Colombia y México
Francisco Rodríguez miércoles 5, Oct 2016Índice político
Francisco Rodríguez
Muchos mitos se han derrumbado después del fracaso del gobierno colombiano y de su guerrilla orgánica, las FARC, el domingo más reciente. La propuesta del Acuerdo Final para la Construcción de una Paz Estable y Duradera fue derrotada en un plebiscito histórico, y se demostró al mundo el rostro de la ausencia de paz en un país tan lastimado en sus entrañas.
Han sido 52 años de conflicto armado, que ha dejado un saldo de 8 millones 100 mil víctimas civiles y militares; 225 mil muertos; 6 millones 900 mil desplazados forzosos, y 45 mil desaparecidos y ejecutados extrajudicialmente. Es el macabro panorama de un país hermano, que no deja tan mal paradas las cifras. Cuatro años de negociaciones formales en recintos de La Habana hicieron el recuento de daños: uno de los más escalofriantes de la era moderna, si exceptuamos el de México. Aquí, después de diez años de guerra contra el narcotráfico, declarada impunemente por los esposos Calderón Hinojosa -Zavala Gómez del Campo, y profundizada con enjundia, no tenemos casi nada que envidiarles. Creo que el Guinness nos pertenece.
Jefes militares adictos al saqueo y a la traición
Las razones del fracaso del plebiscito colombiano, que provocará que otra vez vuelvan a sentarse en las sillas utilitarias gobierno y guerrilla orgánica, son varias: la campaña del ex presidente Uribe, quien aliado con los terratenientes urbanos, caciques empresariales y latifundistas rurales, encabezaron el voto por el No.
Por otro lado, el rencor de grandes franjas de la población, diezmado en sus familias, que se negó a perdonar y olvidar las penurias infligidas por las fuerzas guerrilleras de Manuel Tirofijo Marulanda y Rodrigo Londoño Timochenko. La falta de credibilidad de los insurrectos entre el grueso de la población y la desconfianza del pueblo colombiano a Juan Manuel Santos.
La meteórica carrera política de Santos se debe en gran parte a la utilidad de la guerrilla orgánica para poner los peldaños a su desempeño como Jefe militar de Colombia, durante muchos años de traiciones y de saqueo de la voluntad popular. Después de eso, hay preguntas que ni se preguntan.
A Juan Manuel Santos le salió el tiro por la culata
¿Cómo es posible, se preguntaba el elector colombiano, que una persona con esos antecedentes, aparezca de repente como pacificador benevolente? ¿Quién puede responder sobre la legitimidad de los nuevos acuerdos y canonjías?
Un plebiscito sólo puede fraguar en el seno de una sociedad satisfecha con el conjunto de decisiones de los gobernantes. No es algo que pueda aceptarse por generación espontánea, menos cuando los que lo proponen son coyotes de la misma loma, forman parte del mismo entramado. El plebiscito y el referéndum, como figuras de participación ciudadana son deportes extremos que no cualquiera puede jugar y salir bien librado.
El plebiscito como una figura de aceptación o no en la opinión pública de las decisiones que toma un gobierno. El referéndum, como el apropiado para someter a consulta de población abierta reformas legales o constitucionales, con capacidad vinculante, obligatoria para las partes que se someten a escrutinio.
Por algo el filósofo Ernesto Renán se refería a una nación como “un plebiscito cotidiano”. Y aunque la Corte Constitucional colombiana autorizara efectuarlo, en el terreno de los hechos le salió el tiro por la culata al gobierno de Juan Manuel Santos. Obvio, todas las empresas comerciales encuestadoras, juraban por ésta que el Sí ganaría estruendosamente.
“La paz no es sólo la ausencia de la guerra…”
En la realidad, triunfó el criterio del racionalismo científico. Baruch Spinoza, uno de los tres grandes iniciadores de esta corriente, sostuvo, junto a René Descartes y Leibnitz que “la paz no es sólo la ausencia de guerra, es una virtud, un estado de la mente, una disposición… a la confianza y la justicia”.
Y ahora, las dos partes derrotadas, gobierno y guerrilla orgánica se defienden al unísono con argumentos fútiles e insípidos. Timochenko proclama a los cuatro vientos que la derrota en plebiscito no es un fracaso legal. Desde luego que no. Pero eso ya se sabía, el concepto jurídico plebiscito no es vinculante. Se hizo para lucirse. Salieron a la calle a buscar un pendejo, y los encontraron a ellos.
