El Palacio Nacional, corazón del mando político en México
Nacional jueves 16, Sep 2010El nacimiento de este coloso se debió a la orden que le dio Hernán Cortés a Alonso García Bravo, quien junto con otros realizaron la traza de una nueva ciudad
El Palacio Nacional, desde hace cinco siglos es un símbolo del poder político.
Se trata de un gigante de cantera, piedra de Xaltocan y tezontle del estado de Hidalgo que habita desde hace cinco siglos en el Centro Histórico de la Ciudad de México:
La historia cuenta que el nacimiento de este coloso de alrededor de 40 mil metros cuadrados, que condensa la memoria del país, se debió a la orden que le dio el conquistador Hernán Cortés a uno de los hombres de toda su confianza, Alonso García Bravo, quien junto con otros realizaron la traza de una nueva ciudad, bajo los vestigios de la Gran Tenochtitlan.
Así, durante 1523 inició la edificación de Casas Nuevas, concebido como una fortaleza sobre las ruinas del Palacio de Moctezuma, para después convertirse en la casa virreinal y con el devenir de los años en la sede del gobierno federal.
Casas Nuevas se levantó en una porción de terreno pequeña a la que ahora es, en la esquina que conformaban la Plaza Mayor y la calle por donde corría la real acequia, calle Corregidora en el presente. Tenía tres patios y dos niveles.
En el presente, la fachada principal, de estilo barroco alberga la Campana de Dolores, símbolo de la Independencia del país, así como el Escudo Nacional. Destacan, asimismo, sus dos majestuosos torreones de estilo militar. En la base hay 25 ventanas pequeñas rectangulares y a la espera de ser abiertas las tres puertas talladas en madera: la Puerta Central, la Puerta de Honor y la Puerta Mariana.
Otras 25 ventanas de proporciones mayores vestidas con un faldón en piedra y reja de hierro forjado que se asoman hacia la Plaza de la Constitución y hacen contraste con el tezontle en varios tonos. En segundo piso se abren 39 grandes ventanas con balcones, cuyas jambas y cerramientos de piedra están decoradas con canaladuras. Bajo las órdenes del gobierno del presidente Plutarco Elías Calles se construyó el tercer piso, conocido como galería.
Con el correr de los años y el paso de los virreyes, el cuerpo del recinto fue creciendo y por lo mismo cambiando. Por ejemplo, fue Martín Enríquez, quien ordenó la construcción de la Casa de Moneda. Pero incendios y rebeliones populares fueron transformando el rostro arquitectónico de Palacio Nacional.
En agosto de 1562 a nombre del rey de España, se tomaron las instalaciones y de inmediato inició una de las transformaciones de Casas Nuevas para convertirse en la Casa Real. En un principio funcionó como cárcel a donde se llevó a los insubordinados.
El interior de Palacio Nacional representa la posibilidad de viajar a las entrañas de la historia del país a través del arte y la arquitectura majestuosa, de los momentos que forjaron la patria. Al entrar se observa el Patio Central o Principal, rodeado de columnas de medio punto de estilo renacentista, las cuales abrazan la Fuente con Pegaso, forjado en bronce.
Mirar las paredes del recinto del poder es toparse con la plástica y polémica visión que del país tuvo Diego Rivera, uno de los artistas más importantes de la vida nacional y del movimiento muralista. Sobre esta obra han corrido ríos de tinta, tanto de emoción como de crítica.
Rivera, entre 1929 y 1951, pintó los murales de Palacio Nacional, aunque este trabajo quedó inconcluso al ser sorprendido por la muerte.
La obra se levanta a partir de la escalera principal y los imponentes muros que van a lo largo del corredor norte del segundo nivel del Patio Central. En el cubo de la escalera, Rivera volcó su sentir sobre la historia de México.
En el muro central, Rivera plasmó De la conquista a 1930, escenas que dieron vida al esplendor prehispánico, el enfrentamiento de los dos mundos en la Conquista hasta la lucha por la Independencia, pasando por la Reforma y así, llegar a la Revolución.
La imagen que jala la mirada es la del águila, símbolo de la cultura mexica y del ser mexicano. Debajo de éste, resalta el emblema de Cuauhtémoc y de Cortés.
