El diario de Adán y Eva
Cultura martes 24, Ene 2012Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
“Se ha hecho amiga de una serpiente que habla.
Todos estamos felices, pues así descansamos un poco
de su curiosidad, de sus experimentos, y sobre todo, de su parloteo”-
Mark Twain. “El diario de Adán y Eva.”
La sobriedad mística del “Génesis” de la Biblia, sin duda, el libro con mayor influencia histórica en el mundo occidental y repercusiones en casi todas las culturas, al usarla como pretexto de guerras y matanzas desde los tiempos de Moisés, es sometido al sarcasmo y excelso humor de Samuel L. Clemens, conocido como Mark Twain (1835-1910), creador de una amplia colección dentro de la literatura universal.
El breve relato sobre la formación de Adán y Eva, escrito por Mark Twain, contrasta con la rigidez del texto bíblico, para hacerlos seres lógicos, conflictivos y torpes, asombrados ante la creación de la que forman parte. Pero, sobre todo, son un Adán y Eva cercanos, con actitudes y razonamientos actuales, a pesar de ser un texto escrito en 1906, no hay mucha diferencia con las actitudes humanas, sociales y psicológicas de los hombres y mujeres actuales.
Dentro de la obra de Mark Twain, “El diario de Adán y Eva” pasa desapercibido ante la importancia y diálogos de novelas como “Tom Swayer”, “Huckleberry Finn”, sin duda la más importante de sus novelas, por lo menos para este reportero de textos, y “Un yanqui en la corte del rey Arturo”, donde enfrenta la barbarie de los habitantes de los EU del siglo XIX ante la civilización, a veces cursi, de los británicos cuyas costumbres medievales las hace reflejo de la era victoriana. El humor unido a la sátira literaria alcanza momentos magníficos.
En el relato breve “El diario de Adán y Eva”, Twain supera muchas de sus obras y momentos de humor. Lo hace con finura, de tal manera que no ofende a los religiosos, al menos que sean fanáticos o fundamentalistas, sobre todo porque sabe sortear la creación de los primeros humanos, sin la presencia divina, ni siquiera en el momento de la expulsión de Adán y Eva del paraíso. Así, a pesar de ser el responsable de la Creación, Dios o Jehová no aparece para asumir la responsabilidad por sus creaciones humanas, en una enorme muestra del sarcasmo del escritor.
La tranquilidad bucólica de Adán, digna de cualquier hombre del siglo XXI, concentrado en un espectáculo deportivo, es rota por la llegada de un extraño ser desconocido y controlador que poco a poco invade espacios y acciones, sustituye la pasividad de Adán, al extremo que según Twain: “Desde finales de noviembre pasado este día es considerado como de asueto, pero siento que se vuelve muy fastidioso, sobre todo porque antes yo disponía de seis días de asueto en la semana. // Hoy sorprendí a la criatura de pelo largo cuando trataba de desgajar manzanas de ese árbol que nos está vedado”.
En el diario de Adán describe la defensa masculina ante la presencia controladora de Eva: “Hubo un diálogo. // —Me llamo Eva. // —Está bien. No tengo objeción. // —Te lo digo para que me llames por mi nombre cuando quieras verme. // —En ese caso, me parece superficial —le dije. // —Es que yo no soy un objeto. Soy una persona. // No le respondí pues dudo que así sea. Por lo pronto, a mí me da igual, con tal de que no me moleste y, sobre todo, que no hable.”
Después de probar las manzanas y que se descubren desnudos, Adán enojado por la aparición de la muerte y de la lucha por sobrevivir de los animales, huye, pero sabia en encontrarlo y distribuir culpas, Eva lo encuentra y lo hace responsable de comer el fruto prohibido, que confiesa la serpiente le dijo que no son las manzanas, sino castañas. El texto de Mark Twain tiene descripciones de gran hilaridad, como los intentos de Eva por domesticar un brontosauro para utilizarlo de puente, o la llegada de Caín, considerado un oso sin rabo por Adán.
Pero la Eva descrita por Twain contrasta con la que pudo haber sido la imaginada para el texto bíblico, es además de independiente y creativa, conciente de ello, también se considera diferente y a veces superior a Adán, pero también ligada por el amor a su hombre: “Su inteligencia no es tan desarrollada; por tanto, no lo amo por ello; aunque estoy segura de que algún día su evolución culminará”. Feminismo a ultranza, pero más adelante Eva medita las causas del amor que le provoca Adán: “La única respuesta que se me ocurre para satisfacer por qué es: porque es hombre. Es bueno aunque no lo parezca; es bien parecido y muy fuerte. Pero creo que lo amaría si no se comportara de buena manera, si fuera feo, inválido o cualquiera otra desgracia le ocurriera. De la misma forma él estaría en mis oraciones y yo en su lecho hasta el fin de mis días. Hay una segunda razón para amarlo: es mío”.
En la última página el escritor Twain no describe las palabras de Adán, el supuesto amo de la Creación, sino las de Eva, que llegó en segundo lugar pero que significa la permanencia de la especie. Cuarenta años después de la llegada al edén, del que fue expulsada, junto con su amado, por hablar y creer a una serpiente, Eva reflexiona en su diario: “Lo que más quisiera es que nos fuéramos juntos del mundo, en la misma forma en que llegamos. Soy la primera esposa y de mí en adelante así lo desearán las demás por toda la eternidad. El corazón de cada mujer que ama evocará mi nombre en el anhelo de acompañar a su hombre en el viaje de regreso a la tierra”.
La experiencia y el conocimiento de la condición humana permitieron a Mark Twain crear esta noveleta, en forma de diario a dos voces, con espléndido sentido del humor y sarcasmo a los 71 años, cuatro antes de morir. Los estratos del “Diario de Adán” los difundió en 1904, el año de la muerte de su esposa. Dos años después publicó “El diario de Eva” y poco después los une en “El diario de Adán y Eva”. En español se consiguen varias ediciones, en especial una didáctica de Trillas y en la colección de Editorial Aguilar en los tomos de las obras completas de Mark Twain.