Ridículos en el Senado
¬ Juan Manuel Magaña viernes 7, Feb 2014Política Spot
Juan Manuel Magaña
Son ridículos y no se exponen más que a lo mismo. Ahí están el senador panista Jorge Luis Preciado y la senadora perredista Iris Vianey Mendoza.
Uno, teniendo al final que ofrecer disculpas por sus excesos y porque una simple fiesta “se salió de proporción”.
La otra, rasgándose las vestiduras en el pleno para exigir que la PGR la investigue; a ella, que un día introdujo a los Templarios al Senado, que otro día se retrató con “La Barbie Grupera” y que otro día cualquiera es señalada por José Manuel Mireles, líder de autodefensas, por tener “mucha relación y contacto con el crimen organizado”.
En el caso de Preciado, antes que reconocer y rectificar, después del criticado festejo que organizó para su esposa en instalaciones del Senado, mejor se echó un segundo pachangón que porque tenía que cumplirles a los trabajadores de su grupo parlamentario con el Día de La Candelaria.
Negó lo obvio: “la fiesta que se organizó ayer no fue por el cumpleaños de mi mujer; ella se hubiera ofendido si la festejo en un patio” (no se le puede felicitar por su falta de delicadeza hacia los demás).
Pretextó puerilmente: “partimos la rosca y me tocó el monito y ofrecí la comida que ayer se realizó ahí”… “Esta terraza ha sido utilizada por senadores de diversos partidos para realizar fiestas”.
Y antes que reconocer y disculparse, la arrogancia; la misma con la que bebió vino y fumó puros en una terraza senatorial y cantó con mariachi: “Yo pagué la fiesta de mi bolsa”. Y voy a hacer otra fiesta. Y qué, y qué y qué.
Y qué, si son tiempos de prepotencia, en que los legisladores todas las pueden. En que en un aquelarre legislativo son capaces de negociar al país (ahí está el asunto energético), de uncir al fisco a la población que va al día y de tomar ellos lo suyo sea con partidas especiales, con los mentados “moches” o con el pago exorbitante de asesorías.
Y todo para al final hacer el ridículo: Reconocer con la cola entre las patas que todo fue un exceso y que “se salió de proporción”.
Y las disculpas, aunque arrogantes: “el tema de la fiesta es un capítulo cerrado. Acepto mi responsabilidad, con esto le damos vuelta a la página”.
¿Y ya? No hay castigo, mucho menos renuncia. Cuando mucho haber tenido que soportar la moralina de sus correligionarios Javier Lozano y Roberto Gil Zuart: “No son maneras de comportarse de Acción Nacional. Ni son formas ni actitudes del blanquiazul”.
Pero creen que nadie los ve.
Y qué decir de Vianey. Acaba de solicitar una licencia de 30 días al cargo, con objeto de que ya sin fuero se le investigue en torno a los señalamientos sobre su presunta relación con “Los Caballeros Templarios” de Michoacán.
Apostaría yo a que ya no regresa al Senado. Algunos indicios me empujan a eso: me pregunto por qué la dirigencia de su partido no la ha defendido, sino que tardíamente la ha llamado a rendir cuentas.
Me pregunto también si algún legislador michoacano, ya no de otros partidos, del PRD, podría meter las manos al fuego por ella.
Y me pregunto, además, si la legisladora sería capaz de superar la prueba del polígrafo, si es que esto viniera al caso. ¿Quiere poner su nombre a salvo de todo cuestionamiento? Está jugando con fuego. ¿Va a cachar el guante la PGR?