El impasse nacional
Roberto Vizcaíno lunes 15, Feb 2016Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
- Apenas llegó y en el mismo hangar el Papa Francisco rompió el protocolo y se acercó a la gente
- No dio la bendición en Palacio Nacional, porque estaba ahí como jefe de Estado
- A sus hermanos obispos les tundió de frente sin misericordia alguna
Volcado el país en la visita del Papa Francisco, los grandes temas nacionales entraron en un compás de espera social, mediático, judicial, económico y político para ser retomados cuando el país recupere su ritmo luego de la partida en los próximos días del Vicario de Cristo.
Mientras tanto la visita papal ha servido para revolcarnos otra vez en nuestra propia podredumbre, al esgrimirnos nosotros mismos todos los pecados y miserias dándonos como sociedad y sectores el peor de los espectáculos.
A cada frase del visitante, a cada condena, a cada señalamiento genérico volteamos a señalar con dedo flamígero a nuestros odiados ejemplos del mal para advertir que al fin alguien vino a estar de acuerdo con nosotros que nos cansamos aquí todos los días de voltear a ver a los corruptos, a los malos gobernantes, a quienes nos han sumido en la miseria, a quienes nos roban nuestro esfuerzo para convertirlo en su riqueza, a los miserables que a nuestro juicio no deberían ni siquiera vivir.
Y es que el Papa Francisco, como todos sus antecesores, es un maestro de la esgrima verbal, conceptual, intelectual, histórica para tocar todos los temas sin referirse específicamente a ninguno y dejar la percepción, sensación de que habló justamente de las preocupaciones de cada uno de los mexicanos.
Maestro al fin también de la táctica y la estrategia, por lo tanto un extraordinario experto en el manejo político, el Papa Francisco ha dominado cada uno de los escenarios en que ha estado hasta hoy.
Al llegar, en el aeropuerto, colocado su avión de Alitalia apenas iniciada la noche en la iluminada y extensa plataforma del Hangar Presidencial, cumplidos los honores de la bienvenida por parte del presidente Enrique Peña Nieto y por su hermosa y sencilla esposa Angélica Rivera (quien llegó vestida con un atuendo en color blanco sin portar ninguna joya), escuchó al estupendo mariachi del Ejército y vio el baile del Ballet Folclórico.
Luego se vería rodeado de niños a quienes saludó, abrazó y bendijo para ahí romper por primera vez el protocolo de esta visita y acercarse, acompañado por sus anfitriones, a las graderías donde unos 3 mil funcionarios, periodistas, miembros de congregaciones y alguno que otro colado, lo vitoreaban y pedían su bendición.
La mañana siguiente, el sábado, temprano entró al patio central de Palacio Nacional donde lo esperaba toda la clase política sin distingo de ideologías, empresarios, banqueros, embajadores, legisladores y gobernadores quienes llegaron acompañados de sus familias, para ser recibido por el presidente de México y su esposa.
El Papa Francisco cumplió estrictamente con el protocolo. Esta ahí como Jefe del Estado Vaticano. Y como la esencia, origen de ese Estado es la Iglesia Católica, habló como líder religioso.
Lo que dijo ahí no fue distinto a lo que ha dicho a otros grupos iguales en otros países. Aunque aquí los analistas y los medios hayan retomado para singularizar el mensaje en nombres específicos.
Hubo incluso algunos dentro de Palacio Nacional que reclamaron a gritos que el Papa les diera la bendición. Algunos medios informativos y sus sesudos editorialistas, columnistas y analistas dirían después que el Papa se había negado a darles esa bendición en un claro rechazo a hacerle el juego con esa bendición a convalidar a corruptos, mafiosos, explotadores y malos gobernantes.
La verdad es que no les dio la bendición no porque los quisiera castigar, sino porque estaba ahí no como líder religioso sino como Jefe de Estado. Así de simple.
La otra verdad es que al estar con todos quienes asistieron a ese acto en Palacio Nacional, el Papa estaba en los hechos dándoles una bendición que a juicio de muchos mexicanos no merecían.