En los corredores del primer piso, se aprecian La vista de Tenochtitlan desde el mercado de Tlatelolco, además de las imágenes de las culturas Purépecha, Zapoteca y Totonaca. Una de las escenas que dan el inicio de la Conquista es El Desembarco de los Españoles en Veracruz.
En el muro sur de la escalera principal, Rivera dejó como testigo de su visión, el fresco donde representó a Carlos Marx y la lucha de clases, en la parte inferior, destacan Frida Kahlo, su compañera de vida y también una de las artistas plásticas mexicanas más representativas a nivel internacional.
Relato de Diego Rivera
Las paredes de Palacio Nacional son el relato del poder, de la historia, de la lucha y la modernidad que vio Diego Rivera a partir de la realidad política y el nacionalismo cultural.
La carga histórica y de simbolismos del poder que fue absorbiendo Palacio Nacional con el transcurrir de los siglos, de ser el templo de Moctezuma, casa de los virreyes, base de los poderes Ejecutivo y Legislativo, fue lo que movió a Diego Rivera pintar en sus muros.
Rivera pintó en Palacio Nacional, después de haberlo hecho en la Escuela Nacional Preparatoria y tras del movimiento muralista mexicano posrevolucionario, como una de las propuestas del proyecto nacional cultural del Estado y como una de las banderas de José Vasconcelos, dice Leticia López Orozco, académica del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.
Aunado a ello, se juntó con las inquietudes, expectativas y vivencias del artista. Así, Diego Rivera pintó su visión de la historia de México.
Aunque vivió de lejos la experiencia revolucionaria, pues se encontraba en Europa, en 1921, Vasconcelos lo invita junto con Roberto Montenegro, Jorge Enciso y otros artistas, a realizar un recorrido por Yucatán y Oaxaca, y fue esta experiencia la que marcó a Rivera, y está plasmada en los murales que realizó en Palacio Nacional.
La mudanza
El último presidente que usó el Palacio Nacional como residencia fue Porfirio Díaz, quien rehabilitó el Castillo de Chapultepec.
Después de la gestión de Díaz, el Palacio Nacional continuó siendo la sede del Poder Ejecutivo, al albergar las oficinas principales de las secretarias de Guerra y Marina, de Gobernación y Hacienda, siendo esta ultima la única que queda a la fecha dentro de Palacio; Además de la comandancia de la Primera Zona Militar.
Para las fiestas del Centenario de la Independencia, Díaz ordenó en 1901 la rehabilitación casi total del palacio, salvo por el Salón de Recepciones, pero el estado actual del resto de las áreas protocolarias del Palacio Nacional son de esta época.
En 1945, el presidente Manuel Ávila Camacho ordenó la creación de las Galerías de los Presidentes y de los Insurgentes, que se ubican en el segundo nivel de los patios que dan al Patio de Honor en la zona de Presidencia.
Durante la administración de Vicente Fox se da el primer intento de abandonar el edificio por parte de la Presidencia, por lo que el entonces secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, toma áreas administradas por Hacienda como oficinas. La idea era convertir las áreas de Presidencia en un museo de sitio, pero la presión de varios sectores sociales obligó a abandonar la idea.
En el “ombligo de la Luna” y también Ciudad de los Palacios, se levanta el máximo símbolo del poder político de México, el mismo lugar donde estuvo el Palacio de Moctezuma, para después dar paso a la sede virreinal, que duró alrededor de 300 siglos, y con el triunfo de la Independencia se transformó en Palacio Nacional.
Es en el centro de centros, narra el historiador Enrique Krauze, donde se levantó el Palacio Nacional, que para él significa la base del corazón político del país ya que “es la sede del poder desde la época prehispánica en una gravitación profunda hasta nuestros días.”
Aunque dice que también es el corazón político de México para bien y para mal.
“Para bien porque nos ha dado, en distintas épocas, integración en un país que se ha caracterizado por ser disgregado. Para mal porque ha centralizado el poder, porque no lo ha distribuido de manera equilibrada y se requiere una distribución mejor el poder.”
Sí, es el centro del poder político para Alejandro Rosas, historiador y escritor, pero también Palacio Nacional deja ver el autoritarismo de los presidentes, independientemente de la República.
