Trivializan el IV Informe por cautela
¬ Armando Sepúlveda Ibarra martes 30, Ago 2016Deslindes
Armando Sepúlveda Ibarra*
Por una puerta falsa o de escape saldrá orondo el señor Peña este primero de septiembre, con la penosa cautela de quien huye de la realidad, a un teatral encuentro que huele a farsa con jóvenes obedientes escogidos entre los rebaños institucionales para escenificar la abyecta misión de aplaudir “logros de gobierno”, cuando hoy mismo los mexicanos, el protocolo y la crisis general del país, atribuible a su grandiosa mediocridad, le exigen que dé la cara, enfrente a la nación y le rinda en directo cuentas sin maquillaje ni mentiras ni promesas de su IV Informe de Gobierno, y ofrezca, por si acaso, los tiene, caminos firmes para remontar la adversidad.
Ahora circula la versión de que algunos de los chambelanes del señor Peña, atentos y temerosos al descontento social, sugirieron que para salvar el riesgo de una rechifla o falta de respeto a la zarandeada y mal prestigiada investidura presidencial que pudiera brotar de espontáneos inconformes, quizá infiltrados entre la otrora borreguil y selecta audiencia que asiste a los informes y a la ridiculez del besamanos al señor Presidente, que mejor cancelara el fastuoso ceremonial, donde por costumbre el anfitrión en turno ha recibido todos los años un trato de Emperador, a semejanza de los Tiberios, Nerones y Calígulas, e impusiera un nuevo estilo frívolo e intrascendente, como la ocurrencia o infantilismo de rodearse de grupos más afines o domesticados al difícil momento actual, con la servil encomienda de arroparlo y crearle una imagen artificial de elogios y aplausos a raudales, de convivencia y armonía falsa entre el incesante fragor de los conflictos sociales, políticos y económicos, devaluaciones, fuga de capitales, desplome del PIB, desempleo, inseguridad, violencia, asesinatos, fosas clandestinas, marchas, plantones, bloqueos, protestas sin fin contra la ineptitud e impavidez de los empoderados, inexpertos para negociar y conciliar, capaces de erradicar inconformidades cuando podían sólo con la amenaza, la represión y el garrote.
El grupo en el poder cree que un pueblo con tanta irritación contra los gobernantes olvidará sus desaciertos y latrocinios a la brevedad y perdonará los agravios si por un tiempo corto administra la inercia, torpedea movimientos y, como en la actualidad, se aísla de los problemas o dialoga sin voluntad de alcanzar acuerdos y deja que con el desgaste o la intimidación bravucona incumplida (que ya a nadie espanta) de usar la fuerza pública para desbaratar los bloqueos, como en el caso del magisterio disidente, vuelva al fin todo a la normalidad, cual hechizo propio de las hazañas de magia de El Señor de los Anillos o de Harry Potter, pero ni el señor Peña ni sus cortesanos poseen una varita mágica, o de otra manera ya hubieran ¡desde cuándo! salvado al país como ofrecieron con mucha alharaca y altanería, al retomar en 2012 la Presidencia de la República, con sus mañosas tácticas electoreras argumentadas e impunes bajo el corrupto cobijo de la desprestigiada autoridad electoral.
La decadencia del clan en el poder y la caída a pique de la empatía y de la aprobación ciudadana a su gobierno por casi 80 por ciento de la población, tambaleante más pronto que otros sexenios igual o menos grises y corruptos, por su perseverante ineptitud, ha venido alimentándose de los frecuentes deslices del señor Peña, su familia y sus pajes más cercanos y, apenas salía del ruidoso asunto del departamento de la primera dama, la señora Angélica Rivera, en Miami, del uso a préstamo de otro inmueble contiguo al suyo y el generoso pago del predial por un empresario amigo y firme candidato a contratista del gobierno de su marido por sus méritos, salió a flote uno más: el bochornoso plagio de la tesis para obtener la licenciatura en Derecho, del propio hijo predilecto de Atlacomulco, al menos a diez autores, un escándalo más para consumo internacional que exhibe la pequeñez intelectual y ética de los gobernantes, irrita a los mexicanos y arranca asombro y burlas en el extranjero. Fue un “error de estilo”, justificó el vocero de la Presidencia al plagiario de casa y, en cambio, la Universidad Panamericana donde radica el cuerpo del delito investigó el asunto y corroboró el reportaje de Carmen Aristegui y equipo, sobre que el señor Peña se pirateó con holgura y retozo juvenil el trabajo intelectual de reconocidos autores, o mejor dicho, robó sus ideas sin darles el crédito debido, mas la institución convalidó la deshonestidad: en vez de retirarle el título, se disculpó con un alegato risible: “Frente a un hecho consumado -evidenció ayer la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana- es imposible proceder”.
