¿Cómo pasará a la historia?
¬ Gustavo Mora jueves 30, Sep 2010Nostálgicos y acelerados
Gustavo Mora
Si como dicen, Felipe Calderón Hinojosa ha confiado a sus íntimos que …”no quiero ser el Zedillo del PAN”, escogió el camino más corto y fácil.
Hay un notable contraste entre ambos personajes.
Para empezar, Ernesto Zedillo declaró en su campaña que sería un priísta pasivo. Y ni a eso llegó. Calderón por lo menos siempre ha sido panista con militancia comprobada. La bronca es el estilo personal de gobernar. Zedillo salió abominado por los priístas y pasó a la historia como un gobernante descastado y desincorporador de todo lo que se moviera del patrimonio nacional. Vive voluntariamente en el exilio (su segunda ¿o es primera? Patria: Estados Unidos).
Ojalá Calderón no esté pensando en otros modelos que tampoco salieron nada recomendables. Como Carlos Salinas de Gortari, protector de la parte más agresiva y abusiva de su familia, negociador de la pre-entrega del poder en negociaciones nada secretas con Diego Fernández de Cevallos, resucitador del crimen político en México (Colosio y su ex cuñado José Francisco Ruiz Massieu) y actual poder tras el trono en cuanto hace y dice el PRI. O como el mediocre Miguel de la Madrid que no tuvo ninguna solidaridad con los flameados de San Juan Ixhuatepec, ni con los damnificados por el terremoto del 19 de Septiembre de 1985. Ni como el temido Diablo de San Jerónimo (Luis Echeverría Álvarez) que se gastó no solamente la partida secreta completa en promover su imagen para que lo enlistaran como prospecto para recibir algo inalcanzable para él: el Premio Nobel de la Paz y después, la Secretaría General de la ONU donde le pusieron una zapatería. Y no solamente repartió a manos llenas entre sus lobbistas de la partida secreta, sino parte del presupuesto mismo.
Tampoco sería deseable que pensara en la debilidad de carácter de José López Portillo con el sexo femenino: su mamá, hermanas, esposa, segundos frentes, etcétera. O en las debilidades públicas de Adolfo López Mateos con el sexo femenino. Mejor nos brincamos al juicio severo de la historia con Gustavo Díaz Ordaz.
Pero tampoco debe aspirar a que lo recuerden como un Porfirio Díaz, Agustín de Iturbide, Victoriano Huerta, Antonio López de Santa Anna y otros innombrables.
Le quedan menos de 2 años para definir su perfil.
Leonel Cota Montaño nunca pintó cuando decía ser militante del PRI. Tampoco cuando Andrés Manuel López Obrador lo inventó como dirigente nacional del PRD. El partido Verde, pepenador natural de carroña política, lo recogerá para postularlo como candidato a alcalde de Los Cabos, después de su pleito personal con Narciso Agúndez Montaño que es su primo.
Pero esto sucede en las mejores familias… Minerva Hernández no dio el kilo como candidata perredista al gobierno de Tlaxcala, donde le ganó el priísta Mariano González Zarur. Pero ya figura en el padrón de Acción Nacional para sumarse a la lista de candidatas a diputadas en la LXII Legislatura. No tiene porvenir ni como de representación proporcional, como tampoco conoce lo que son las lealtades y la ideología… En el pleito entre los chuchistas y los pejistas, acaban de lanzar un petardo nomás para distraer: que Lázaro Cárdenas Batel encabece el partido del sol azteca. Y el intermediario es Leonel Godoy que con su actuación como dirigente perredista, obligó a Cuauhtémoc Cárdenas a renunciar al liderazgo moral y cuanta comisión tenía y sobre quien dirige el fuego amigo Andrés Manuel López Obrador. . . para que no lo hagan menos, César Nava Vázquez organiza su boda en el fasto y derroche que ha caracterizado a todos los matrimonios del calderonismo y hasta más. Ya ha recibido ofertas para comprarle la residencia por lo que pagó una millonada en Polanco. Y el banquete nupcial será en el presuntuoso Club Piso 51 de la Torre Mayor, sin límites en la champaña, coñac, finos caldos europeos tintos, rosados, verdes y blancos, caviar, canapecitos de foie y salmón y un menú que por lo menos cuesta mil pesos el cubierto, para sus cientos de invitados. Eso sí, deberán llevar el gafete del PAN en la solapa, para que no haya revolturas. ¡Faltaba más!.