FIFA: las reglas del juego
Francisco Rodríguez lunes 1, Jun 2015Índice político
Francisco Rodríguez
Waldir Pereira, “Didí”, el mejor centrocampista de futbol de todos los tiempos, también era un gran estratega. Pasó a ocupar un lugar prominente en el Salón de la Fama de la FIFA, junto a Alfredo Di Stefano, Frank Beckenbauer y “Pelé”.
En esa ocasión, el mundo les rindió tributo, designándolos los mejores jugadores del siglo XX. “Didí” era un grande de las canchas. Nunca se ha conocido a uno de su tamaño. Alguien que pudiera jugar un partido casi sin moverse de su lugar, por el dominio que tenía de la pelota y su visión de campo, lo que le permitía colocar “la de gajos” en el cuadrito que él quisiera.
Después de conquistar con la selección brasileña, con la verde amarelha los campeonatos mundiales de 1958, en Suecia, y 1962, en Chile, “Didí” vino a México a dirigir a un equipo del Golfo. A enseñar sus inventos, sobre todo la folha seca, un prodigio del balompié.
Antonio Huerta, jefe de redacción del diario “Esto”, enorme escritor deportivo que firmaba con el seudónimo D’Artagnan, fue el periodista que mejor relató las hazañas deportivas de “Didí” y nunca dejó de maravillarse de la famosa “hoja seca”.
Se trataba de pegarle a la pelota exactamente a la mitad e impulsarla con el dorso o el puente del pie a gran velocidad, con el objeto de que, a medida que se acercara a las porterías, hiciera un efecto de caída a pleno vuelo y se clavara sobre la meta. Un tiro mortal. La “hoja seca” que, años después, glorificó el potente Roberto Carlos en el Real Madrid.
El invento del gran “Didí”, llamado “El Príncipe Etíope” por su elegancia y donaire al trotar las canchas, fue inmediatamente emulado en todo el orbe. Igual que su maestría para conducir el balón corriendo, sin voltear a verlo, sólo buscando a quién centrarlo. Él era el Senhor Futebol decían los brasileiros.
Para aprender a conducir el balón sin verlo, recomendaba al alumno imaginar que llevaba pateando entre las piernas una gran caja de cartón que, adentro, llevaba la pelota, pero controlada… y correr hacia adelante, sin preocuparse de su posición.
Era un consejo genial. De él aprendieron muchos que llegaron a ser grandes en ese arte y son idolatrados en las canchas. Hasta la fecha, una lista interminable de futbolistas profesionales no saben hacerlo. No tuvieron a “Didí” como maestro.
“Todo debe arreglarse en el vestidor”: Didí
Asimismo, “Didí” trajo a México su invento de la paradinha. El arte de ejecutar un penalti haciendo una breve detención en la carrera, antes de llegar al balón y balancear el cuerpo hacia otro lado, para desequilibrar al más centrado y ecuánime de los porteros.
“Didí” fue un hombre que hizo escuela en el futbol. Recomendaba siempre a sus oyentes que trataran de entender que, en la cancha, el balón siempre debía correr más que los jugadores, nunca al revés. Siempre fue un consejo de oro. Los que no lo saben, mejor que ni practiquen ese deporte.
Igual que el relativo a siempre responder al compañero en el juego, “regresándole” balones de cuero, no sandías, como reclamaba aireado Batata cuando los balones que le “regresaban” no tenían la mínima dirección.
Lo mismo que los grandes consejos a los delanteros de jamás cabecear un balón después de que llegara a la testa, despejados del césped, pues se podían causar daños cerebrales o dorsales irreparables. Lo correcto era asestar el cabezazo una fracción de segundo antes que llegara el esférico. Se ahorraba uno miles de dolores de cabeza.
Perú debe a “Didí” haber “parado” y entrenado la gran selección histórica de 1970, la de Chumpitaz, Cubillas y Sotil, que dejó sembrada a la de Argentina en el mismo barrio de La Boca, a punto de emprender el camino hacia la competencia mundial de México.
Pero lo más importante que a algunos les tocó oírle fue el relativo a la forma más sana de zanjar definitivamente las diferencias surgidas al calor del juego, entre los jugadores o entre éstos y el director técnico del club.
“Todo debe arreglarse en el vestidor”, decía el gran “Didí”. Los mejores equipos, los ganadores, se concilian ahí, antes de entrar al campo. A nivel de cancha, cuando ya empezó el juego, no puede arreglarse nada. Por más que se grite y se amenace.
Esto es lo que hacía la diferencia entre un entrenador y un genio de las canchas, como fue “Didí”. Un verdadero maestro de algo tan sencillo, que aceptaba Ortega y Gasset no comprender, “pues once seres humanos se la pasaban persiguiendo una pelotita”.
El futbol se maneja como cualquier otra mafia
Sí Joseph Blatter hubiera platicado alguna vez con “Didí” o pudiera haberle hecho caso, la Federación Internacional de Futbol Asociación no estuviera metida en los problemas que enfrenta ese monopolio trasnacional del deporte de las patadas. No se arreglaron las diferencia$ en el vestidor.
