Infunde miedo perder en 2018
¬ Armando Sepúlveda Ibarra martes 18, Oct 2016Deslindes
Armando Sepúlveda Ibarra*
El miedo a perder la Presidencia de la República en el 2018 frente a una verdadera oposición y el riesgo por venir de enfrentar a la justicia en un gobierno distinto a sus intereses y correrías licenciosas, ya sonaron las alarmas de alerta de la clase política en el poder y deslizaron al modo de sorpresa la intención, un tanto perversa, por oportunista o salvadora de potenciales prófugos, de legislar por la segunda vuelta electoral o, a escoger, por gobiernos de coalición, para cerrar el paso a cualquier intruso que intente desbaratar, vía las urnas el decadente amasiato entre priístas y panistas neoliberales, concebido en 2000 para turnarse la banda presidencial entre sus grupos y familias, mientras la sociedad los aguante.
Conforme avanza el reloj electoral y crecen las expectativas de que otro partido o candidato ajeno a las alianzas y pactos de impunidad y con ganas de promover un cambio real, alcance el triunfo en los comicios de 2018, la inquietud y un presentimiento de desgracia quita el sueño al clan empoderado y sus socios de la hermana ultraderecha y, por más que sacan cuentas sobre el carrusel de trampas útiles para sacar al buey de la barranca —volver si se puede a comprar los votos necesarios de la elección presidencial al estilo de 2012 o robársela con el trastorno y manipulación del poco confiable sistema de recuento tipo truculencias de 2006—, ni entre sus feligreses piensan que alcanzarán un segundo lugar después de atestiguar los manoseos de la alta burocracia política sobre arcas y recursos de la nación, que en los años recientes han cimbrado con escándalos al corazón del gobierno hasta restarle prestigio, credibilidad y confianza de la ciudadanía a los personajes y las instituciones.
Solícito y habilidoso ante los mortales de a pie, con la mira puesta en su futuro, luego de su mayúsculo fracaso en la presidencia del “nuevo PRI”, aun con el uso de la táctica tradicional y “ganadora” de condicionar a los electores más pobres la entrega de “dádiva o despensa” y “tarjeta con pesos o tinaco por voto” según la necesidad de cada cuál y de ser arrojado de las grandes marquesinas por el grupo en el poder, en castigo por las derrotas en siete gubernaturas en junio pasado y para sacarlo con este pretexto de la jugada en sus aspiraciones a la candidatura a la Presidencia, Manlio Fabio Beltrones Rivera ha decidido emular los pasos del glorioso fundador del antiguo Partido Revolucionario Institucional, Plutarco Elías Calles, cacique o dictador de sus huestes y gobiernos revolucionarios a la muerte violenta de Álvaro Obregón, con la sugerencia de instituir gobiernos de coalición como novedad y regalo a las mafias de los partidos, para garantizar —dice el sonorense— la gobernabilidad en un sistema agotado y confiable sólo para el selecto grupúsculo de beneficiarios, entre quienes nadie logra ya más de 35 por ciento de los sufragios emitidos, ni asigna porciones de gobierno a los demás. Este político millonario —sólo es cosa de asomarse a su “3 de 3” oficial, para enterarse de su fortuna confesa y compararla con los otros también ricachones líderes de partidos de “oposición”, para que desentrañen quién lleva allí la delantera entre las fortunas nacidas de la política—, este político millonario opone su propuesta a la de la corriente priísta que va por la segunda vuelta, con la misma idea de Nicolás Maquiavelo extraída de las historias de Tito Livio sobre el Imperio Romano y sus problemas con las ciudades gobernadas con la guía de la corrupción por las modalidades de la monarquía, la aristocracia y la democracia, en sus turnos correspondientes.
Alumno del tenebroso policía-político Fernando Gutiérrez Barrios, uno de los personajes clave de la “guerra sucia” de los años sesentas y setentas del siglo pasado contra los disidentes de izquierda radical y guerrillas que luchaban para ablandar o tirar a la “dictadura perfecta”, Beltrones Rivera sabe por oficio político que su partido dejará Los Pinos en 2018, al final de un sexenio de desenfreno y desorden, de corrupción e impunidad y muchos etcéteras; quiere para beneplácito de la pareja en amasiato PRI-PAN cerrarle con su fabulosa sugerencia maquiavélica el camino a Andrés Manuel López Obrador rumbo a Palacio Nacional, con la coalición de sus ultraderechas para descarrilarlo y evitar que, a pesar de la promesa del hijo ilustre de Nacajuca, de concederles una amnistía a los latrocinios de priístas y panistas, se cruce la banda presidencial sobre su brioso pecho justiciero y vengue sus afrentas con el brazo de la ley y encarcele a las legiones de pillos que hoy despachan en las oficinas de la alta burocracia.
Por ahora, las encuestas coinciden con el pronóstico del ex gobernador de Sonora, de que ningún candidato, ni con la socorrida compra de votos puesta ya en marcha, superará el 35 por ciento de los que se emitan en 2018 y auguran, a reserva de lo inesperado y las circunstancias y la fortuna a la cual siempre apelaba Maquiavelo, que López Obrador se alzaría con una victoria si fuera hoy la elección: algo que pone carne de gallina entre el priísmo y el panismo, algunas de cuyas corrientes al día de hoy verían con buenos ojos de soñadores oponerle la figura de Margarita Zavala, una señora con serios problemas para hilar frases y sin más mérito que ser esposa del impresentable ex Felipe Calderón, autor intelectual de las matanzas de decenas de miles de mexicanos con su guerra al narcotráfico, si hubiera una segunda vuelta e irían juntos a derrotarlo.
A falta de un enfoque más claro del señor Beltrones, cabe recordar que Maquiavelo valoraba en su obra magna “Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio” los fracasos consecutivos por el degenere de la monarquía, la aristocracia y el gobierno de la plebe o la democracia y, para remediarlos y servir a las ciudades donde regían, sugería un sistema que reuniera a las tres fuerzas para equilibrarlas a la hora de gobernar sin ventajas para ninguna. Ahora, les llamarían contrapesos ausentes en el ineficaz y corrompido escenario de la política mexicana. Según el filósofo y político florentino, el gobierno de la monarquía degenera en tiranía, el de la aristocracia con facilidad evoluciona en oligarquía y el popular o de la democracia se convierte en licencioso. México ha transitado por todos, con los resultados que hoy lo envuelven como país en crisis general interminable, con regímenes poco virtuosos, más bien carnavalescos y proclives a la suntuosidad, la lascivia, la disipación, a la rapiña, germen de la ruina nacional.
Al margen de los buenos deseos y las ansias de exhibirse del señor Beltrones como diciendo “¡aquí estoy!” con cara hacia el 2018, Maquiavelo consideraba que para transformar gobiernos corruptos (como los sucesivos de México, tanto de priístas como de panistas) un simple cambio en la cúpula del monarca sería insuficiente y requeriría, para salir del círculo o laberinto ignominioso, de implantar nuevas leyes y aplicarlas y fomentar otras costumbres más virtuosas para complementarse unas con otras. Ahí está el detalle…
*Premio Nacional de Periodismo de 1996