 1988. Sabedor de que no podría gobernar usurpando el poder, trabaría alianzas con la derecha panista, los empresarios y la Iglesia católica.
A los panistas les daría gubernaturas comenzando por la de Baja California, Guanajuato, más diputaciones y senadurías, y todo lo que ellos quisieran. “El Jefe” Diego sabía cómo doblegar al gobierno salinista.
Pero en la era de la ciudadanización de los organismos electorales, los fraudes no faltarían. Los principales artífices serían las instituciones ciudadanizadas como el IFE, ahora INE, IEEM, Tribunales Electorales, Fepade, etc, convertidas en apéndices de los gobiernos en turno del partido gobernante, como hoy ocurre en el Estado de México, donde esas instituciones están al servicio de los grandes grupos oligárquicos en el poder.
En el Edomex ocurre ya un conflicto poselectoral que será veneno para esas instituciones y para el PRI, que afrontará en el 2018 la elección federal más reñida de que se tenga memoria.
Ahora le pregunto aquí entre nos: ¿las elecciones en México son realmente libres, democráticas y equitativas? ¿Verdad qué estamos ante el engaño del siglo?