Vivir en el error
Ramón Zurita Sahagún martes 12, May 2015De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Durante el auge de los presidentes de la República veracruzanos sobresalió, un pícaro personaje político quien acuñó la célebre frase “Vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error” que pronto se convirtió en regla de oro del sistema político mexicano.
César Garizurieta era el nombre de este abogado cercano al afecto de los gobernantes Miguel Alemán y Adolfo Ruiz Cortines, lo que le permitió realizar una mediana carrera política, siendo los cargos sobresalientes los de diputado federal y embajador de México en Haití y Honduras, además de ser un mediano escritor.
Aquellos eran los tiempos del priísmo arrollador y más de 60 años después, en los tiempos de la apertura democrática, la frase se mantiene vigente.
Los políticos son sumamente curiosos, ya que se rasgan las vestiduras defendiendo sus ideales y manifestando su deseo de servir a la sociedad, precisando que ese es su único propósito.
Sin embargo, en la realidad, se muestra que la mayor parte de ellos se mantienen alejados de la sociedad, de ese pueblo que los elije, en algunos casos, y los lleva a los cargos de representación popular.
El tema de la ideología es lo más flexible y maleable que tienen los políticos mexicanos, los que sin ton ni se pasan de uno a otro partido, sin importar que el pasado reciente vapuleaban a esos organismo políticos, cuyos estatutos, documentos básicos y tesis se mantienen inalterables.
Por eso, en muchos casos, resulta curioso ver a saltimbanquis de la política, cuyo único interés es continuar vigente dentro de la esfera política y que se conforman con engrosar las filas de otros partidos, donde solamente son usados y desechados.
Varios de ellos fueron figuras en su paso por las filas del anterior partido en que militaron y, en algunos casos, fungieron hasta como secretarios del gabinete presidencial.
El conformismo ocurre para no cometer el error de vivir fuera del presupuesto, cuando ni necesidad de ello tienen, ya que son poseedores de considerables fortunas.
Manuel Bartlett Díaz fue un duro secretario de Gobernación y de Educación Pública en sus tiempos de priísta, donde fue gobernador de Puebla, un estado en el que vivió unos cuantos meses, pero donde tuvo la fortuna de ser asentado.
Tres asuntos retratan el estilo de Bartlett, la caída del sistema el 6 de julio de 1988, cuando los primeros resultados de los comicios presidenciales eran favorables para el candidato opositor Cuauhtémoc Cárdenas.
La negativa a reconocer los presuntos triunfos opositores en Chihuahua y Durango en los comicios de 1986.
El muro de contención que representó en la SEP para la ambición de Elba Esther Gordillo y su sindicato. Bartlett Díaz fue senador por el PRI y ahora lo es por el PT, jugando un papel opaco, con todo y ser coordinador de la exigua bancada de este partido, compuesta por cinco legisladores, algunos de ellos prestados.
Manuel Camacho Solís, es otro de esos poderosos personajes que militaron en un partido político (PRI) por más de 30 años y mudaron hacia otros organismos. Fue secretario de Desarrollo Urbano, Jefe del Departamento del Distrito Federal y secretario de Relaciones Exteriores, entre sus principales actividades políticas.
También fue el primer negociador de la paz en Chiapas, durante su militancia priísta, partido al que renunció y fundó uno propio que tuvo vida efímera, dejando en claro que su popularidad, con la que quiso frenar la candidatura de Luis Donaldo Colosio era ficticia y la debía al partido en que militaba.
Fue diputado federal por el PRD y hoy es senador del mismo partido y aunque le guardan respeto por su pasado, poco es lo que aportan a la vida legislativa, lo que ha sido incrementado por su enfermedad.
De Porfirio Muñoz Ledo se pueden decir muchas cosas, por su paso en cuando menos cinco partidos políticos (PRI, PARM, PRD, PT y Morena), además de haber presidido dos de los tres principales partidos políticos del país, el PRI y el PRD.
Fue también secretario del Trabajo y de Educación Pública, embajador, senador, diputado y ahora es aspirante a diputado local, con regulares posibilidades de llegar.
José Ángel Córdova Villalobos fue un militante panista que bajo esas siglas logró una diputación federal y más tarde convertirse en secretario de Salud y de Educación Pública.
Ahora bajo las siglas del PRI y del Partido Verde, pretende ser alcalde de León, Guanajuato, con tal de seguir gozando de las canonjías del erario público.
Ricardo Monreal Ávila es un político zacatecano que al no ser postulado por su partido original, el PRI, buscó el respaldo del PRD y como su candidato se convirtió en el triunfador de los comicios.
Eterno aspirante a la candidatura presidencial y a la jefatura de gobierno del Distrito Federal, fue dos veces senador y tres diputado federal.
En el transcurrir de su carrera pasó por distintos partidos, el Revolucionario Institucional, el de la Revolución Democrática, el del Trabajo, Movimiento Ciudadano y ahora Morena.
Bajo estas últimas siglas compite ahora por un cargo de elección popular, considerado menor, pero con alto presupuesto y que le puede servir de trampolín hacia el futuro o ser su sepulcro en los cargos de elección popular, la jefatura de la delegación Cuauhtémoc.
Manuel Andrade Díaz fue gobernador de Tabasco y aspiró siempre a ser senador o, cuando menos, diputado federal, pero ahora se conformará con ser por tercera ocasión diputado local, con la diferencia que ahora le tocaría coordinar una pequeña bancada.
Como ellos existen muchos políticos en México que dejaron de ser aspiracionales, para mantenerse dentro del presupuesto, sin importar bajar la categoría o rango que alguna vez tuvieron.