El fin del mundo • I
Alberto Vieyra G. martes 3, Ene 2017De pe a pa
Alberto Vieyra G.
¿Tiene el mundo fecha de caducidad?
En el ocaso del 2016, el científico inglés Stephen Hawking les puso a los poco más de 7 mil millones de terrícolas la piel como a los pavos en vísperas de Navidad al advertir: “El hombre sólo podrá habitar mil años más este planeta y tendrá que buscar otro mundo donde vivir”.
¿Un milenio para que este planeta se convierta en el más gigantesco y yermo desierto?
Me parece que el científico Stephen Hawking, célebre por sus teorías sobre los hoyos negros en el Cosmos, ha sido benevolente al calcular que en mil años, a razón de la inconciencia humana y la contaminación que provocamos usted y yo, pero particularmente, la gran industria, desaparecerán todas las especies, desde luego, también el homo sapiens.
No, mire usted, a la velocidad que marchan las cosas a este planeta le quedan únicamente unos cuantos siglos de vida. ¿Ya vio, por ejemplo, cómo más de 500 millones de chinos, para no caer como moscas y ser víctimas del ecocidio, usan mascarillas en su vida diaria, pues la transformación de una China comunista agraria a una China capitalista tiene un altísimo precio?
Desde el año 1000 d.C. por todo el mundo se desgranaron las profecías que anunciaban el apocalíptico fin del mundo.
Muchos hechos históricos como el asesinato de John F. Kennedy en 1963, las guerras mundiales o los atentados terroristas a las Torres Gemelas del imperio capitalista del mal y otros sucesos han sido pronosticados por científicos y videntes, de que el mundo se acabaría en el 2000 y 2012, como lo vaticinaron los mayas.
Sin embargo, el mundo sigue rodando, pero ahora se calienta como un bote de tamales y ante eso no se necesita ser científico ni clarividente o pitoniso.
Por ejemplo, en el año 1033, el monje borgoñés Raúl Graber echó lumbre con las apariciones de Satanás y predijo que las estaciones cambiarían y la naturaleza se sumergiría en un caos que culminaría con el fin del mundo.
William Miller, un pastor granjero de Pennsylvania, antecesor de los Testigos de Jehová, por cierto iletrado, fue el primero que puso el desorden infundiendo al mundo miedo con sus falsas profecías y todo con el fin de captar adictos a su secta. Este lorenzo interpretó mal el Libro de Daniel y el Apocalipsis, ambos de la Biblia, o lo interpretó a su conveniencia, hablando de que vendría el fin del mundo. No pasó nada. Pero él pasó a la historia como un mentiroso.
En 1874, el fundador de la secta Testigos de Jehová, Charles Taze Russell, predijo para ese año la reaparición de Jesucristo y el final de los tiempos. Nada pasó.
Bueno, sí pasó, los incautos seguidores del falso profeta perdieron todos sus bienes al donarlos a esa organización, pues de ese modo, creían, se estaban ganando la vida eterna.
El falso profeta justificó su error diciendo que el regreso de Jesucristo fue espiritual, no corpóreo. Le perdonaron todo. Su engaño mayúsculo a la humanidad lo repitió en 1914. Tampoco ocurriría nada.
Pero aquí entre nos ha escuchado hablar de la profecía de El evangelio eterno. No se pierda nuestro próximo episodio.