¿Es la derrota el destino de AMLO?
Roberto Vizcaíno jueves 29, Jul 2010Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
Si nos atenemos a las encuestas, Peña Nieto andaría con el 36 por ciento de la votación, lo cual podría significar unos 16 y medio millones de votos. Y eso significaría que le harían falta menos votos que a AMLO
La vida, su vida, sólo se entiende en la derrota y los márgenes de la tragedia.
Niño feliz en su natal Tepetitán, hijo de padres comerciantes que llegaron a prosperar con la fayuca en aquel barrio de El Chetumalito en el centro de Villahermosa, el destino alcanzó y marcó a Andrés Manuel López Obrador a la edad de 15 años la calurosa tarde del 8 de julio de 1969.
Esa tarde, según consignaron vagamente los diarios de la época- relata el historiador Enrique Krauze en su ensayo El Mesías Tropical-, todo ocurrió a las cuatro de la tarde en el interior del almacén de telas “Novedades Andrés” propiedad de sus padres y ubicado en la calle Primavera.
“De la declaración que rindió Andrés Manuel López Obrador ante el agente del ministerio público (recogida parcialmente en la prensa), se desprendía que los dos hermanos habían tenido una discusión. Tomando un arma, José Ramón había querido convencer a su hermano de “espantar” a un empleado de una zapatería cercana. Andrés Manuel habría intentado disuadirlo, pero José Ramón lo tildaba de miedoso.
“De pronto, al darle la espalda a su hermano, Andrés Manuel escuchó un disparo. Trató de auxiliarlo y quiso llevarlo rápidamente con un médico, pero al poco tiempo José Ramón dejó de existir. Versiones distintas consignaban que a Andrés Manuel, accidentalmente, se le había escapado un tiro. La declaración ministerial desapareció de los archivos”.
José Ramón tenía apenas un año menos de edad que Andrés Manuel. Hay otras versiones de este acontecimiento, pero por la seriedad del investigador, esta quizá es la más apegada a la realidad. Los hechos reales los guarda Andrés Manuel, que fue quien sobrevivió.
Para Krauze “tal vez de allí proviene su conciencia de los peligros de la “pasión tropical”, de esa “ruda franqueza”, tempestuosa, desbordante, que sin embargo aflora en él (en Andrés Manuel López Obrador) saliéndose de cauce con mucha frecuencia”, indica.
Es posible, agrega el escritor, que de ahí “también provenga su actitud mesiánica. Él no había sido culpable de los hechos, pero tal vez pensaría que podía haberlos evitado.
“En un cuadro así parece difícil liberarse de la culpa. Y la culpa, a su vez, busca liberarse a través de una agresividad vehemente, tan temeraria como para tomar pozos petroleros. O mediante vastas mutaciones espirituales.
“López Obrador pudo haber encontrado su forma de expiación llenando su existencia con una misión redentora. Dedicaría la vida al servicio de los chontales, de los tabasqueños, de los mexicanos, del “pueblo”. “Tabasco en sangre madura”, había escrito Carlos Pellicer. Andrés Iduarte y Andrés Manuel López Obrador sabían con cuánta verdad”, comenta Krauze.
El relato, el rescate de aquel drama, es apenas el inicio de la azarosa e intensa vida de Andrés Manuel López Obrador. Los hechos indican que después de aquello su familia abandonó Villahermosa y luego de de ir de aquí a allá, finalmente llegaron a Palenque, Chiapas, donde han construido el hotel Ki-Chan, donde AMLO –dicen- suele refugiarse de vez en cuando.
Tres años después, vino su etapa al lado del poeta Carlos Pellicer, a quien frecuentaba junto con otros jóvenes y con quien colaboró durante la campaña a senador por el PRI.
Pellicer lo presentó al entonces gobernador de Tabasco, Leandro Rovirosa Wade, quien lo nombró en 1977 y hasta 1982 delegado del Instituto Nacional Indigenista en la zona indígena de Nacajuca. Fue esta, dicen, la etapa más alegre de su vida.
Así se ligó luego a la campaña de Enrique González Pedrero, quien al llegar a la gubernatura en 1983 lo nombró presidente del PRI en el estado. El cargo apenas le duró unos meses. López Obrador intentó someter a un férreo cinturón de vigilancia las acciones de los alcaldes priístas, y estos protestaron en masa ante González Pedrero quien lo destituyó y le ofreció ocupar la Oficialía Mayor de su gobierno. Fue su primera gran derrota.
AMLO huyó al DF donde trabajó con Clara Jusidman directora entonces de la Procuraduría Federal del Consumidor.
En el intermedio estudió muy a regañadientes la carrera en Ciencias Políticas de la UNAM, a donde ingresó por allá de 1976 y se recibió hasta 1987 con no muy buenas calificaciones. Le gustaba más el béisbol.
En 1988, invitado por Graco Ramírez, se engancha al Frente Democrático Nacional que postuló a Cuauhtémoc Cárdenas a la Presidencia de la República, movimiento que luego derivaría en el PRD y del cual fue el líder inicial en Tabasco.
Con ese cargo llegó a las elecciones tabasqueñas intermedias de 1991 de las cuales surgió con una marcha de Villahermosa al DF contra el fraude electoral, y para realizar su primera toma y plantón en el Zócalo.
Un año después encabezó aquel asunto de defensa de trabajadores y propietarios de predios en zonas petroleras donde tomó pozos de Pemex.
