El lastre del “delfinato”
Ramón Zurita Sahagún jueves 8, Jul 2010De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Los tres candidatos priístas que perdieron en los comicios para gobernador en igual número de estados, son personajes que no harán mella en la militancia de ese partido y que sirven para reflexionar sobre la herencia que pretende dejar los gobernadores.
Vizcarra Calderón, Sinaloa; Eviel Pérez Magaña, Oaxaca, y Javier López Zavala, Puebla, fueron metidos con calzador como candidatos, basados en el aparente control político que ejercían los gobernadores en esas entidades.
Ninguno de ellos se encontraba como el mejor posicionado, ni ganaba un concurso de popularidad, pero a cambio de ello, traían consigo el sello de “delfín” de Jesús Aguilar Padilla, Ulises Ruiz Ortiz y Mario Marín Torres, respectivamente.
Los gobernadores contaron con la información suficiente y en tiempo que les hacía ver el riesgo que corrían con esas candidaturas, pero soberbios y prepotentes la desdeñaron y confiaron en sus propias capacidades para hacerlos ganar.
Y es que en cada uno de esos estados existían otros prospectos que, tal vez, podrían haber competido con mayores posibilidades para obtener la victoria, pero que no reunían el indispensable requisito de la sumisión a los actuales gobernantes.
Eso los perdió a ellos y a sus promotores, por lo que tendrán bastante tiempo para reflexionar sobre el tema.
Sin embargo, lo que si tendrá que hacer la dirigencia priísta es analizar sobre la conveniencia de que los gobernadores conviertan sus territorios en cotos de poder, donde ellos deciden todo sobre las candidaturas, excluyendo de las mismas a quienes no forman parte de su equipo o no reúnen el grado de confiabilidad que ellos pretenden.
De los 12 candidatos propuestos por el PRI para los respectivos gobiernos estatales, de los que nueve formaban parte de gobiernos de extracción priísta, solamente en Chihuahua, el abanderado del partido no se consideró “delfín” del gobernador.
César Duarte Jáquez no era el candidato de José Reyes Baeza Terrazas, aunque con los conflictos que se viven en esa entidad asolada por la violencia, se le dejó libre el paso y el candidato no respondió mal.
En los restantes ocho estados, los candidatos del PRI fueron ungidos por el “dedazo” de su gobernador.
Javier Duarte de Ochoa, Veracruz, es un eterno colaborador de Fidel Herrera Beltrán, sin tener mayores nexos en la política que los de su guía y maestro que lo llevó en forma ordenada por cargos públicos y de elección popular para no ser impugnado en su partido.
Roberto Borge Angulo, Quintana Roo, debe su carrera al gobernador Félix González Canto, del que fue secretario particular y de Finanzas, siguiendo un proceso similar al de Duarte de Ochoa.
Francisco Olvera Ruiz, Hidalgo, fue protegido por Miguel Ángel Osorio Chong, para proyectarlo desde la alcaldía de Pachuca a la candidatura al gobierno del estado.
Jorge Herrera Caldera, Durango, socio del actual gobernador en su despacho contable y quien en la administración de Ismael Hernández Deras fungió como Duarte y Borge como secretario estatal de Finanzas, además de presidente municipal y diputado federal.
El fallecido Rodolfo Torre Cantú, Tamaulipas, también era cercano al afecto de la familia de Eugenio Hernández Flores, como lo es también su relevo, su hermano Egidio, uno de los principales constructores de la obra pública estatal.
Jesús Vizcarra Calderón, Sinaloa, fue siempre el “gallo” del gobernador Jesús Aguilar Padilla, para sucederlo en el cargo, ya que son socios en el negocio del primero, quien está considerado como uno de los hombres más ricos del estado. Hombre de gran fortuna, Vizcarra fue dirigido al ayuntamiento de Culiacán, para saltar a la candidatura al gobierno estatal.
Eviel Pérez Magaña, Oaxaca, se convirtió en el candidato natural de Ulises Ruiz Ortiz, luego de fungir como un hábil secretario estatal de obras, lo que le generó la confianza del mandatario estatal para convertirlo en su “delfín”.
Javier López Zavala, Puebla, fue el candidato emergente de Mario Marín Torres, al que paseó por todo el gabinete estatal y por los cargos partidistas y de elección popular, en un intento por dotarlo de las herramientas de las que carecía que eran popularidad, inteligencia y simpatía.
Los primeros cinco, algunos con problemas, lograron su cometido, los últimos tres fracasaron y el ajeno sorteó los riesgos y arribó a buen puerto.
Sin embargo, la elección del 4 de julio no resultó como la habían planeado los priístas que esperaban un carro completo o, cuando mucho, perder alguna de las 12 gubernaturas en juego, probablemente, una de las que no gobernaban.
Las cuentas alegres se hicieron con mucha anticipación y las encuestas prefabricadas y dirigidas los hicieron caer en excesos de confianza que hoy lamentan.
Ese mismo riesgo se corre en el momento de la definición de su candidato presidencial, cuando los gobernadores priístas en uso y facultad de sus poderes plenipotenciarios regateen el respaldo a su candidato o lo negocien como ya sucedió en el pasado reciente con la candidatura presidencial de Roberto Madrazo Pintado.
*La designación de Mony de Swaan como presidente de Cofetel, será impugnada desde el Senado de la República, según anunció Manlio Fabio Beltrones, quien consideró que se trata de una imposición del Presidente de la República.
El nuevo consejero de Cofetel y ex colaborador cercano del secretario de Comunicaciones y Transportes, Juan Molinar Horcasitas, recién fue designado en el cargo de consejero.
*Varios funcionarios del gobierno estatal de Coahuila perecieron en un accidente de aviación cuando supervisaban los daños ocasionados por las inundaciones en el municipio de Piedras Negras.
Entre los fallecidos se encuentran el alcalde de ese municipio, José Manuel Maldonado; el secretario estatal de Obras Públicas, Horacio del Bosque y otros funcionarios que viajaban con ellos.