Herencia descompuesta
¬ Juan Manuel Magaña jueves 10, Oct 2013Política Spot
Juan Manuel Magaña
La Policía Federal no deja de supurar.
Es como cuando el montaje televisivo de Genaro García Luna y Televisa con la francesa Florence Cassez.
O cuando dichos policías balearon en la carretera México-Cuernavaca a dos agentes de Estados Unidos y un marino mexicano.
O cuando asesinaron a dos de los suyos en los pasillos del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Ahora se nos presenta algo que tampoco tiene nombre: 13 elementos de la Policía Federal que pertenecían a una banda de secuestradores en Acapulco y que hasta utilizaban dos patrullas de la corporación para detener y plagiar a sus víctimas y llevarlas a una casa de seguridad.
El horror. Y todo dicho por el titular de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (Seido), Rodrigo Archundia Barrientos.
Y todo al día siguiente de que fuese revelado un informe del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI), en el que se afirma que un total de 44 mil 351 elementos de la Procuraduría General de la República, el Centro Nacional de Seguridad y de las procuradurías estatales y corporaciones policiales municipales, reprobaron los exámenes de control de confianza que les fueron aplicados.
No se sabe por qué tantos no pasaron las pruebas.
Ni si en realidad son todos los que no están en condiciones de ser policías.
Pero lo que es seguro es que dicha cifra significa que por lo menos un 15 por ciento de un total de 343 mil 859 elementos examinados en todas esas dependencias, sencillamente no sirve para las tareas de preservación del estado de derecho, la aplicación de las leyes y la procuración de justicia en el país a que han sido llamados.
En otras palabras, son la pus que segregan dichos organismos y por eso pasa lo que tiene que pasar.
En el caso de la Policía Federal, es la herencia de Felipe Calderón: un ente que una y otra vez da muestras de su descomposición.
Cabe reflexionar que si esa pus –la del 15 por ciento- ya está fuera de las policías, entonces los hechos prueban, en el caso de la PF, que falta mucho por sacar. Si no ha sido sacada, entonces cabe preguntar por qué esa masa defectuosa actúa aun con chapa de policía y quién es el responsable de ello.
¿O de qué modo puede uno saber de qué tamaño es la infiltración de las procuradurías y las corporaciones policiales por el crimen organizado, o la manera en que éstas se enredan con esos grupos?
Los 13 policías federales pertenecían a un grupo criminal que estaba integrado por 18 personas, cinco de ellas civiles que no tenían nexos con alguna corporación.
Se dice que fueron consignados ante un juez federal de Guerrero, aunque se les internó en dos Centros Federales de Readaptación Social en los estados de Tamaulipas y Sonora, por los delitos de delincuencia organizada, secuestro agravado y siete homicidios.
Y se dice que la Procuraduría General de la República continuará con la investigación hasta determinar si ya no hay más integrantes de esta banda que se encuentren libres.
Mientras eso ocurre, ¿qué puede hacer un ciudadano cualquiera cuando vea a un PF aproximarse en su vehículo?