Así llegó a las elecciones a gobernador en 1994 en Tabasco, en las que fue derrotado por Roberto Madrazo, solo para realizar otra marcha al DF y otro plantón en el Zócalo.
Luego de mucho escándalo Madrazo gobernó durante los 6 años y él pasó a ser el protegido de Cuauhtémoc Cárdenas para bajo su amparo ocupar el liderazgo nacional del PRD y de ahí llegar después a la jefatura de Gobierno en el DF, donde por poco pierde frente al panista Santiago Creel. El obtuvo 34.5 por ciento de los votos mientras que el blanquiazul logró 33.4 por ciento. No tenía entonces ni mucho menos la popularidad que luego llegó a levantar.
Una vez apoltronado en esa silla, cada que abría la ventana principal o se acercaba al balcón central de su despacho veía a su derecha el imponente perfil de Palacio Nacional. Y él, hombre –asegura- de pocas ambiciones, cayó en esa, la de la aspiración por la Presidencia de la República. Desde entonces corre detrás de ella.
En su primer intento, el 2 de julio de 2006 fue derrotado por el Sistema y Felipe Calderón, pero sobre todo por su propia soberbia, según ha quedado profusamente consignado.
¡Vaya destino!
En este punto hay que hacer una anotación, que no es menor. En el entretiempo de aquella batalla entre Fox y él, que derivó en su desafuero el 15 de abril de 2005, hubo otra pelea: la de la sucesión de Arturo Montiel en el Estado de México, donde López Obrador se metió de cuerpo entero para hacer campaña por la empresaria Yeidckol Polevnsky quien de entrada resultó no llamarse así, y además ser bisnieta del expresidente Manuel Ávila Camacho.
Bueno, pues esa fue la primera derrota de AMLO en esta etapa última de su carrera y el encargado de propinársela fue el priísta Enrique Peña Nieto.
López Obrador estaba en la cima de la popularidad. Los índices de aprobación ciudadana eran como nunca, casi sobre el 60 o 70 por ciento. Y ¡zaz!, Yeidckol quedó en tercer lugar con 918 mil 638 votos, poco debajo del panista Ruben Mendoza Ayala que sacó 936 mil 773 sufragios y muy debajo de Peña Nieto quien logró 1 millón 801 mil 788 votos.
El contragolpe vino un año después, cuando impulsados por López Obrador los candidatos perredistas mexiquenses se llevaron 20 de 40 diputaciones federales mexiquenses, dos senadurías, casi la mitad del congreso local y las principales alcaldías de esa entidad.
El PRD lopezobradorista llegó a gobernar a las principales presidencias municipales que tenían casi 5 o 6 millones de habitantes de los 14 del estado.
AMLO tuvo entonces bajo su pie el cuello político y el futuro de Peña Nieto.
Pero el de Macuspana andaba en otras querellas. Peleaba por impedir que Calderón tomara posesión. Y dejó vivir más o menos en paz a Peña Nieto, y quizá cometió el más grande error, porque ahora va a ser difícil que lo pare.
Sobre todo cuando Peña Nieto recuperó tres años después, en julio de 2009, no sólo todo lo que habían ganado los lopezobradoristas, sino también los calderonistas para que los priístas mexiquenses tengan hoy las 40 diputaciones federales, la mayoría absoluta del Congreso estatal y casi 100 de 125 alcaldías, entre ellas las principales, esas que en los tres años anteriores presidían los panistas y los perredistas.
Cierto, falta que Peña Nieto pase ahora la aduana de la elección del 2011, la de su propia sucesión. Pero hoy López Obrador no provoca la expectativa del 2005, ni tiene ni la aceptación de entonces, y tampoco cuenta ya con un partido bajo su feudo como era el PRD aquel.
Hoy al igual que entonces, anda metido en otras peleas en las que el objetivo central es Peña Nieto, pero en otros planos.
Es cierto que nunca hay que desdeñar a los contrincantes. AMLO cuenta con una fuerza importante, aunque no determinante. Para las elecciones presidenciales del 2012 habrá unos 72 millones de posibles electores, de los cuales si bien acudirán a las urnas unos 45, cuyo porcentaje es normal en cualquier democracia del mundo.
Si como se ve habrá 3 o 4 candidatos (el del PRI-PVEM, el del PT-Convergencia y quizá el del PRD-PAN si hay alianza y si no cada uno con el suyo) entonces quien gane deberá hacerlo más-menos con 17 millones de votos.
AMLO asegura que ya tiene afiliados a 3 millones de simpatizantes. Supongamos que logra inscribir a 6 millones. Bueno, pues le faltarían entre 14 y 11 millones más.
La vida está llena de milagros, pero el que necesita hoy López Obrador es de los grandes, por más que él sea un místico profundo que todo lo somete a su balanza muy personal de su visión y comprensión del bien y el mal.
Si nos atenemos a las encuestas, Peña Nieto andaría con el 36 por ciento de la votación, lo cual podría significar unos 16 y medio millones de votos. Y eso significaría que le harían falta menos votos que a AMLO.
Malas noticias de los ciudadanos para el de Macuspana. Todo indica que va para su siguiente derrota. Falta tiempo. Ya veremos.
Creo que el escritor de este articulo subestima a AMLO.
Una cosa es la percepcion que quieren crear los medios y otra es la realidad.
La cual AMLO cada dia avanza con su movimiento. En los que articulista tendenciosos tiran veneno, AMLO prepara la cruzada.