El fracaso militar en seguridad pública
Francisco Rodríguez martes 24, Ene 2017Índice político
Francisco Rodríguez
Algunos de los presentes en esa reunión del Sanborns de Santiago, sobre la capitalina Calzada de Tlalpan, cuentan que el desayuno ofrecido por cerca de cien colaboradores de Miguel Nassar Haro, el mítico ex director de la Federal de Seguridad, se convirtió de repente en una anécdota inolvidable sobre corrupción e impunidad.
La reunión se llevó a cabo en el mes de mayo del 2009, en pleno mandato de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, el consorte de la dama del rebozo, quienes en esos momentos gozaban de los moches que les reportaba Genaro García Luna, en quien había depositado la conducción de todas las policías de México. ¿Quién iba a pensar que con el tiempo García Luna se seguiría “reportando”, al convertirse en el principal aportador de la campaña de Margarita Zavala, La Calderona?
Miguel Nassar acababa de ser liberado de la prisión de Topo Chico, en Nuevo León, donde como recluso había sido objeto de muestras de simpatía de los sectores empresariales regios que habían disfrutado de su protección frente a chantajes y secuestros de todo tipo. Se sabe que recibía grandes cantidades de comida, la que repartía entre los internos.
Reto: ¿Quiénes son los responsables de los secuestros?
Los comensales en ese desayuno-homenaje, en su gran mayoría compañeros de labores durante su vida de policía, abogados defensores y familiares, fueron testigos de que el policía se dirigió a un viejo colaborador y le preguntó si tres días le alcanzaban para que, en una próxima reunión, les informara a todos los presentes quién era el responsable de los secuestros que se llevaban a cabo en las calles.
El aludido, gratamente satisfecho con la petición, contestó de inmediato que, como se sabía, tenía tiempo en la fría banca, pues Zedillo había tenido la ocurrencia desde hacía 13 años, de desintegrar todos los cuerpos policíacos para entregarlos en administración y custodia a los militares jubilados de alto perfil.
Que aceptaba el encargo, respondió, pero con la condición de que se le dieran cinco días más para cumplirlo a satisfacción del peticionario. Usted sabe, tenía que realizar con sus propios medios una investigación tan profunda que —todos presentían— borraría del mapa los esfuerzos de los mecanismos de seguridad del gobierno federal, que en aquél tiempo contaba con un presupuesto de fábula para desentrañar ese misterio.
Nassar aceptó y quedaron de reunirse la siguiente semana para conocer los resultados. Quedó empeñada la palabra del viejo policía para hacer realidad las expectativas de los presentes. El viejo emprendió camino en ese momento hacia su nuevo destino. En ocho días volvieron a verse en el mismo lugar.
Un policía retirado hizo lo que no pudieron los institucionales
¡Cuál sería la sorpresa de los presentes cuando vieron que el viejo policía sacaba de una bolsa de su camisa tres tarjetas tamaño media carta escritas a mano, donde aparecían los nombres y los números de teléfonos celulares de los extorsionadores y chantajistas, internos de penales de alta seguridad y para reos comunes, desde donde se hacían las operaciones!
Había descubierto una intrincada red, la más importante de todas, dedicada a secuestros exprés y ejecuciones de que se tenga memoria. Sólo con la ayuda de tres tarjetas, habilidad, experiencia, y contactos con custodios corruptos y asesinos de la peor ralea, que contaban con toda la autorización para ejercer.
Los billonarios presupuestos para seguridad interior y para custodia de la seguridad nacional quedaron en entredicho. Ninguna corporación militar ni policíaca había podido hacer ese sencillo trabajo, a pesar de que la ciudadanía esperaba grandes resultados de las brigadas militares a cargo de seguridad y penales, que brillaban por su incompetencia.
Zedillo militarizó la seguridad pública y hoy sufrimos su fracaso
El fraude de la seguridad zedillista, así como el de las balandronadas e incompetencias de los panistas Fox y Calderón, era no sólo patético, sino gravemente insultante y agresivo contra la confianza y la paciencia de la ciudadanía, que nunca se explicó a qué fueron dedicados los presupuestos que desde entonces se han ejercido, por un monto que supera los diez billones de pesos. Los impuestos de los mexicanos, usados para los disfraces institucionales de los organismos que en teoría eran responsables de la convivencia pacífica y la seguridad de la población. Peculados, prevaricatos, robos en despoblado ejecutados por gobiernos panistas y priístas, sólo para taparle el ojo al macho del combate a la delincuencia, verdadera mandona de la seguridad de todos.
Y en Gobernación ni siquiera acusaron recibo de la pesquisa
La información conseguida por el viejo policía fue enviada por Miguel Nassar Haro a su casa de siempre, la Secretaría de Gobernación, con un atento mensaje a su titular, José Francisco Blake Mora, quien nunca acusó recibo, menos dio respuesta al lance, complicitándose por omisión, de este modo, con los verdugos de la población, expuesta a todos los intereses en juego, desde entonces.
Era un platillo jugoso, para que los gerifaltes panistas se cubrieran de gloria, haciendo un auténtico blitzkrieg de limpia de uno de los azotes más graves de seguridad pública, que hasta la fecha son consentidos y apapachados por los gobernantes de turno, recibiendo a cambio todas las prebendas y canonjías a que da lugar el encubrimiento, máxime cuando se tiene todo el poder para remediarlo.