Aquí, los cárteles no se meten con los gerifaltes
El acuerdo tácito entre la guerrilla orgánica y el gobierno colombiano esconde aristas de complicidad, en términos de control de territorios, fuerzas militares y trasiego de drogas, lo que obliga a compararlo forzosamente con el acuerdo expreso del gobiernito mexicano con los carteles de la droga, que hasta hoy no han eliminado a gerifalte alguno.
Toda la población está a su disposición, exceptuando a la casta dorada de mercachifles que se complicitan con ellos y cubren sus atroces crímenes, en razón del acuerdo superior del dinero, como usted y este escribidor lo hemos comentado desde siempre. La hipocresía como mandato superior. El pueblo como conejillo de Indias.
Emboscada en Culiacán
Ante ello, suenan ridículos los silogismos discursivos del general secretario de la Defensa Nacional, que ante los féretros de los soldados sacrificados en Sinaloa, lanza ahora sí, a destiempo, una embestida salvaje, inmisericorde contra el narco aparentemente responsable, porque crecen las versiones de que la emboscada fue perpetrada por militares descontentos con su mando, de la misma forma en la que fueron elementos verde olivo quienes fueron a salvar al “Chapito” a Puerto Vallarta, de un inminente ataque de los contrarios. Y pide Cienfuegos a la población la autoridad moral y el respaldo para llevarla a cabo.
“Las fuerzas armadas van con todo, con la ley en la mano, y la fuerza que sea necesaria, contra los enfermos, insanos, bestias criminales… el daño, grave, no diezma la grandeza de la institución militar… no habrá impunidad. El Ejército no se amedrenta”, boletinó su jefatura de prensa. ¿Le estaba tirando piedras a su tejado?
¿Con esa artillería verbal acabará con el enemigo?
Y que, ¿en las guerras no hay bajas de ambos bandos?
Pagamos sus desmanes y salarios
Si no se le han podido ajustar cuentas a Javier y César Duarte, Emilio Lozoya, Rodrigo Medina, Emilio Gamboa, Ángel Aguirre Rivero, Egidio Torre, Francisco Olvera, Miguel Alonso Reyes, Rafael Moreno Valle y toda la caterva que han burlado la confianza de la ciudadanía, ¿qué podemos esperar los mexicanos de esta bola de zarandajas supuestamente retóricas?
Fingen que actúan, pero nosotros pagamos sus desmanes y salarios con sudor y sangre, en monedas de cuño corriente.
Para ellos, los acuerdos superiores del dinero, rebasan el alcance de una frágil voluntad popular que no tiene dientes para exigir el cumplimiento de los compromisos… aquí, en Colombia o donde usted mande.
Sólo la fuerza política y jurídica de los mexicanos puede lograr llevar ante la verdadera justicia a los responsables de estos desaguisados. De no ser así, todo puede quedar en lo de siempre: puros gritos y sombrerazos, legítimos, pero irrelevantes. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: ¿Qué tan responsable de la emboscada de Culiacán fue el defenestrado y luego rehabilitado Tomás Zerón? Se comenta en mentideros policiacos que Zerón de Lucio habría vendido, al X1 de Chiapas, en 30 millones de dólares, las plazas de esa misma entidad, así como los arcos de rayos gama del aeropuerto de Toluca, lo mismo que los estados de Sinaloa, Sonora, Baja California. Y que el X1 nombró subdelegados. Casualmente no ha habido ningún decomiso de impacto en tres años, salvo las realizadas por el Ejército y la Marina. Que, Sinaloa ha sido revendida a tres grupos, traicionando así a las demás fuerzas federales. + + + Y el descontento militar va al alza en contra de sus mandos, los blancos son, muy señaladamente, en contra del general secretario, del jefe del Estado Mayor, Gral. Roble Arturo Granados Gallardo, y sobre todo en contra del jefe de la Sección 1 (Administración), Gral. Fernando Joaquín Ávila Lizárraga, por el mal manejo o pichicateo de recursos para becas y vivienda de la tropa. Y más porque los tres, dicen, quieren imponer como titular de la Sedena, a partir de 2018, al general Rigoberto García Cortés, jefe de la séptima Zona Militar, con cabecera en Escobedo, Nuevo León.
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