Nos queda chico el traje
Francisco Rodríguez martes 27, May 2014Índice político
Francisco Rodríguez
¿Qué fue primero? ¿El huevo o la gallina? ¿Qué necesita México antes que nada? ¿Infraestructura o superestructura? Recurro a Marta Harnecker y a sus Conceptos Elementales del Materialismo Histórico que, desde mis épocas en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, me acompañan para aclarar algunas de mis dudas.
De acuerdo a Harneker, pues, “Marx y Engels han llamado infraestructura o base a la estructura económica de la sociedad, y superestructura a las instituciones jurídico-políticas, Estado, derecho, etc., y a las ‘formas de la conciencia social’ que corresponden a una infraestructura determinada.”
Recuerdo que por aquellas fechas, los ya lejanos inicios de la década de los 70’s, a los alumnos se nos explicaba que, entre otras, también la educación formaba parte de la superestructura.
Traigo a cuento lo anterior porque dos noticias que, precisamente, tienen que ver con la estructura, la infraestructura y la superestructura se han dado en las últimas horas.
Importantísimo, primero, el anuncio del gobierno federal de que van a ser invertidos 4 billones de pesos en infraestructura: carreteras, puertos, aeropuertos, telecomunicaciones; en obras de Conagua, Pemex, CFE, etc.
Importantísimo, sí, porque tal implica empleos, un asomo de mercado interno y, sobre todo, mejores condiciones de vida y de competitividad para nosotros.
“Convertir a México en un gran centro logístico global de alto valor agregado”, reza el panegírico oficial del anuncio.
Pero, al mismo tiempo, en algunos medios se recogieron unas noticias que nos hacen ver lo endeble de nuestra superestructura:
1) De 146 mil 222 aspirantes a una plaza docente, sólo 12 mil 933 la conseguirán.
2) De 126 mil 753 aspirantes a cursar licenciaturas en le UNAM, sólo ingresarán 10 mil 916.
¿Qué pasará con quienes no podrán ejercer su vocación magisterial? ¿Qué con los jóvenes a quienes se les niega la posibilidad de una educación superior?
¿Serán comerciantes ambulantes o se les cerrarán también esos espacios ahora que el gobierno la ha emprendido contra la informalidad? ¿Qué serán? Infraestructura y superestructura deberían atacarse simultáneamente. Más carreteras, pero también más instituciones de educación superior. Más aeropuertos, pero también más laboratorios de investigación. Más presas, pero también mejores y más accesibles conexiones de internet.
Hacen falta políticas de Estado que transformen la pertinencia del sistema educativo para potenciar individuos competentes y creativos.
El ejemplo clásico es Corea del Sur, un país que hace 50 años tenía unas condiciones menos favorables a las mexicanas en su momento, y hoy en día es reconocida como una de las economías más grandes del mundo, con fortalezas en industrias globales como el acero, la construcción naval, los automóviles, los semiconductores y la electrónica.
Una de las razones para comprender su progreso tiene que ver con la instauración de políticas de Estado de largo aliento que reconocen en la educación, la ciencia y la tecnología elementos primordiales para el desarrollo humano.
Los coreanos, en su pobreza, invirtieron primero en educación e innovación. Algunos aspectos de la historia reciente que vale la pena recordar son la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, fruto del trabajo de universidades que contaron con apoyo gubernamental y que actualmente está fusionado con el Ministerio de Educación; mejor planeación y coordinación de la política de ciencia y tecnología y creación de un fondo para esta materia; impulso al proceso de industrialización a través de la transferencia de tecnología y desarrollo tecnológico en tres etapas: imitación, internalización y generación; incentivo a la investigación orientada hacia la industrialización e innovación tecnológica y respaldo a los institutos gubernamentales de investigación (GRI en inglés, Government Funded Research Institutes); aumento del presupuesto de investigación y desarrollo (del 2.8% en 1997 al 5% en 2002).
Más aún, en la década de los noventa, entre otros, el gobierno promulgó el acto especial para la innovación tecnológica y científica y se implementaron el proyecto de avanzada nacional (1992), la iniciativa de investigación creativa (1997), la ley de ciencia de innovación de tecnología (1997) y el Plan para la innovación tecnológica y científica (1997-2002).
En marzo de 1999 se organizó el Comité Visión 2025, encargado de formular un plan a largo plazo para el desarrollo científico y tecnológico. A esto se sumó el valor que los coreanos le dan a la educación, los esfuerzos del Estado de ampliar cobertura en los niveles básico y superior y el impulso del uso de las tecnologías de información y comunicación en la educación. Y al mismo tiempo vinieron los puentes, las carreteras, los puertos y aeropuertos. Corea es el ejemplo. Ojalá lo siguiéramos, ¿no cree usted?