Etiquetas que duelen
¬ Claudia Rodríguez viernes 29, Oct 2010Acta Pública
Claudia Rodríguez
A los seres humanos se nos da con gran facilidad hacer y decir, lo que menos nos gusta sea direccionado a nosotros mismos.
El asunto de las etiquetas que desde muy pequeños nos ponen nuestros padres, familiares y amigos, al cabo de la vida se vuelven odiosas, ya sean éstas positivas o negativas.
Si día a día a nuestros hijos pequeños les decimos cosas como el más inteligente, el más hermoso, el primero, o por el contrario; tonto, feo, gordo, perezoso; ésas se convierten en marcas, que o bien son una gran responsabilidad de actuar como en realidad no se es o se desea o quizá se convierten en lastres que catapultan al fracaso.
Todo lo anterior quizá se entienda -no se justifica-, por el desconocimiento de quien educa a un niño, o por otras circunstancias adversas al entorno familiar, pero que ahora los jóvenes tengan que cargar con otra etiqueta o mote negativo, es de lo más lacerante para ellos y la sociedad en su conjunto.
Escuché de un chico decir, que como él, son varios los jóvenes que están bastante molestos por el apelativo muy de moda de la “generación ni-ni”, más aún cuando ésta es adjudicada por quienes se autocalifican por la “generación x”.
Decía el chico -a la espera de que le despacharan un café-, que primero habría que conocer las causas que han dado lugar a que hoy millones de jóvenes en todo el mundo, ni estudien, ni trabajen, ni busquen ninguna actividad.
Mucha razón tiene el comprador de café que encontré en mi camino. ¿Qué hemos hecho nosotros, los adultos -sus mayores- para acortar las oportunidades de las nuevas y futuras generaciones?
La verdad es que mucha responsabilidad tenemos. Desde el ámbito familiar donde les etiquetamos y les mandamos al mundo feroz como si fuera muy sencillo, hasta quienes desde las esferas gubernamentales van acortando los espacios de educación, de trabajo, de producción e incluso de recreación, mismas que dejan espacios vacíos que son ocupadas drásticamente por el capitalismo, que en éstos ve una oportunidad de negocio pujante.
Pese a que el término “ni-ni” pueda tener una explicación sociológica, la verdad es que es demasiado denigrante, y endosárselo a nuestros niños y jóvenes no ayuda mucho para sacarlos de ese ámbito.
Decirles “ni-nis”, ya es una moda, una explicación hasta gubernamental.
O como dice el joven comprador de café. ¿Lavado de manos?
Acta Divina… En agosto del presente, José Narro Robles, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), advirtió que las cifras presentadas por las secretarías de Educación Pública (SEP) y de Gobernación (Segob), según las cuales la cantidad de jóvenes que no estudian ni trabajan en el país es de sólo 285 mil personas, no son las correctas. El rector señaló que con base en datos oficiales, son 7.5 millones los jóvenes mexicanos en esa condición. Demandó al gobierno federal que, más que corregir o enmendar la cifra sobre el total de “ni-nis”, remedie esa dolorosa, injusta e inconveniente realidad.
Deseo puente seguro.