Tikal, un lugar indescriptible, esplendoroso y lleno de magia
Turismo lunes 27, Abr 2015De cinco estrellas
Victoria González Prado
Está en la selva de El Petén, al norte de Guatemala y guarda uno de los grandes tesoros arqueológicos de la humanidad en medio de exuberante riqueza natural, es Tikal, el Parque Nacional ubicado entre los municipios de Flores y San José.
Hay lugares que son indescriptibles que nos dejan sin palabras. Tikal es así, mágico, esplendoroso, bello, inigualable y muchos adjetivos más que no describen la belleza de lo que fue esa ciudad maya.
Tikal forma parte de la Reserva de la Biosfera Maya, de la que es una de sus zonas núcleo. El acceso principal es por una carretera asfaltada desde Flores, una pequeña isla que recorrimos antes de llegar a Tikal.
A las cinco de la mañana salimos de la ciudad de Guatemala rumbo al aeropuerto La Aurora. Aún estaba oscuro y yo adormilada. Nos subimos en un pequeño avión de 17 plazas, todos “apretaditos” y, en 45 minutos llegamos al aeropuerto San Benito en Flores.
Desayunamos en el hotel Petén Espléndido para tomar fuerzas y luego trasladarnos durante una hora, por carretera a la zona arqueológica. Antes de llegar a Tikal, paseamos por la pequeña isla de Flores, llena de restaurantes, hoteles, tiendas de artesanías y cafecitos. Entre sus calles y callejones hay restos de la historia. La plaza central luce estelas mayas dignas de admirarse en una tranquila caminata o tomarse un aperitivo observando el atardecer a la orilla del lago.
Ya en Tikal el sol quemaba con sus intensos rayos. Así iniciamos el recorrido entre importantes vestigios de la época clásica maya. Dicen que Tikal y Calakmul, en Campeche, México, fueron las ciudades más grandes y pobladas de la civilización maya durante el periodo clásico.
No conocía Tikal, Patrimonio Mundial, desde 1979. Había visto muchas fotografías y cuando tuve frente a mí las pirámides “se me puso la piel de gallina” y respiré profundo ante la maravilla que tenía frente a mí. Javier Rosales, nuestro guía, nos dijo que el Templo del Gran Jaguar mide 55 metros, pero frente a mi parecía mucho más grande, inmensa, cerquita del cielo, mágica y poderosa.
El sol caía encima de nosotros con sus intensos rayos, el calor era casi insoportable a pesar de que gran parte del camino estaba cubierto por la sombra de grandes árboles. Al ver las escalinatas de la primera pirámide, dudé en subir, pero hay como un imán que me llevó a subir uno a uno los escalones, claro, con frecuentes descansos para tomar aire, continuar y llegar a la cima.
En Tikal la selva se despliega en inmensa variedad y abundancia de flora y fauna. Ahí habitan especies extintas en el resto del mundo y por eso es también un santuario para los amantes de la observación de aves. Es refugio de tucanes, loros, guacamayas, colibríes, especies muy raras como los halcones de pecho naranja y quetzales, las aves sagradas de los mayas y símbolo de Guatemala.
A cada paso, una sorpresa y Javier nos contaba que cinco siglos atrás, los mayas levantaron la ciudad sagrada en medio de la selva impenetrable, resguardados por monos y víboras. Con el paso de los siglos, la naturaleza avanzó sobre la creación humana y la cubrió por entero; la gran ciudad de los mayas fue absorbida por la selva hasta que en 1848, fue descubierta y expuesta para maravillarnos.
Javier, nos iba diciendo que entre las copas de los árboles los monos aulladores o saraguatos se pasean, cuelgan y gritan con su característico sonido. Mapaches y venados de cola blanca se pasean tranquilamente entre las ruinas y es probable cruzarse con serpientes de gran tamaño.
Quien crea que las civilizaciones precolombinas eran poco evolucionadas se llevará una sorpresa en Tikal y aunque es difícil recorrer por completo las más de 3 mil construcciones que se extienden sobre 16 km² alcanzamos a ver: terrazas, residencias, palacios, templos, plataformas ceremoniales, juegos de pelota, plazas, calzadas y baños de vapor, en lo que fue esta ciudad habitada durante más de mil 500 años.
La civilización maya alcanzó un altísimo desarrollo cultural, artístico, arquitectónico, urbanístico y astronómico y es la única civilización precolombina que desarrolló un sistema de escritura e incorporó el cero a su sistema de numeración, nos decía Javier mientras caminábamos.
De pronto, llegamos a la Gran Plaza, corazón de la antigua ciudad, donde se celebraban los acontecimientos públicos, está rodeada por cuatro grandes construcciones que quitan el aliento. Al este y oeste se enfrentan el Templo del Gran Jaguar y Templo de las Máscaras y, al verlos tan altos y majestuosos parecía que sus escarpados escalones nos desafiaban.
Tikal es una combinación de naturaleza e historia en una de las reservas naturales más importantes de Centroamérica. Es posible caminar durante horas y seguir descubriendo “nuevos” sitios arqueológicos desde la selva.
Sólo se tiene una idea de su dimensión real desde lo alto del Templo IV, la construcción más alta. Subirla es difícil, pero la recompensa es maravillosa. Llamado también De la Serpiente Bicéfala, supera por mucho la altura de los árboles, y desde ahí se ve la inmensidad de la selva y la silueta de los otros seis templos principales.
Hay que estar ahí para sentir la magia y apreciar la belleza indescriptible que guarda Tikal en cada uno de sus templos y construcciones. Graciela Salazar, delegada del Instituto Guatemalteco de Turismo en México, nos convocó para realizar este viaje que resultó un interesante encuentro con el pasado. Si tiene oportunidad visite Tikal, sólo estando ahí entenderá, porque faltan palabras para describir su majestuosidad.