En la línea de la tragedia
¬ Claudia Rodríguez lunes 3, May 2010Acta Pública
Claudia Rodríguez
Sentados a la mesa, con motivo del cumpleaños de Fernando, departíamos seis perfectos desconocidos. La verdad, en mi caso, no sé exactamente que me motivó a compartir tal reunión. Pero al final, fue más que fructífera.
De Fernando no sé más que es un chico de 28 años, que trabaja como contador público en alguna empresa y que sus alas de sentido independiente le han llevado a vivir a veces sólo y a veces en compañía por la necesidad de compartir los gastos y nada más, afirma él.
Los otros cinco comensales, apenas pudimos exponer algunos puntos de nuestra vida personal. Le robábamos a la noche de un jueves unos minutitos para “integrarnos como un verdadero grupo” decía Fernando, con el pretexto de celebrar sus juveniles años de vida.
Seis de un total de 12 compañeros de un curso para certificar el manejo del idioma inglés, acudimos a la cita. Pues es cierto que aunque ya nos es cotidiano vernos, la verdad es que somos unos perfectos extraños. Aunque la circunstancia no exige lo contrario.
No “nos conocimos más” como pretendía el festejado, pero sí obtuvimos un acuerdo de grupo sin quererlo.
México está en la línea de la tragedia.
Para dos de los compañeros el asunto de la débil economía nacional era algo que les tenía más que inquietos. Para los más jóvenes, pero a la vez muy cerca de los 30 años, la falta de oportunidades de empleo acordes con su preparación, les tenía contrariados y muy enojados. Dos fuimos las mujeres de la breve reunión, que insistimos sobre la inseguridad y el temor de que nuestras familias estén tan vulnerables frente al crimen y la muerte violenta.
Bastó que uno del grupo acusara su necesidad de irse del país para que otros cuatro le secundaran.
Otro les dijo que había pensado alguna vez irse al extranjero de forma definitiva pero que por su edad -así lo consideraba él-, había pasado su tiempo.
Al no pronunciarme, la mirada de cinco pares de ojos se dirigió hacia a mí, expectante.
—¿Irme?, No. Definitivamente no. No es patriotismo, y tampoco cobardía. Simple y sencillamente se trata de nunca tirar o malgastar. Es una cuestión de conciencia, de tiempo, de inversión. Así fue como intenté decirles que les entendía, pero que no compartía ninguna de sus tesis al cien por ciento.
— Pero ¿bajo qué parámetros? Me preguntó Fernando.
Le contesté que sobre los parámetros estrechos que se delimitan en un país en donde todo parece tragedia, hasta que el hombre más rico del mundo sea mexicano.
— Vivimos en la línea de la tragedia. Y eso no es vivir. Advirtió otro del grupo.
Pedimos la cuenta del consumo y creo que nuestro silencio a esta última sentencia, fue de aceptación.
Seis perfectos desconocidos le robamos unos minutos a la noche joven del pasado jueves con el pretexto de festejar y conocernos más. Y creo que a pesar de no cumplir el pretendido objetivo, llegamos a un gran y devastador acuerdo.
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