En efecto, como usted sabe, sorprendidos en el elegante hotel Baur au Lac, en la orilla del impresionante Lago de Zurich, siete directivos de la FIFA fueron detenidos por policías estadounidenses y suizos. El Departamento de Justicia de Estados Unidos giró el exhorto correspondiente por cargos fincados ante una corte de Brooklyn, consistentes en “lavado” de dinero, fraude electrónico y delincuencia organizada.
Por cargos de corrupción —no está el horno para bollos— la investigación amenaza llegar al escritorio de Joseph Blatter, quien acaba de reelegirse un quinto período al frente del organismo, mediante sobornos, claro está. Las cerradas elecciones y la falta de reglas claras dejaron fuera de la competencia al portugués Luis Figo.
Suiza no tiene tratado de extradición por delitos fiscales con EU. Se trata de acuerdos al más alto nivel, que ubican el caso dentro del juego político… y económico. La FIFA ha sido criticada por la falta de transparencia con la que maneja sus recursos y porque su Comité Ejecutivo opera sin controles. Porque los votos y las sedes de los mundiales se compran al mejor postor.
Es de tal monto y repercusiones el asunto que fue cateada la Concacaf en Miami (sobornos en el área eliminatoria de México) y allanada la sede de la FIFA en Zurich. La sangre puede llegar al río de Chapultepec 18, desde donde siempre se ha influido en la Concacaf. El dirigente regional es uno de los siete detenidos.
Si hay algún deporte-espectáculo donde se maneje dinero en efectivo, sin controles, sin contabilidades y en grandes cantidades en el mundo, ese es el futbol. Por la cantidad de dinero que maneja, puede compararse al nivel de cualquier mafia, la de la droga, el juego, el contrabando o el tráfico de partes y refacciones. El Príncipe Ali Bin al Hussein, de Jordania, aún está interesado en el cargo de Blatter.
Joseph Blatter le cargaba la maleta a Havelange
Joseph Blatter es en este momento, el sumo pontífice de la religión del futbol. Son 196 federaciones nacionales las que se “reportan” con él. Es uno de los mejores cargos del mundo, heredado del multimillonario brasileño Joao Havelange, que llegó a colocar su fortuna como una de las más grandes del planeta. Blatter le cargó la maleta durante varios lustros.
Joao Havelange no es una baba de perico. Hijo de belgas comerciantes de armas, vendió el juego de futbol a la televisión, lo convirtió en un espectáculo de multitudes, atrajo grandes marcas comerciales a la promoción de los clubes profesionales y extendió el deporte a China y a Japón.
Convirtió a la FIFA en “una máquina de hacer dinero”, según expresó su yerno, Ricardo Teixeira, presidente de la Confederación Brasileña de Futbol, procesado también por sobornos de los clubes. Actualmente, como es sabido, la FIFA tiene más países afiliados que la misma ONU.
En el año 2000, con 84 años, Havelange fue interrogado por el Congreso brasileño, debido a serios cargos de enriquecimiento ilícito, tráfico de armas y grandes sobornos recibidos de todos los confines del mundo para conseguir favores de la FIFA.
No obstante, después de salir “limpio de polvo y paja”, el mismo parlamento lo propuso al comité de Oslo como Premio Nobel de la Paz. Consiguió que Río de Janeiro fuera la sede de los Juegos Olímpicos del 2016.
Pero Joao Havelange fue siempre un gran amigo y admirador de “Didí”. El mismo sugirió a Sir Stanley Rous, su predecesor en la FIFA, que “Didí” fuera nombrado el mejor jugador del mundo en la copa de Chile de 1962.
El lugar del futbol en el pantano de la corrupción
En México, las 15 empresas más poderosas del país y los dueños del único efectivo circulante, se encuentran atrás de todos los equipos de primera división profesional. Manejan las contrataciones, la publicidad de las marcas, sus franquicias, los boletajes, los precios de transmisión por televisión los spots, las bardas, las cortinillas, los súper, las derramas, todo.
No se mueve la hoja de un árbol en este deporte, si no está autorizado por los hombres más ricos del mundo y del país. No es una competencia deportiva, por los colores y las historias de los clubes; es una crónica de la explotación.
Las nóminas más altas se manejan en México, donde aparentemente un jugador gana varias veces más que un profesional similar en cualquier lugar de Latinoamérica. Cuando se “importa” a un jugador, todo mundo gana, menos la afición. Por eso no se desarrollan los jugadores nativos.
Pero eso no es todo. Como se trata de un deporte de multitudes en serio, sus dueños obtienen mayores rentabilidades en la política, donde funcionan como generadores de optimismo y esperanza para las masas. Su influencia en los negocios y en la política no tiene parangón.
Por eso, también la pobreza deportiva del futbol en México. A pesar de ser el juego de las multitudes, la selección nacional nunca ha logrado ubicarse entre las ocho mejores del mundo. Ni lo logrará jamás. El deporte que tenemos está al nivel del país, como el teatro, el cine, la industria, el comercio, la política.
Si el país está detenido y sumido en el pantano de la corrupción, ese es el lugar del futbol. Lo malo es que en esta olla de presión, es uno de los muy pocos desfogues para la población. Las elecciones ya no sirven ni para eso. Hoy son sinónimo de ejecuciones, sangre, secuestros, dolor.
Es lo que hay. Esas son las reglas del juego.
Reglas del juego que no siguió la FIFA.