A Héctor Mora Ortiz
¬ Gustavo Mora martes 28, Sep 2010Nostálgicos y acelerados
Gustavo Mora
Escribo esta columna con el más intenso dolor que he sentido en mi vida. La pérdida irreparable de mi querido hijo HÉCTOR MANUEL MORA ORTIZ.
Héctor fue la última persona de la familia que pensaba ver cuando me llevaban en la camilla rumbo al quirófano de especialidades del Centro Médico Nacional para practicarme una urgente segunda operación de cáncer estomacal, 12 días después de la primera. Estaba parado a la mitad del pasillo a las tres de la mañana y de pasada nos dimos el que yo pensaba era el último saludo con alguien de mi familia, con la mano izquierda. Y sin embargo… un año y ocho meses después se me adelantó, donde pronto iré a darle alcance junto con mis padres y cuatro hermanos.
Esto me parece recordar lo que me dijo Ernesto Julio Teissier cuando coincidimos en la agencia Gayosso para darle nuestros respetos al inconsolable profesor Carlos Hank González, por el fallecimiento de su hijo Cuauhtémoc: “mira Gustavo, mi madre acaba de morir y no sabes el dolor que todavía traigo, pero comparado con la pérdida de un hijo, no hay dolor que se iguale”.
Mi más cariñosa solidaridad para sus dos hijos: HÉCTOR MANUEL MORA ZERMEÑO Y GUSTAVO MORA ZERMEÑO, a los que dedicaré todo lo que me queda de vida (que no es mucho, pues sigo teniendo el monstruo de esa enfermedad en mis entrañas), para consolarlos y orientarlos.
HÉCTOR MANUEL no solamente fue mi hijo, padre y hermano ejemplar, sino que era un profesional de la comunicación oficial, de lo que dejó constancia en su paso por el Departamento del Distrito Federal, delegaciones Miguel Hidalgo y Venustiano carranza y Policía Bancaria.
Cuando tenía 13 años sufrió un accidente con su hermano Fernando y su primo del mismo nombre (hijo de mi hermano Antonio, también fallecido de cáncer, como mi padre don FERNANDO MORA GÓMEZ y mi hermana JOSEFINA).
Sufrió mucho, ya que salió con las dos piernas fracturadas, una de las cuales le querían amputar porque se le infectó en el quirófano con el clavo en el fémur que le pusieron. Con gran esfuerzo, lo pude llevar al Hospital Scripts de La Jolla (California), donde no solamente le salvaron la pierna izquierda, sino que me lo entregaron aparentemente sano.
Como esto ocurrió hace 25 años, yo no sabía nada de la hepatitis y sus variantes y de la degeneración en cirrosis por las transfusiones de sangre que le aplicaron.
Con el hígado destrozado, lo llevé varias veces al Hospital Nacional de Enfermedades de la Nutrición. La cirrosis había ya causado efectos y siguieron las complicaciones que terminaron cuando en Terapia Intermedia de Urgencias me dieron la fatal noticia de que la última lucha se había perdido. Cuando lo llevé a urgencias, iba casi inconsciente y no ordenaba sus ideas. No recordaba nada, no podía leer, ni marcar el teléfono. Lo revisaron e internaron para ver si la ciencia médica podía sacarlo de esa impresionante situación. Lo entubaron, deliraba y no identificaba a las personas que lo acompañaban. Los reportes eran cada vez más alarmantes, hasta que la última esperanza ya no tuvo razón de ser.
No encuentro palabras para dedicarle las mejores y decirle el vacío que me deja, a sus hijos y la familia entera. Mientras esperaba los últimos pesimistas reportes, me puse a escuchar varias veces la canción de Alberto Cortés que dice: “cuando un amigo se va, queda un inmenso vacío; que no lo puede llenar, la llegada de otro amigo”.
¿Qué puedo decir de cuando un hijo se va?
Mis nietos ya tienen casi 20 años y espero que podrán superar con el tiempo esta pérdida irreparable y sabrán hacer su vida propia con los principios que su padre les dejó y que espero no sea tan sufrida como la del inolvidable HÉCTOR MANUEL.
La despedida con la mano izquierda cuando iba rumbo al quirófano se debió a que cuando me recibieron los doctores de especialidades procedente del Hospital Español, le advirtieron: “mejor llama a tu casa para avisarles, porque tu padre viene en muy malas condiciones y vamos a tener que volver a operarlo (iba desnutrido, deshidratado, con neumonía y una temperatura de 40 grados que no bajaba con nada)”. Como era el único que quedó de guardia, tuvo que cumplir esa penosa comisión médica. Y sin embargo, tres horas después (las seis de la mañana) ya estaba yo en terapia intensiva y volviendo a reconocer y saludar a mi querido HÉCTOR.