Hace ya bastante tiempo que al señor Peña el poder comenzó a írsele de las manos, después de haberle estallado graves problemas que pudo enfrentarlos con probidad e inteligencia y, sobre todo, con justicia, como la atroz desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, el monumental escándalo de la quemante Casa Blanca de la familia presidencial, las ejecuciones sumarias en distintos estados del país y demás caja de Pandora engendrada durante este fallido gobierno. Por errores de cálculo y hasta de sentido común, por soberbia y autoritarismo, su proverbial ignorancia les acarreó enfrentamientos innecesarios con sus antiguos aliados: las cúpulas empresariales, de entrada, con pretender obligar a todo hombre de empresa a declarar el famoso “3 de 3”, como si fueran funcionarios y luego con el conflicto magisterial y los daños de preocupante cuantía al comercio, la industria y el turismo; a la Iglesia católica, por la propuesta de legislar para autorizar el matrimonio entre personas del mismo sexo en una sociedad conservadora y machista; a los ciudadanos con la ofensa de proteger con la justicia a gobernadores y altas burocracias corruptas e impunes y, como corolario de la casa, el encono del priísmo tradicional por haber impuesto en la presidencia del nuevo PRI a Ochoa Reza, otro de los millonarios de nuevo cuño enriquecidos en puestos de gobierno, sin haber antecedentes de su militancia partidista.
Una muestra de cómo va el señor Peña, de bajada en el mando institucional acaba de ofrecerla, para el festín de los recelosos del poder, el pastor de los senadores priístas, Emilio Gamboa Patrón, con su decisión de archivar la iniciativa peñista de legislar para legalizar los matrimonios de personas del mismo sexo, un tema difícil y controvertido que lanzó a la arena política a las sotanas enfurecidas y otras corrientes de importancia que viven en la tradición de los valores y recriminan a los caballerizos del poder real su ambición de restarle votos y simpatías a las izquierdas con sólo robarse una de sus banderas y tesis, si las tuvieran.
De la mano de sus asesores políticos y de imagen, que por lo visto más parecen ser sus enemigos, el gobierno del nuevo PRI da tumbos una semana sí y otra también y enerva más a la población con imposiciones que sólo traen más carestía y retroceso en la economía, como la tanda mensual de aumentos a las gasolinas y la luz y las tontas y cínicas explicaciones de los funcionarios a los consumidores sobre por qué suben esas tarifas y, para indignarlos más, invitan a los quejosos a que “vayan a reclamarles a los diputados que autorizaron el presupuesto de este año con esas alzas”. Por si fuera poco, incluso los comerciales por el IV Informe -que se entregará por escrito al Congreso de la Unión como en años recientes y, como novedad, se cambiará la ceremonia del “mensaje presidencial” por una trivial reunión con unos 200 jóvenes, un nicho para buscar votos en 2018- exhiben a un señor Peña sin fuerza y con tono suplicante para que alguien le reconozca, ante la tormenta de críticas y repudio a su gobierno, que “¡lo que no se cuenta, cuenta mucho!”, una cantaleta que recuerda al célebre llorón José López Portillo de 1982 con su clamor del último año de desgobierno de “¡contemos también lo bueno!”.
Sabe el señor Peña que no sabe qué va informar a la nación más allá de las minucias de los comerciales y quizá no sabe ni sabrá que muchos saben que baila en la cuerda floja cargando con la incapacidad propia y de todo el clan.
*Premio Nacional de Periodismo de 1996