Los mismos panistas, ofendidos en su dignidad, le hubieran agradecido al consorte que, en lugar de masacrar a los mexicanos en la guerra de mentiras contra el narcotráfico, hubiera hecho el diez por ciento de lo que contenía la tarjeta informativa.
Cómplices de la delincuencia
Cierto. Miguel Nassar Haro nunca fue una perita en dulce. Reprimió con fiereza a todo tipo de delincuentes comunes y hasta se le pasó la mano con dirigentes sociales que lo único que pedían era ensanchar el marco de libertades y seguridades para la población mexicana. Pero sabía por dónde mascaba la iguana.
Los secuestradores, jefes delincuenciales, chantajistas mayores, y toda esa ralea que convulsiona a la ciudadanía tiene sus madrigueras y sus centros de operaciones en las prisiones donde aparentemente están recluidos. La pregunta es por qué el Estado no combate esas conductas, por qué permite que los custodios se encuentren al servicio de las mafias.
La única respuesta posible y entendible es la corrupción galopante, esa marea inmunda que ha atrapado en sus miasmas a todos los gobernantes que han ejercido el poder público en México, llámense como se llamen. El gasto anual en seguridad representa más del veinte por ciento del presupuesto total de la nación.
Y, desafortunadamente, se usa para cubrir delincuentes, para vender al narco la administración y vigilancia de las “plazas” y sectores más importantes de la República. Este aserto está totalmente demostrado por las actividades punibles que se ejercitan desde las comisiones de seguridad, los despachos secretariales del gabinete y los mandos militares que funcionan como alcahuetes de la destrucción.
Los mismos capos del narco se han encargado de confirmar estos procederes. Así como las ventas de pólvora, dinamita y armas mortíferas que se trasladan a su poder, desde las bodegas de arsenales militares que el Ejército y sus oficiales regentean en diversos lugares apartados de la opinión pública.
Ésa es una de las razones por las cuáles aún dentro de las filas castrenses, obligadas a la férrea disciplina con los jefes entorchados, impulsan a los mandos medios, generales y coroneles retirados y a muchos elementos de tropa a dejar de confiar en las órdenes militares de represión a mansalva.
Insólito. La corrupción ha llegado a voltear el chirrión por el palito. Los represores de siempre, con la paciencia al tope, se solidarizan con el encabronamiento popular. ¿O usted qué cree?
Índice Flamígero: En una carta, 20 militares presos por delitos cometidos en el marco de la guerra contra el narcotráfico, acusaron al Estado mexicano por haberlos usado para una función distinta a la que estaban capacitados. “Fuimos usados por el Estado mexicano. Se nos capacitó para una función y se nos ordenó hacer otra muy diferente (…) El señor Felipe Calderón (Hinojosa), ex comandante supremo de las fuerzas armadas, declaró la guerra al narcotráfico y fue un término muy desafortunado”, escribieron los militares en la misiva enviada hace unos días al Presidente de la República, la Cámara de Diputados y el Poder Judicial de la Federación y difundida por el semanario Zeta. “Fuimos usados por el Estado mexicano en un fallido experimento donde resultó una cantidad enorme de víctimas colaterales y decenas de militares de poca graduación en prisión”, añadieron. Y cuestionaron: “¿Qué opina el secretario de la Defensa Nacional? (Que) ‘Estamos haciendo una función para la que no estamos preparados’, (que) ‘ninguno de nosotros vino a las FFAA para hacer esto’. Si esto opina el titular de las fuerzas armadas, ¿dónde quedamos nosotros?”. + + + De Oaxaca: José Manuel Vera Salinas, teniente de Navío de la Marina Armada de México, considerado el presunto autor intelectual en la desaparición de Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, mandos del Ejército Popular Revolucionario (EPR) en 2007, cuando se desempeñó como parte del gabinete de Ulises Ruiz Ortiz, regresa a Oaxaca a operar tras bambalinas la seguridad del estado por invitación de Alejandro Murat y, claro, de José Nelson Murat Casab. Vera Salinas, acostumbrado a administrar cuevas de espionaje y escucha —o hizo en Cancún, durante dos administraciones municipales—, es operador político en el gobierno de Murat Hinojosa, desde agosto de 2016, comenzó su trabajo de operación política, para pactar por instrucciones del recién nombrado gobernador, con agrupaciones de izquierda y ultra izquierda, con el supuesto objetivo de pacificar a Oaxaca. Vera; ahora persona de confianza de José Nelson Murat Casab —ante lo fue de Ulises Ruiz—, propuso a su amigo y compañero de espionaje, José Raymundo Tuñón Jáuregui, oficial de la Marina Armada de México, hoy secretario de Seguridad Pública, para operar en Oaxaca y solucionar los problemas a través de la presión psicológica y eficientar la inteligencia militar por medio de programas cibernéticos, para dar seguimiento y escuchar en unidades de celular, a través de zoom electrónico, computadoras con programas de Trojan- Horse, y unidades de frecuencia modulada, a líderes sindicales, periodistas, partidos políticos, organizaciones sociales y magisteriales… pero no a delincuentes.
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