Tengo a mi esposa AURORA y a mis otros cinco hijos: FERNANDO, AURORA, JOSEFINA, GUSTAVO y JULIO. Y ello me obliga a sacar fuerzas para consolarnos y esperar el día en que volvamos a reunirnos toda la familia, completa.
Descansa en paz mi querido HECTORÍN. Te lo mereces por lo mucho que sufriste en la vida y sé que nos sigues acompañando y dando ánimos, donde quiera que te encuentres.
Don Guztavo, para usted y su familia un fuerte abrazo, que Dios le de consuelo a su corazón. Está en mis oraciones, ADELANTE Sr. MORA y mis respetos para el GUERRERO que ha mostrado ser.
Don Guztavo Mora, Héctor fué mas que un amigo para mi hermano Alberto y para mi, tantos recuerdos que no dejan de llegar a mi mente, me conmovio tanto su columna dedicada a él, hace mención a que no solo era su hijo, tambien un padre y hermano ejemplar» me atrevo a agregar que ademas de tantas virtudes, también fué un estupendo AMIGO, lleno de una inmensa LUZ que parecía un sol, cuyo brillo era tan atractivo que era imposible no querlo tanto.
Querido Sr. Mora,
Sólo quiero hacerle saber que lamento muchisimo no poder estar con ustedes en este momento tan difícil para toda la familia Mora. Héctor y todos sus hijos han sido como mis tíos para mí y me duele en el alma saber que están pasando por este momento. Le pidio a Dios que les dé fortaleza para seguir adelante. Les mando un fuerte abrazo a todos desde aquí.
Los quiero mucho.
Con todo mi cariño.
Fer
Gustavo sinceras condolencias para ti, Aurora y todos tus hijos, no existen palabras de confort ante la perdida de un hijo.
Querido Gustavo
Se que no hay palabras de consuelo para este dolor insoportable,yo solo quiero pensar que esta en un mejor lugar que aqui,y que ya no esta sufriendo una enfermedad que le impedia vivir la vida como a el le gustaba,con bohemia,canto y alegria.
Eres un gran hombre,siempre te he admirado,pero hoy mas que nunca le agradezco infinitamente a dios por darme la oportunidad de conocerte y darme el privilegio de estar cerca de ti y tu familia,que son personas maravillosas empezando por mi querida Aurora,que bueno que estan juntos,que se tienen el uno al otro para dejar partir a su amado hijo.
Querido Gustavo
se que no hay palabras de consuelo para este dolor,solo debemos sentir que ya esta, en un mejor lugar,que ya no esta sufriendo esa terrible enfermedad que le impedia vivir a plenitud,como fue siempre, pleno en todo el sentido de la palabra,alegre,amoroso,simpatico,amable,educado,en fin no terminaria de ennumerar todas sus cualidades,toda la gente que lo conocimos lo vamos a extrañar siempre,y para ti y toda tu
familia,todo nuestro afecto y apoyo en estos tan dificiles momentos,eres el hombre mas fuerte y sorprendente que he conocido en mi vida,vaya para ti toda mi admiracion y especial cariño.
Tio, no tengo palabras para decirte lo mucho que siento la perdida de mi primo, que aunque ya tenia muchisimo tiempo de no verlo siempre lo recordaba. Por medio de Facebook nos comunicabamos y hace como 2 meses se conocto a la camara de su computadora y platicamos. Llevo muchos bonitor recuerdos de el.
Tio, te mando mi mas sentido pesame. Se que Hector esta en un mejor lugar y desde alla arriba nos cuidara.
Muchos abrazos a todos.
sandy
Querido Señor Mora,
Es en estos momentos cuando la frase «irreparable y profundamente dolorosa pérdida» apenas alcanza a ser descriptiva.
Quienes lo conocimos, le aprendimos el canto y la alegría y no, no sé qué vamos a hacer para acostumbrarnos a que no esté más con nosotros.
Justo de esa canción nos acordamos tanto de él, le gustaba cantarla.
Deseo vehementemente qué Héctor descanse y nos de luz a todos para soportar su ausencia.
Su familia es un ejemplo de fortaleza, los admiro y acompaño.
Con mucho cariño,
Teresa Vidrio