Hoy gracias a esa visita y la salutación que hizo al final el Papa, de cara a todos, tomando y estrechando sus manos, muchos de esos malos empresarios, gobernadores, políticos, líderes de partidos y sus familias, tienen hoy una foto invaluable con el Papa Francisco.
Ya veremos que no pocas de esas fotos colgarán desde hoy lo mismo en salas de espectaculares residencias, que en despachos oficiales, y servirán para ilustrar espectaculares en campañas electorales de los años siguientes.
Quizá con el único grupo que el Papa Francisco no fue tan retórico, ni tampoco el más breve, fue con los obispos reunidos en la Catedral. Ahí sí que fue claro.
Si uno revisa lo dicho ahí, verá que el reclamo fue un ¡Ya Basta!. En un tono y un lenguaje que entendieron todos, Francisco los acusó de ser comparsas y cómplices de todos los centros y jefes de los poderes políticos, económicos y del crimen organizado y narcotráfico en México. ¡Ups!
Les reclamó ser unos liosos, peleoneros, envidiosos, arteros, traicioneros y cobardes. Les dijo algo así como: si se pelean sean hombres y díganse las cosas a la cara, de frente y luego dense un abrazo…
Y sobre todo les exigió dejar atrás lujos y riquezas, ser más humildes y acercarse al pueblo.
Quizá hasta aquí fue lo más emblemático de la visita del actual hijo de San Pedro.
Todo lo demás es ya parte de sus encuentros con el pueblo. La gran concentración en Ecatepac, la visita a Morelia, y las que vienen a Chiapas y Chihuahua.
Una vez que se cumpla el ritual y que México recupere su ritmo normal, volveremos a hablar de la masacre del penal de “Topo Chico” en Monterrey y del por qué los líderes de la delincuencia una vez capturados y recluidos en esas cárceles, se convierten en dueños de ellas.
De cómo esos jefes del crimen convierten a esos penales en sus feudos y bunkers desde dónde continúan dominando la vida del crimen fuera de ellas.
De cómo eso ha convertido a los penales del país en el lugar más seguro para esos jefes delincuenciales, que fuera de ellos corren más riesgos que dentro.
Habría que recordar hoy lo ocurrido en Durango hace algunos años, en que un jefe de un cártel enviaba a presos a cometer asesinatos y quitarse mediante esta fórmula de en medio a sus competidores.
Recuerdo que una mujer era directora de ese penal y que ella había llegado a un acuerdo con el jefe mafioso encarcelado, para dejar salir en la noche a sus cuadrillas de asesinos exterminadores bajo la promesa de que regresarían a pasar lista la mañana siguiente.
Los crímenes cometidos por estas cuadrillas se convirtieron en un quebradero de cabeza para los investigadores policiacos, porque buscaban fuera a quienes estaban dentro de los penales.
Cuando Francisco vuele a Roma, volveremos a voltear al desastre que es Veracruz bajo el gobierno (¿¿??) de Javier Duarte y a retomar el asunto de los 5 jóvenes levantados por policías estatales y entregados a un grupo del crimen organizado que al parecer -de acuerdo a un reporte policiaco que le fue entregado al columnista Francisco Garfias-, fueron ejecutados, incinerados en botes y sus restos triturados en moledoras de caña de azúcar, para luego ser tirados a un arroyo.
Es decir, que en el Veracruz gobernado por Javier Duarte, volvió a pasar lo que se decía que no debería volver a pasar en México.
Eso le costó la separación del cargo en Guerrero al gobernador Ángel Aguirre luego de la captura, ejecución e incineración de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
¿En Veracruz Duarte no renunciará? ¿Es cuestión de número… o de descaro y falta de vergüenza o de presión mediática y social?
Lo de los jóvenes de Tierra Blanca y los de Iguala-Ayotzinapa es lo mismo.
Así cuando se vaya Francisco regresaremos a nuestras vendetas políticas, mediáticas económicas, y a ser testigos de cómo Alejandro “Juanito” Murat sigue como Johnnie el del wisqui, tan campante, derecho a ganar la gubernatura de Oaxaca para que la ejerza su papi.
En fin, un impasse a fechas fijas que no dejará con más ánimos y más argumentos para calificar y señalar fallos ajenos, nunca los propios, por supuesto.
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