Ambos resaltan que una parte de esa fuerza se debe a que en algún momento los Poderes Ejecutivo y Legislativo compartieron el espacio de Palacio.
También fue o sigue siendo emblemático para los actores políticos, pues, de acuerdo con Rosas, este inmueble es el lugar al que había que llegar, ya fuera en un movimiento armado o en una rebelión; no hubo caudillo que finalmente no llegara o terminara en Palacio Nacional después de una larga travesía, desde Agustín de Iturbide, Antonio López de Santa Anna; o Benito Juárez, en el gran desfile del 15 de julio de 1867 cuando regresó de su peregrinar por la República contra el Imperio; desde luego Francisco Villa y Emiliano Zapata, dos de los caudillos más populares y más representativos en ese recinto”.
Y está el otro significado, el del imaginario popular. Enrique Krauze dice que Palacio Nacional es junto con el Zócalo “un lugar simbólico para nosotros los mexicanos. Y mientras exista México, debemos seguir emocionándonos con lo que ocurre ahí cada 15 y 16 de septiembre”.
A ese respecto Alejandro Rosas resalta que para el mexicano es un espacio que tiene que ser el lugar del poder, pero para los ciudadanos, independientemente de los simbolismos de la autoridad, del autoritarismo y de las leyes, realmente ahí tendría que ser la residencia donde se ejerce el poder del pueblo.
“Desgraciadamente, por la dinámica de cómo se mueve la vida cotidiana de la Ciudad de México ya prácticamente es imposible que el Presidente esté ejerciendo ahí.”
El mexicano común, agrega, lo que encuentra en Palacio Nacional es exactamente su historia, ahí se han escrito Constituciones, hubo emperadores y presidentes por un lapso de 45 minutos, como el caso de Pedro Lascuráin. “El poder es para el pueblo por eso debe abrirse en un sentido democrático y no demagógico.”
Rosas recuerda una anécdota. En el gobierno de Vicente Fox, tuvo la oportunidad de ser invitado a un Grito dentro del Palacio Nacional, y “en el Patio Central no se oía absolutamente nada de la muchedumbre que ya estaba en el Zócalo esa noche del 15, para mí fue muy representativo que quizás ahí es donde el gobierno no alcanza a escuchar el reclamo social cuando está adentro de Palacio, porque además fue una fortaleza, desde esa lógica es el hecho de que se abra, un elemento que nos permite acercarnos a ese poder que nos es tan ajeno a los ciudadanos cuando debería ser lo contrario”.
En las llamadas Áreas Presidenciales, ubicadas en el ala sur de Palacio Nacional, se encuentran varios salones de estilos diferentes, decorados con mobiliario y objetos de gran valor histórico y artístico, testigos de las tomas de decisiones más significativas de la vida del país a través de los siglos.
De esta manera, se observan las galerías de los presidentes e insurgentes, antesala de los salones presidenciales nombrados:
Salón Azul, Salón Verde y Salón Morado debido al color de sus tapices; también se encuentran el Salón de Embajadores y el Salón de Recepciones, el Salón Juárez, el Salón Morisco, el Despacho Presidencial, el Comedor y el Antecomedor, entre muchos otros.
Una de las vivencias más impactantes dentro de Palacio Nacional y que se enmarca en el periodo conocido como la Decena Trágica, es el que experimentó el presidente Francisco I. Madero, cuando el capitán Gustavo Garmendia, le salva la vida.
A la mitad de una junta de gabinete, irrumpieron en uno de los salones el coronel Teodoro Jiménez Riveroll, el mayor Pedro Izquierdo y un grupo de soldados, quienes dispararon contra el presidente Madero y uno de sus colaboradores al cubrirlo con su cuerpo, cayó muerto. Garmendia mata de un balazo a Jiménez Riveroll.
De este pasaje, en uno de los muebles aún está la marca de una de las balas que rebotó. Como homenaje hay un placa metálica que dice:
“La República rinde homenaje de gratitud a los capitanes Gustavo Garmendia y Federico Montes, quienes es este lugar, el día 18 de febrero de 1913, salvaron con su intervención enérgica y valerosa, la vida del presidente Francisco I. Madero, del ataque de los infidentes. Día de la Lealtad 9 de febrero de 1972.”