Favoritos y delfines
Ramón Zurita Sahagún viernes 18, Sep 2015De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Son varios gobernadores de los 12 estados con elección el año próximo que pretenden plantar a un incondicional como su sucesor.
Intentan mostrar que la decisión les corresponderá solamente a ellos y buscan cerrarles los caminos a los demás aspirantes, aunque sean de su mismo partido.
Seguramente algunos de ellos podrán salirse con la suya, mientras que otros corren el riesgo de fracturar a su partido y hasta de perder en las urnas.
Los “delfines” han sido un añejo sueño de los gobernantes en México, los que no comprenden que, los nuevos gobernantes cambian radicalmente en el momento de tomar posesión.
Son pocos los casos en que los gobernadores en turno, continúan sujetos al poder de quien los llevo de la mano a la candidatura.
Dos de ellos que mantuvieron los privilegios a sus antecesores son los gobernadores de Nuevo León, Rodrigo Medina y Quintana Roo, Roberto Borge.
Ambos fueron considerados desde siempre “delfines” de J. Natividad González Parás y Félix González Canto, respectivamente y crecieron políticamente en las administraciones de sus “padrinos”.
Medina fue diputado federal y secretario de Gobierno, antes de saltar como candidato a gobernador, mientras que Borge fungió como tesorero del estado y oficial mayor y era diputado federal en el momento en que fue postulado.
Las carreras de Medina y Borge eran pequeñas, al igual que sus hojas de servicio público, por tratarse de dos candidatos jóvenes, los que al asumir su respectivo gobierno estatal contaban con 37 y 31 años de edad, respectivamente.
En los dos casos, los gobernadores atinaron con los candidatos y pudieron ejercer su derecho en la sucesión, por no contar con un Presidente de la República de su misma filiación política.
Los dos sexenios en que el PAN fue el partido gobernante, los mandatarios estatales del PRI pudieron hacer y deshacer a su antojo, poniendo a incondicionales como sus sucesores, situación que en algunos casos les funcionó a placer.
Fueron escasos los candidatos que llegaron con la oposición del gobernante en turno, en el caso de los priístas, aunque se dieron algunos ejemplos.
En Veracruz, Fidel Herrera fue candidato al gobierno del estado, sin el aval de Miguel Alemán, quien pretendió otro abanderado, mientras que Ulises Ruiz contó en un principio con el aval de José N. Murat, quien luego lo desconoció.
Por supuesto que Herrera dejó a uno de sus incondicionales como candidato y él mismo encabezó el operativo electoral que derivó en el triunfo del priísta Javier Duarte de Ochoa.
Ulises pretendió hacer lo propio en Oaxaca, donde no le salió la ecuación y Eviel Pérez Magaña fue derrotado por Gabino Cué Monteagudo.
En Puebla, Mario Marín fue candidato, sin el respaldo de Melquíades Morales y triunfó en toda la línea, con todo y que el “delfín” del entonces gobernador tuvo que esperar un sexenio más para gobernar.
Marín quiso imponer su voluntad en la candidatura de Javier López Zavala, desdeñando a otros mejor posicionados y el tiro le salió mal, ya que López Zavala fue derrotado.
Jesús Aguilar en Sinaloa desdeñó las recomendaciones que le decían que el mejor posicionado era Mario López Valdez y optó por empujar la candidatura de Jesús Vizcarra, por lo que el entonces popular “Malova” buscó el respaldo de otros partidos, los abanderó y venció por amplio margen al ahijado de “Chuy” Aguilar.
Como esos ejemplos abunda muchos más, unos exitosos y otros que terminaron en lamentables fracasos para sus impulsores. Por eso, llama la atención que la historia pretenda repetirse y más considerando que los ejemplos palpables del 2015 son dignos de tomarse en cuenta.
José Eduardo Calzada Rovirosa jamás consideró el contar con varios prospectos para sucederlo, los que estuvieran presentes en la mente del electorado y se encaprichó con la candidatura de Roberto Loyola Vera, con el que mantuvo el compromiso de ubicarlo como abanderado del partido tricolor.
Loyola Vera fue designado secretario de Gobierno y luego promovido como alcalde de alcalde de Querétaro, donde mostró su pequeñez para aspirar a la candidatura al gobierno del estado.
El priísta fue vencido por el panista Francisco Domínguez y el tricolor dejó una plaza que le fue difícil reconquistar.
Ivonne Álvarez fue llevada de la mano a la candidatura al gobierno estatal por el gobernador Rodrigo Medina y Emilio Gamboa y cayó vencida en las urnas por abrumadora mayoría (dos a uno) por el ahora popular “Bronco”, Jaime Rodríguez.
Sin tomar nota de esos sucesos, los gobernadores priístas de Veracruz, Javier Duarte y de Quintana Roo, empujan por los que se catalogan como sus “delfines”.
El veracruzano empuja por el diputado federal Éric Lagos, su ex secretario de Gobierno y quien forma parte del grupo formado alrededor de Fidel Herrera Beltrán y al que pertenecen también los diputados federales Jorge Carvallo y Alberto Silva.
El gobernador de Quintana Roo puja por que el candidato del PRI a sucederlo sea Mauricio Góngora Escalante, ex secretario estatal de Hacienda y actual alcalde de Solidaridad.
Pero si los priístas juegan con sus “delfines”, los panistas hacen lo propio y el mandatario estatal de Puebla, Rafael Moreno Valle, ya tiene listo a su propio “delfín” en la figura del alcalde de Puebla, Tony Gali, ex secretario estatal de Obras y cuya proyección ha venido preparando con antelación.
En los tres casos, son personajes totalmente forjados bajo su sombra y cuya ruta fue diseñada por los mismos gobernadores que hoy los declaran listos para la sucesión.
Los electores de Veracruz, Quintana Roo y Puebla tendrán que decidir en las urnas si dan o no su aval a los favoritos de los gobernadores en turno.