El Papa y la realidad mexicana
¬ Augusto Corro lunes 15, Feb 2016Punto por punto
Augusto Corro
La desigualdad y los privilegios son incentivos para la corrupción, la violencia, el narcotráfico y el subdesarrollo.
Así lo manifestó el Papa Francisco en Palacio Nacional donde recibió honores de jefe de Estado por parte del presidente Enrique Peña Nieto.
Ante dirigentes políticos, empresariales y sociales, la máxima autoridad de la Iglesia católica dijo que cuando alguien busca el camino del privilegio o el beneficio de unos pocos en detrimento de todos, tarde o temprano la sociedad se vuelve terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo.
Puntualizó que a ellos (los líderes) les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino.
Sin duda, el Papa tocó los temas más importantes que flagelan a la sociedad mexicana desde hace por lo menos diez años.
En el presente, México se encuentra con estadísticas extraordinarias de pobreza, violencia, corrupción e impunidad.
De ahí que Francisco dirigió sus palabras a los encargados del rumbo de la nación para responsabilizarlos de realizar los cambios necesarios en sus respectivos sectores, para vivir un México con menos pobreza y violencia. Elementos que agreden, tristemente, a sectores más vulnerables de nuestra sociedad.
El papa cumplió con su compromiso de señalar los males que nos aquejan así como sus causas. Es decir, puso el dedo en la herida que sangra a México de manera constante.
Nos quedó claro el discurso de Francisco, solo habrá que esperar los resultados: ¿cuántos de los que escucharon las palabras del obispo de Roma se pondrán a trabajar en beneficio de la sociedad y sus sectores empobrecidos? ¿En combatir la espiral de violencia hasta erradicarla?
CON LOS OBISPOS
El Papa tuvo, en su primer día de actividades, tres actos importantes. El primero que ya señalamos, y el segundo con 165 obispos en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.
Ahí, Francisco tocó el tema del narcotráfico y exhortó a la jerarquía católica “no minusvalidar el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para la entera sociedad mexicana”.
También pidió a los sacerdotes comprometerse e involucrarse en la lucha que el fenómeno del narcotráfico plantea a los mexicanos.
Además pidió a los representantes de la Iglesia “no servir a faraones modernos” y “que trabajen más y más cerca de la gente”.
Indiscutiblemente, el papa no le dio vueltas al tema. Fue directo, porque la Iglesia católica mexicana poco o nada le preocupó la ola de violencia que tiene atemorizada a la sociedad mexicana.
Por ejemplo, en los casos de desaparecidos, conflicto mayúsculo, la jerarquía religiosa se hizo a un lado. Los familiares de las víctimas no encontraron el apoyo material, ni principalmente el espiritual para enfrentar sus tragedias.
La posición de la Iglesia fue de simple espectador, de ver los toros desde la barrera, y sus jerarcas, desde la comodidad de sus posiciones limitarse a protestar con ánimo de no ser escuchados.
Porque la situación en las bases del clero fue diferente: 35 sacerdotes pagaron con su vida a causa de su actividad pastoral, en los últimos 24 años. De estos asesinatos, 8 se registraron en el 2013-14.
Cabe hacer notar que en 24 años ocurrieron 47 atentados contra miembros de la Iglesia católica: 45 fueron crímenes arteros y 2 correspondieron a sacerdotes que continúan en calidad de desaparecidos. El padre Alejandro Solalinde y alguno que otro obispo fueron los únicos que alzaron la voz a favor de los desprotegidos con acciones prácticas y decididas. La mayoría de los integrantes del clero optó por hacer mutis, es decir, permanecer callado. Por eso, en el análisis de la situación que vive México, a Francisco seguramente le saltó el dato del poco compromiso de los obispos con los feligreses.
Repetimos la pregunta: ¿Cuántos de los que escucharon las palabras del obispo de Roma cambiarán su actitud pasiva y se dedicarán a auxiliar a los desvalidos?
Porque el papa les advirtió: ¡ay de ustedes si se duermen en los laureles! Luego les recalcó que la Iglesia no necesita de príncipes; pero sí de obispos servidores y custodios de la unidad edificada sobre las palabras del Señor.
EN LA BASILICA DE GUADALUPE
En la misa de Basílica de Guadalupe, su tercera participación pública, Francisco tocó el tema de las víctimas de la delincuencia, y de aquellas personas que murieron o fueron desaparecidas.
Dijo lo siguiente:
“Dios despertó y despierta la esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen lugar digno en estas tierras. En ese amanecer, Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos”, dijo el papa. Fueron, en fin, palabras del Vicario de Cristo llenas de aliento y necesarias para miles de personas alcanzadas por la espiral de violencia desatada en México hace varios años.